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Las letras de monseñor

domingo, 25 de julio de 2010

Por: Gustavo Páez Escobar

Por el diario La Crónica del Quindío me entero de que monseñor Libardo Ramírez Gómez, que fue obispo de Armenia entre 1972 y 1986, se hizo presente en dicha ciudad para recibir varios homenajes que se le tributaron con motivo de sus 50 años de vida sacerdotal. Ordenado sacerdote, se radicó en Roma durante tres años, en cuya Universidad Lateranense obtuvo el doctorado en Derecho Canónigo.

Entre 1986 y 2003 fue obispo de Garzón (Huila), su ciudad natal, en cuyo seminario había sido profesor por espacio de cinco años. Hoy preside, desde hace tres años, el Tribunal Eclesiástico de Colombia. En líneas generales, tal es el itinerario de monseñor Libardo Ramírez Gómez, donde se refleja su brillante carrera religiosa.

Lo conocí en Armenia y tuve ocasión de mantener con él cordial amistad en la época de su obispado. Allí remplazó a monseñor Jesús Martínez Vargas,  fundador de la diócesis (1952), quien durante 20 años dirigió el organismo eclesiástico. La entidad había sido creada 14 años antes de que el Quindío fuera departamento, privilegio que se consiguió por solicitud de los sacerdotes de la región, quienes, ante la ola de violencia que se vivía en aquellos días, expusieron la conveniencia de contar con su propio centro religioso, para evitar los viajes a Pereira y Manizales.

De paso, se logró un adelanto (como sucedió con otras instituciones de índole civil, militar, judicial y educativa) dentro de la campaña que buscaba la independencia administrativa del Quindío. Cuando dicho propósito se hizo realidad en 1966, ya la región contaba con la plataforma adecuada para crear el nuevo ente territorial.

Fue en el Quindío donde descubrí, seis años después de su fundación, una interesante faceta de monseñor Ramírez Gómez: la de escritor y periodista. Así, coincidimos en el mismo terreno y en la misma época: ambos escribíamos artículos de opinión en El Espectador y ambos editábamos libros en la ciudad de Armenia.

Monseñor me sorprendió un día con la llamada telefónica en que me pedía que escribiera unas palabras de presentación para el libro Sus santuarios, que se hallaba listo en Quingráficas. Sólo le faltaba el prólogo. En esta empresa de grato recuerdo, los escritores publicábamos nuestras obras y competíamos por los turnos. Aquella vez supe que, aparte de periodista, el eclesiástico era mi colega como autor de libros.

En la obra citada, el religioso ventila una crónica de viajes por varias ermitas de la Virgen en Colombia y en el mundo. Allí expresa su admiración hacia la soberana universal y recrea su vena de turista, que lo ha llenado de asombro y gozo ante las múltiples muestras de arte visitadas en el planeta. Confundido con el honor, me dediqué esa misma noche a buscar ideas para responder a semejante reto, y al día siguiente dejé en la editorial el sufrido –y por ventura bien enfocado– prólogo, que sudé en la comprensión del tema y en la persecución del vocabulario apropiado.

Pasados más de 20 años desde nuestra última entrevista en el Quindío, vuelvo a encontrarme con monseñor en la capital del país. Ahora es el presidente del Tribunal Eclesiástico, cima de su carrera, a sus 72 años de edad. Y me entero de su progreso como escritor y de su perseverancia en el periodismo, que luego de su regreso a Garzón continuó como colaborador del Diario del Huila, con una columna semanal titulada Mi comentario.

Su obra se compone de diez libros, entre los cuales menciono estos títulos: Un esfuerzo al servicio de la comunidad, Sus santuarios, Pensando en voz alta (dos tomos), Mis recuerdos, Mis personajes, Curiosidades pontificias. Parte de sus escritos de prensa en el Huila los ha convertido en libros, y así les da mayor relevancia a sus ideas.

En su función de periodista ha tocado innumerables temas de interés regional y nacional, que van desde problemas comunes del Huila, como el mal estado de las carreteras, los caminos de la paz, o el drama de los campesinos, hasta grandes conflictos nacionales, políticos y religiosos, como el sentido de patria, la moralidad y la política, los procesos de paz, el desamparo de la niñez, la ética en la vida pública, o la dignidad del hogar. Sus enfoques contienen eminente fondo cívico y moral.

Hay quienes lo critican por su injerencia en asuntos políticos, que suena extraño en un miembro de la Iglesia Católica. “El ser obispo –comenta– no me quita el querer ser un buen ciudadano. Por eso, hablar como obispo y como ciudadano es lo que a veces se siente un poco mal y no deja de producir ciertas reacciones”.

Ahora, en su visita a Armenia, se refirió con estas palabras a un capítulo brumoso de la sociedad quindiana: “Con valor, claridad y contra la corriente, cuando muchos halagaban al señor Lehder a pesar de que sabían el origen de sus recursos, yo me negué rotundamente a recibir su ayuda para obras sociales”. Recuerdo, a propósito, que monseñor Ramírez Gómez no aceptó la invitación que le formuló Carlos Lehder para que bendijera la Posada Alemana, ante lo cual éste obtuvo la presencia en el acto del obispo de Pereira, monseñor Darío Castrillón.

El hoy presidente del Tribunal Eclesiástico ha sido un jerarca agitador de ideas desde sus escritos en la prensa y en los libros. Suele tomar posiciones abiertas y radicales, y ortodoxas en materia religiosa. Esto lo convierte en figura singular que crea polémica y hace reflexionar. Por encima de todo, priman su espíritu eclesiástico y su amor por la patria. Esa es su mayor insignia en sus 50 años de sacerdocio, suceso que celebro con gran complacencia.

El Espectador, Bogotá, 10 de julio de 2006.
El Catolicismo, Bogotá, 28 de julio de 2006.
Documentos que hacen historia (revista publicada por monseñor Libardo Ramírez Gómez con motivo de sus bodas de oro sacerdotales), Bogotá, septiembre de 2006.

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Misiva:

He leído su artículo en el cual se refiere a mi persona, a mis escritos y a mis posiciones de verdad claras en los momentos de dificultad, como creo se deben decir las cosas.

Recuerdo muy agradecido también su presentación a mi libro Sus santuarios en el que vertí mi amor a María Santísima y a los lugares y corazones en los que ha tenido especial presencia. Gracias, Gustavo, por su especial presencia en esta época que ha circundado mis bodas de oro sacerdotales. Al recopilar algunos de los escritos que se han hecho en torno a esta tan especial circunstancia colocaré su noble y estimulante escrito. Dios lo bendiga en su vida, en sus actividades, en su delicada transmisión de pensamiento en sus escritos. Un cordial abrazo, Libardo Ramírez Gómez.

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