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Memoria de la insurgencia

lunes, 22 de octubre de 2018 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

El historiador y profesor Orlando Villanueva Martínez es una autoridad en el campo de la insurgencia colombiana. Ha publicado alrededor 15 libros sobre esta materia, y 5 más se hallan inéditos. Tras exhaustivas investigaciones, ha revelado la vida y las circunstancias en que actuaron grandes figuras de los conflictos sociales, como Camilo Torres, Guadalupe Salcedo, Dumar Aljure, Biófilo Panclasta, Manuel Quintín Lame, Sangrenegra, Pedro Brincos. Y viene en camino el libro ya concluido sobre el médico Tulio Bayer, el luchador solitario.

He leído en estos días 2 de estos textos, y a ellos voy a referirme. Más allá de narrar la vida de los líderes de la violencia partidista que se acentuó en las décadas del 40 y 50 del siglo XX, Villanueva escruta las causas que dieron origen a los movimientos de protesta y rebelión. Se calcula entre 200.000 y 300.000 los muertos por las luchas entre liberales y conservadores.

¿Alguien sabe quién fue Pedro Brincos? El historiador lo cuenta en libro reciente de la Biblioteca Libanense de Cultura. El apodo respondía al nombre de Roberto González Prieto, honorable habitante de Líbano (Tolima), donde había nacido el 8 de mayo de 1921 y ejercía el oficio de dentista. En 1948, cuando estalló la violencia con la muerte de Gaitán, fue asesinado su padre y quemadas las propiedades de la familia. Esto determinó que su hijo, que había prestado servicio militar, se vinculara a un grupo armado en el norte de Tolima.

En la región se desató implacable combate entre liberales y conservadores. El odio campeaba en todo el país. Pedro Brincos militaba en la fuerza rebelde, y el grupo vengaba la matanza de liberales. Con el tiempo, 3 de sus hermanos caerían asesinados. Los chulavitas y los “pájaros” del Valle arremetían contra los liberales. Unas células comunistas azuzaban a los campesinos para la toma del poder.

Pedro Brincos se convirtió en el jefe supremo de la revuelta. Se volvió bandido con todas las de la ley, porque a eso lo obligaban los hechos. Muchas veces fue a dar a la cárcel. Se desplazaba por muchos sitios de la región y del país. La Dirección Nacional Liberal le enviaba armas y recursos para la defensa. A la postre, lo dejó solo. Un día se marginó de la contienda y se acogió a la ley de amnistía que había sido decretada por el Gobierno.

Pero no lo dejaban tranquilo. Fue atacado desde los periódicos por habérsele otorgado un préstamo dentro del programa de rehabilitación. Su causa tenía motivación social, pero esta pasaba inadvertida en la guerra fratricida que desangraba al país. El 15 de septiembre de 1963, a la edad de 42 años, cayó abatido por el Ejército en área rural de Lérida.

* * *

¿Alguien sabe quién fue Biófilo Panclasta? Su nombre de pila era Vicente Lizcano, nacido en Chinácota (Norte de Santander) el 26 de octubre de 1879. En 1904 adoptó el alias de Biófilo Panclasta por sugerencia del escritor y revolucionario ruso Máximo Gorki, a quien había conocido en sus andanzas por el mundo. La primera palabra significa en griego “amante de la vida”, y la segunda, “enemigo de todo”. Definición perfecta para este anarquista consumado.

Villanueva Martínez describe en libro de Editorial El Búho la extraña, enigmática y alucinante personalidad de Panclasta, quien a los 20 años es expulsado de la Escuela Normal de Bucaramanga por indisciplinado. Allí comienza su itinerario de rebeldías. En la dictadura de Juan Vicente Gómez, en Venezuela, va a dar a la cárcel por revoltoso, entre 1914 y 1921. Allí padece los peores horrores, y la experiencia lo hace más rebelde y a la vez más fuerte.

Odia a los dictadores y en general a los usufructuarios del poder. Busca estar al lado de los desamparados. Él es uno de ellos. Participa en mítines y aviva las luchas populares. Una vez declara: “Yo de los gobiernos no he comido otro pan que el de las cárceles”. La cárcel parece ser su morada continua. Es expulsado de su propia patria. Sufre 3 años de destierro en Siberia. En todas partes forma problemas y termina detenido. En ningún lugar o gobierno halla respuesta a las angustias del hombre.

Escribe libros, poemas, cartas, panfletos. Conoce a grandes personajes (Lenin, Gorki, Rasputín, Kroptokin –uno de los principales pensadores de la causa anarquista–). Nietzsche es su filósofo de cabecera. Despierta simpatía en la gente que trata, y conquista amores fugaces. Tiene un hijo con una princesa rusa. Comenta: “He tratado a príncipes y mendigos; he sufrido, he amado, he esperado. Mis libros son obras vividas, son páginas escritas con sangre y lágrimas”. En su vida se mezclan el amor y el odio, el idealismo y la miseria.

En suma, un personaje de leyenda. Excéntrico y genial, loco y cuerdo, filósofo y revolucionario, vagabundo y borracho, nunca disfruta de sosiego ni satisfacción. Con sus propias fuerzas se encara al mundo y reta a todos los tiranos. Recorre más de 50 países y descubre todas las miserias humanas. Notables escritores, como José Antonio Osorio, Rafael Gómez Picón, Luis Eduardo Nieto Caballero, Armando Gómez Latorre, Gonzalo Buenahora, dejaron sobre él páginas memorables que están rescatadas en el libro que comento.

Vino a encontrar el amor otoñal en Julia Ruiz, exmonja de la Caridad que se había retirado del convento impulsada por la frustración religiosa y el ánimo de servirle a la gente en el ámbito seglar. Ella muere en enero de 1939. Julia merece página aparte, que me propongo escribir otro día. En marzo de 1942, en completa soledad y víctima de un fulminante paro cardiaco, fallece Biófilo Panclasta en el Asilo de Ancianos de Pamplona, a la edad de 62 años. Los 3 años que siguieron a la muerte de su compañera fueron de absoluta desolación. Al fin conoció el amor verdadero, pero fue un amor trágico. Como toda su vida.

El Espectador, Bogotá, 15, IX-2018.
Eje 21, Manizales, 14-IX-2018.
La Crónica del Quindío, Armenio, 16-IX-2018.   

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Su pluma impulsa a leer las obras de Orlando Villanueva sobre esos héroes a los que la historia oficial ni siquiera da cabida en la contracarátula, pero que son hilos, e hilos muy fuertes, que llevan al fondo de la madeja del conflicto social que ha atravesado nuestra historia con un ADN de odio y discriminación. Jorge Mora Forero (colombiano residente en Weston, Florida, USA).

Nunca había escuchado ni leído nada sobre Pedro Brincos ni sobre Biófilo Panclasta. Desconocía su existencia, y tal vez si alguna vez olvidada por mí llegaron a mi cerebro, tuve que imaginar que eran personajes ficticios, pues con esos nombres no puede uno pensar en otra cosa. Esta columna aporta nuevo conocimiento sobre la historia colombiana. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

A los insurgentes alzados en armas no se les pacifica quitándoles las armas sino quitándoles las razones que tienen para utilizarlas. julioh78 (en El Espectador).

El candidato de la paz

miércoles, 29 de noviembre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

 Hay un hecho significativo en el triunfo de Humberto de la Calle en la consulta liberal: sin contar con maquinaria política, derrotó al que sí la tenía, Juan Fernando Cristo. Ganó el voto de opinión. Con esto se pone de presente que el país rechaza el clientelismo que encarnaba el candidato cucuteño. Frente a tan precaria votación (el 2,12 por ciento del censo electoral), los partidos políticos están en el peor momento de su extinción paulatina, que viene de muchos años atrás.

La gente se ha desencantado de los partidos porque dejaron de dar respuesta a las ingentes necesidades que agobian a la población. Y no cree en los políticos en razón de la inoperancia y la corrupción que los dominan, no a todos, justo es decirlo, pero sí a buena parte de ellos. Triste realidad en un país que registra uno de los índices más pronunciados de inequidad en el mundo entero, y que por eso mismo reclama medidas prontas y eficaces de redención social.

De la Calle posee condiciones especiales para marcar otro tipo de liderazgo en el momento actual que vive Colombia. Su brillante carrera en la vida pública le confiere vasto conocimiento del país. Ha sido registrador nacional del Estado Civil, miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, designado presidencial, vicepresidente de la República, dos veces ministro, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, embajador ante la OEA, jefe del equipo negociador en el proceso de la paz. Este largo recorrido, junto con sus virtudes personales de probidad y sabiduría, le otorga el título de estadista.

Como abanderado de la paz, misión que con lujo de competencia y con enorme sacrificio de su vida profesional y privada cumplió en La Habana durante 4 años,  su papel fue decisivo para lograr el acuerdo final, tras intensas y a veces ásperas conversaciones.

Colombia le cabe en la cabeza, tanto por su idoneidad en los cargos que ha ejercido, como por su conocimiento sobre el medio siglo de violencia que tanta sangre ha derramado a lo largo y ancho del país, y que deja más de 8 millones de víctimas. A pesar de ello, muchos colombianos se empeñan en desfigurar la realidad y poner cuanto obstáculo encuentran para obstruir el avance de las negociaciones.

La Jurisdicción Especial para la Paz –JEP– está atacada desde diferentes costados, no siempre para incorporar razonables enmiendas, sino con ánimo pugnaz y destructivo. Dice Laura Gil en su columna de El Tiempo del 22 de este mes: “El fallo de la Corte Constitucional, que permitió la introducción de modificaciones a los textos legislativos propuestos por el Gobierno, alteró la razón de ser del fast track”.

No es fácil la tarea a que se enfrenta De la Calle. A la de por sí turbulenta atmósfera que vuelve caótico lo que debe ser manejable, se suma la ola de rumores, tergiversaciones y mentiras que se ponen a circular por las redes. El país está incendiado con la polarización y el estallido de los odios y las ruindades.

No podemos regresar a la guerra. No podemos “hacer trizas” lo pactado. Ojalá, como se propone acometerlo el candidato de la paz, se constituya la gran alianza nacional, por encima de los partidos, que salve a Colombia de caer en el precipicio.

El Espectador, Bogotá, 24-XI-2017.
Eje 21, Manizales, 24-XI-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 26-XI-2017.

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Sin duda, el mejor candidato. Ojalá logre integrar una coalición que pueda imponerse. El país vive un momento muy difícil y requiere de un conductor de su talante y sus cualidades. Gustavo Valencia, Armenia.

Estoy con el candidato de la paz. Pero, con gran temor, me pregunto si en un espacio político tan degradado por la corrupción, el odio y el cinismo tenga cabida un candidato decente y capaz de administrar el Estado en forma honesta. Me parece que estas virtudes van a jugar en su contra. Ya sabemos que una característica de la situación colombiana es que nunca toca fondo. Jorge Rafael Mora Forero, colombiano residente en Estados Unidos.

Creemos varios amigos que De la Calle es quien mejor puede gobernar en esta hora. Uribe estuvo en Europa diciendo que estábamos peor que el castrochavismo y allá le están creyendo. Alberto Gómez Aristizábal, Cali.

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Maltrato y crueldad

martes, 14 de noviembre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El maltrato y la crueldad son dos factores que andan unidos en la creciente ola de violencia intrafamiliar que azota a Colombia. En este campo de la intolerancia y la barbarie, movido por el machismo ancestral, la mujer es vulnerada hasta extremos inauditos. Por lo general, el drama queda escondido tras los muros del hogar. En esta forma, la impunidad es aberrante en una nación que se dice civilizada y que no ha salido, sin embargo, de la era cavernaria.

Miles de casos llegan a la justicia, pero las cifras de la infamia, lejos de disminuir, muestran en los últimos años un crecimiento no solo significativo sino catastrófico. El estado de descomposición social nos sitúa como el segundo país más violento del hemisferio. Ya se sabe, de tiempo atrás, que Colombia está considerada como uno de los territorios más violentos del mundo. ¡Qué triste realidad!

La violencia intrafamiliar se refleja en el maltrato físico, sicológico o verbal. Esta situación llega a casos tan extremos que la mujer, que es la principal víctima de las agresiones –debiendo ser la reina del hogar–, se convierte en un ser pisoteado, humillado, sumiso, indefenso, compelido en su derecho al respeto y la dignidad. En tales condiciones, la mujer no solo pierde la alegría de vivir sino que padece en silencio serios trastornos depresivos, cuando no graves enfermedades.

No hace mucho el país entero vio el video en el que un hombre golpeaba en forma brutal a su novia, en el ascensor de un edificio de Chapinero, y luego hería a un joven que intentó defenderla. ¿Qué le ocurriría más adelante a esta mujer en caso de llevar vida marital con ese energúmeno?

Si se trata del abuso sexual contra la mujer, el panorama es mucho más desastroso, y no menos preocupante. En estos días, cuando han salido a flote innumerables episodios de esta naturaleza y se han suscitado agudos debates en las redes sociales y en los medios de comunicación, las noticias estremecen al país. El ataque sexual se volvió una pandemia, de tanto repetirse a todo momento y en todas las esferas de la sociedad.

En la mayoría de los casos, la violencia sexual queda silenciada por el miedo, la vergüenza o el temor a represalias que sienten las mujeres ultrajadas. Muchas veces el agresor es parte de su misma familia, y aquí el encubrimiento es mayor. Además, se desconfía del funcionario judicial ante el que hay que poner la denuncia, por la sospecha de que es otro criminal en acecho. Y tampoco se cree en la eficacia de la justicia.

La impotencia de la mujer para protegerse y conseguir el reparo contra el abuso es la que agiganta la impunidad. Colombia es un país de impunidades en todos los órdenes: en el oficial, en el político, en el judicial, en el económico…

La Fiscalía General presentó en días pasados un proyecto de ley para endurecer los castigos a quienes incurran en los maltratos físicos o sicológicos a que se refiere esta nota, proyecto que contempla la privación de la libertad entre 4 y 8 años y el aumento de la pena en una cuarta parte en caso de reincidencia. La sociedad debe protegerse. De por medio está la dignidad de la familia, un tesoro que ha caído en el mayor nivel de degradación humana.

Eje 21, Manizales, 10-XI-2017.
El Espectador, Bogotá, 10-XI-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 12-XI-2017.
Mirador del Suroeste, n.° 70, Medellín, diciembre/2019.

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Es un tema que a algunos colombianos, infortunadamente solo a algunos, nos genera un triple sentimiento: tristeza, vergüenza e ira. No es lógico que del más maravilloso órgano de un ser humano, como es el cerebro, pueda brotar una conducta tan irracional, capaz de causar daño y sufrimiento a otro ser humano, la mayoría de las veces indefenso y en desventaja física. Me apena tener congéneres que más parecen animales rabiosos sin capacidad de discernimiento que integrantes de una sociedad que se dice civilizada. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

En mi concepto la violencia sicológica llega a hacer más daño que el maltrato físico. Lo que estamos viendo me hace pensar que vamos de regreso a tiempos de horror. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Estupendo diagnóstico, ahora a dar soluciones. Exigir a los nuevos matrimonios cursos de ética, pues con las generaciones actuales no creo posible enderezar el camino. Josué López Jaramillo, Bogotá.

Es aberrante no solo en Colombia sino en el mundo la forma como algunos hombres tratan a la mujer y la hacen víctima de atropellos innombrables que terminan con el asesinato. Como mujer me horrorizo ante el salvajismo, son tratadas como objetos y  se consideran con derecho de matarlas. Y… no pasa nada. Inaudito en pleno siglo XXI. Inés Blanco, Bogotá.

Los estragos de la envidia

miércoles, 18 de octubre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Miguel de Unamuno (1864-1936) fue el escritor y filósofo español más destacado de su generación. Ocupó tres veces la Rectoría de la Universidad de Salamanca. El último período se inició en 1931 y concluyó en octubre de 1936, cuando fue destituido por orden de Franco y condenado a arresto domiciliario. Agobiado por      el desespero, la tristeza y la soledad, murió tres meses después, el 31 de diciembre, en forma repentina.

Su pensamiento político lo mantuvo enfrentado a la República española por la división social originada en los comienzos del siglo. En 1917 escribió la novela Abel Sánchez, obra brevísima, y densa en ideas. En ella dibuja la anatomía de la envidia, basado en la historia de Caín y Abel, y crea dos personajes modernos, similares a los bíblicos: Joaquín Monegro y Abel Sánchez.

Estos tienen sangre española, como que el propósito del novelista es resaltar la envidia como un mal de su patria. Al mismo tiempo, le sirven de protagonistas de la pasión más extendida por el mundo. La envidia es un mal universal y eterno. Se inocula en el organismo desde la concepción de la criatura.

La novela lleva como subtítulo “Una historia de pasión”. Es la pasión que nace en el paraíso terrenal con los dos hijos de Adán y Eva: Caín, que se dedicaba a la agricultura, y Abel, al pastoreo. Al presentar sus ofrendas en los altares, Dios  prefirió la de Abel. Enceguecido por los celos, Caín mató a su hermano.

Al final de su vida atormentada, Joaquín Monegro (Caín) dice: “¿Por qué nací en tierra de odios? ¿En tierra en que el precepto parece ser: ´Odia a tu prójimo como a ti mismo´?”. Es la misma pregunta que puede hacerse el hombre colombiano. Aquí el odio germina como la mala hierba. Se extiende por todas las capas sociales, pero tiene más raigambre en las altas esferas del poder, que transmiten esa úlcera del alma a los seguidores de sus causas políticas, y estos se encargan de inyectarla a diestra y siniestra como una lepra social.

Nos odiamos sin motivo. Sin saber por qué. No fue suficiente la visita del papa Francisco, que vino a predicar el perdón y la reconciliación, y no logró penetrar con sus mensajes de paz en el alma de quienes parecen nutrirse con la envidia y el odio como si fueran un alimento sano.

Al presidente Santos, artífice de la paz, lo odian los políticos malquerientes y sus huestes, que riegan ese veneno por las redes y los periódicos. Lo que hay en el fondo, para qué dudarlo, es envidia. Envidia por hacer lo que ellos no pueden hacer.

El odio es envidia. “Un envidioso jamás perdona el mérito”, dice Pierre Corneille. Ya lo había advertido Ovidio desde lejanos tiempos: “La envidia, el más mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como una serpiente”.

Grandes núcleos de la población colombiana piensan y proceden de otra manera. Entienden que la convivencia está por encima de la envidia y el odio. En Colombia hay más Abeles que Caínes. La novela de Unamuno, que cumple 100 años de escrita, serviría para hacer pensar a los violentos que la vida es más grata, más sana y más útil, cuando se consigue controlar este morbo destructor. Por desgracia, con él  nace el ser humano.

El Espectador, Bogotá, 13-X-2017.
Eje 21, Manizales, 13-X-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 15-X-2017.

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Absolutamente cierto: «cizaña» regada a lo ancho y largo del país. Jamás han visto con alegría el triunfo ajeno. Cuando alguien triunfa, saltan a desprestigiarlo haciendo uso de lo más bajo que albergan en su ser. Ni Botero, Patarroyo, Llinás o Gabo se han librado de sus ladridos. En otro país más agradecido y menos ignorante, el actual presidente estaría gozando de inmensa popularidad en las encuestas. Sin embargo, con el tiempo la Historia, ese gran juez, sabrá evaluarlo y ubicarlo en el sitio de honor que le corresponde. William Piedrahíta (en La Crónica del Quindío).

La envidia es un veneno que corroe el alma y hace daño a los demás. Pero como todo sentimiento negativo, realmente a quien enferma es a quien alimenta un rencor hacia los demás, es quien vive con esa carga y un corazón enfermizo. Opino que cuando nacemos venimos inocentes y nos contaminamos de la maldad del mundo. Liliana Páez Silva, Caracol, Bogotá.

Muy oportuna la mención de la novela de Unamuno. A propósito, te comento que la semana pasada estuvimos dos días en Salamanca conociendo tantas joyas arquitectónicas que allí existen, entre ellas la Universidad. El último  día entramos a desayunar al Café Novelty, que está ubicado en la Plaza Mayor y me llamó la atención la estatua de un señor en una de las primeras mesas. Al averiguar, supe que se trataba de Gonzalo Torrente Ballester, quien vivió y murió allí. Fue colega de Unamuno y en dicho café se reunían con otros pensadores, escritores y profesores a tertuliar. Este café data de 1904. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Me fascinó la columna Los estragos de la envidia. No sabía que Unamuno había terminado sus días preso. Estoy muy de acuerdo con la premisa de que «el odio es envidia». Quiero creer que «en Colombia hay más Abeles que Caínes». Colombia Páez, El Nuevo Herald, Miami.

Pastora

miércoles, 20 de septiembre de 2017 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El papa Francisco dejó sembrados en suelo colombiano profundos mensajes. Su presencia estremeció a Colombia tanto por el magnetismo de su personalidad como por la trascendencia de su palabra y el efecto maravilloso creado por sus gestos y sus actos.

El hecho de que cerca de siete millones de personas lo hubieran acompañado y vitoreado en los recorridos por las cuatro ciudades que visitó habla del carisma que despierta en las masas. Su sencillez y amabilidad, acompañadas de la sabiduría con que expresa sus ideas y aconseja medidas correctivas, lo convierten en líder impactante, que no solo convence sino que además sacude la conciencia colectiva y pone a pensar a gobernantes y políticos.

Con el lema “Demos el primer paso”, refrendó su certeza sobre “el perdón y la reconciliación” como paso esencial para encontrar los caminos de la paz. “La violencia –dijo– engendra más violencia; el odio, más odio y la muerte, más muerte”.

Vino a ver, escuchar y palpar la realidad colombiana. A levantar la esperanza. Abordó tantos temas de nuestra vida cotidiana que no parecía un forastero sino un colombiano más. Se mostró conocedor de nuestras costumbres y tradiciones, e incluso de nuestra literatura y los símbolos patrios. Mirando a los ojos de la gente pobre, descubrió lo que está escondido en el interior de las almas. Lo que se sufre y se calla.

A los obispos les advirtió que no son políticos ni técnicos, sino pastores. Y censuró el apego al dinero y las comodidades. La conducta de austeridad la ejercía como arzobispo de Buenos Aires (donde viajaba en metro o en bus colectivo, como cualquier ciudadano), y la acentuó en el Vaticano.

El anillo del Pescador, que es el mayor símbolo papal, lo mandó elaborar, no en oro macizo, como era la tradición, sino en plata dorada. Así, atacó la ostentación del boato y la riqueza que siguen algunos jerarcas de la Iglesia, y dirigió su gobierno hacia los pobres.

El acto más emotivo y más doloroso de su peregrinación lo vivió en Villavicencio, en el parque Las Malocas, frente a los relatos de personas torturadas por la guerrilla mediante sistemas bárbaros –inconcebibles en seres humanos– durante el medio siglo de violencia que hoy se busca detener a través del proceso de paz.

Un testimonio pavoroso –el más cruel y el más conmovedor de los narrados en Villavicencio– es el de Pastora Mira García, a quien la guerrilla asesinó a su padre, sus dos hijos y su esposo. La valiente mujer le mostró al sumo pontífice –y con él, al país entero– la camisa que llevaba su hijo el día que lo mataron, regalada por su otra hija, también desaparecida. No obstante, un día descubrió, enfermo y en estado calamitoso, a uno de los asesinos de su hijo, a quien brindó amparo y perdonó.

Hoy desarrolla edificante labor social en San Carlos, Antioquia, municipio del que es concejala, hacia la población desprotegida. Muy apropiado su nombre de Pastora para enlazar la función pastoril –en el exacto sentido papal– que cumple en su pueblo. Con adición de su apellido, puede fabricarse esta frase: “Pastora mira las necesidades ajenas”. Esta tarea la han olvidado algunos obispos, y vino a recordarla, en su visita a Colombia, el papa de los pobres.

El Espectador, Bogotá, 15-IX-2017.
Eje 21, Manizales, 15-IX-2017.
La Crónica del Quindío, Armenia, 17-IX-2017.
Mirador del Suroeste, n.° 62, Medellín, septiembre/2017.

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Espléndida columna, testimonial de la aleccionadora visita de Francisco, con lecciones que ojalá pelechen en este suelo tan problemático y emproblemado. Con feliz remate, al resaltar la personalidad de Pastora, con tragedias de vida superadas por el servicio al bien común. Carlos Enrique Ruiz, Manizales.

Se trata de una gran personalidad de naturaleza constructiva y gran carácter humanitario. Esta columna logra una magnífica aproximación a su figura. Alpher Rojas, Bogotá.