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La estrella trágica de García Lorca

domingo, 25 de julio de 2010

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace setenta años fue asesinado Federico García Lorca. Su renombre, lejos de opacarse, como suele ocurrir, se ha intensificado con el correr del tiempo. Nació el 5 de junio de 1898 en Fuente Vaqueros y murió en la madrugada del 19 de agosto de 1936 en un barranco de Víznar, en las afueras de Granada, frente a un pelotón de fusilamiento. Aquel barranco pasó a convertirse en símbolo de la infamia y en lugar siniestro para las letras. Hoy existe allí un parque en memoria de las víctimas de la Guerra Civil Española.

La orden de ejecutar al poeta la impartió el general Gonzalo Queipo del Llano, uno de los principales lugartenientes de Franco y organizador del movimiento militar en Sevilla. Queipo hizo por la radio esta declaración escalofriante: “Por cada  uno de los nuestros que muera, yo fusilaré por lo menos diez. Los sacaré de bajo tierra, si es preciso, y si ya están muertos, los volveré a matar”. Palabras atroces que pintan el ambiente de terror que se vivía en aquellos días.

A García Lorca, el poeta más popular de España, se le calificaba de comunista, sin serlo, y con ese rótulo quedó en la mira de las armas insurgentes. El hecho de pertenecer a la izquierda, respaldar el Frente Popular y ser amigo cercano de Fernando de los Ríos, diputado socialista por Granada, eran razones de peso para declararlo objetivo militar.

No era militante político, como Miguel Hernández, Rafael Alberti o Antonio Machado, sino revolucionario en la literatura. Defendía a los marginados, y de este modo representaba con su voz clamorosa a quienes vivían situaciones de miseria e injusticia social. Su poesía y piezas teatrales agitaban el sentimiento popular. Por aquellos días estaban en boga el Poema del cante jondo, Romancero gitano, Bodas de sangre y Yerma, obras de hondo contenido dramático que repercutían en todo el ámbito nacional. Sus audaces metáforas producían llamaradas.

En 1935 escribió su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, dedicado al valiente torero, muy amigo suyo, que murió como consecuencia de una cornada en la plaza de Manzanares. Elegía de impresionante belleza trágica. Con La casa de Bernarda Alba, publicada poco antes de su muerte, y con la que llega a la cumbre de su fuerza lírica, concluye su carrera. Para qué dudarlo: la identidad de García Lorca con el alma colectiva fue la causa de su desgracia.

Sus encarnizados enemigos carecían de capacidad, y por lo tanto de sensibilidad, para apreciar el arte plasmado en aquellas producciones magistrales. Les sobraba, en cambio, ferocidad para embestir contra la libertad de expresión y contra el mundo de los escritores. Sobre todo, contra los escritores de la Generación del 27, que huyeron de España después del asesinato del poeta.

Como García Lorca percibía en el aire negros nubarrones, se trasladó de Madrid a Granada a fin de protegerse contra las agresiones. “Soy amigo de todos –declaró– y lo único que deseo es que todo el mundo trabaje y coma. Me voy a mi pueblo para apartarme de la lucha de las banderías y las salvajadas”. Pero en su pueblo encontró el aire envenado.

El 20 de julio fue cercado por los insurgentes y amenazado de muerte. Buscó asilo en la casa del poeta Luis Rosales, y esperó lo peor. El 16 de agosto, un pelotón militar lo sacó de su refugio y lo entregó a los rebeldes, quienes le formularon el cargo de ser “rojo y maricón”. El poeta se acordaría entonces de las ofertas de asilo político recibidas de Colombia y de Méjico, ocasión en que pronunció esta frase precursora de su destino implacable: “Un muerto en España está más vivo como muerto que en ningún sitio del mundo”.

Bajo las sombras del amanecer fue trasladado, junto con un maestro de escuela y dos jóvenes anarquistas, en un camión que los condujo al barranco de Víznar. Minutos después, los ecos de la fusilería erizaban la piel de España. El mundo entero se horrorizó. Se dice que a García Lorca, que no murió de los primeros disparos, lo remataron de un pistoletazo en la nuca. Y enterraron los restos en fosa común de la que no han sido rescatados en los setenta años siguientes a la tragedia, la que parece sacada de sus obras de teatro.

El paraje se volvió inmenso cementerio, donde quedaron sepultados 3.000 cadáveres. García Lorca, en frase premonitoria pronunciada en 1921, había dibujado su destino final: “Mi corazón reposa junto a la fuente fría”. Alegoría de poeta. Con el estallido de la guerra, se iniciaba la era de Franco, que hundiría a España, durante cuatro décadas, en una noche oscurantista. Son diversas las conjeturas que corren desde entonces en torno a su muerte inicua, y todas coinciden en que fue asesinado por el movimiento de Franco, que tuvo su origen durante la Guerra Civil de 1936-1939. Estos tres años ensangrentaron a España.

El asesinato fue premeditado, no cabe duda, pero no todas las versiones dan como causa el hecho político. Hace muchos años se dijo que entre los guardianes que lo condujeron al suplicio se encontraban parientes suyos que pasaron a ser sus homicidas. También se adujo la condición homosexual: era preciso borrarlo de la sociedad, como se limpia una mancha. En aquella sociedad manejada por normas farisaicas, la sodomía significaba deshonra pública. Otros argumentaron el crimen político, pero con la adición de rivalidades familiares movidas por intereses económicos.

Ahora, en julio pasado, se presentó en Buenos Aires un film dirigido por Emilio Ruiz Borrachina en el que se sostiene, con fundamento en pruebas que se anuncian evidentes, que el crimen fue instigado por primos de la rama Roldán, que consiguieron el rápido fusilamiento. Entre ambas familias, según dicho documental, existían viejas rencillas por la posesión de tierras, lo que degeneró en conflicto insuperable. Agrega esa fuente que la situación se agravó con La casa de Bernarda Alba, que atizó el fuego de los resquemores.

Sea como fuere, el misterio rodea la muerte de García Lorca, ocurrida a sus 38 años de edad. Enigma hasta ahora inextricable, que acrecienta el mito del escritor eliminado en su propia tierra por el terrorismo demencial. Poeta grande entre los grandes, de España y del mundo. Se mató al hombre, pero se salvó la poesía.

El Espectador, Bogotá, 4 de septiembre de 2006.
Revista Aristos Internacional, n.° 20, España, junio de 2019.

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Comentarios:

Gracias por este artículo tan maravilloso e ilustrativo. Por fin alguien se acordó de la fecha de su muerte y le dedica unas letras. Llama la atención que al director de las Lecturas de Fin de Semana de El Tiempo, el señor Roberto Posada García Peña, su universal sabiduría e inteligencia no le alcanzó para referirse a este ilustre poeta. ¿Será porque lo catalogaban de maricón? Óscar Rojas M.

Magnífica síntesis de la existencia y muerte de García Lorca, el nunca bien ponderado poeta español que pervive por sobre el tiempo y el olvido. Aída Jaramillo Isaza, Manizales.

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