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Breve historia de Alirio Gallego

viernes, 11 de noviembre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

A Alirio Gallego no se le conoce como cuentista. Ni como novelista. Fue, en cambio, lector apasionado de cuentos y novelas de la literatura universal. Siguió de cerca la producción que en ambos géneros, y sobre todo en el cuento, hizo sobresalir a los escritores del Quindío, a partir de la segunda década de este siglo, en el panorama del país. Como hombre de vastas lecturas y enorme ver­satilidad intelectual, abordaba cualquier tema lite­rario, histórico o filosófico que surgiera en una conversación culta, y si no dominaba la materia, luego la profundizaba en su selecta biblioteca

Fue reacio a editar sus propios escri­tos, y en cambio gozaba con las publicaciones de sus amigos. Yo solía hacerle ver esta notoria omisión en su carrera de literato, a veces con tono de cordial censura, para animarlo a divulgar su pensamiento, y él me respondía que ya le llegaría la hora. Cuando al fin salieron sus Huellas en la Historia (1986), sentí alborozo al saber que el amigo ya no era inédito. Supe después que trabajaba en diferentes proyectos y que incluso se hallaba próxima su segunda obra. Ojalá no se pierda el abundante y disperso material que ha dejado silenciado en sus archivos, esperando la hora.

En carta de abril de 1986 me sorprendió con esta noticia: iba a dedicarse a escribir cuento y novela. El solo anuncio era una victoria. Ignoro si logró co­ronar tales propósitos. En aquella ocasión, y para que le creyera, me envió dos cuentos ya terminados: Me siento libre y ¡No sé quién soy! Los leí con entusiasmo y hallé en ellos un fondo de las propias vivencias del autor.

Y además el nervio cuentístico que éste mantenía adormecido. Alirio, como director administrativo que fue del Hospital de Zona del Quindío, presenció no pocas desgracias humanas. Sobre esto hablamos muchas veces en nuestras tertulias habituales. En estos cuentos de eminente sentido sicológico sacó a flote dos temas hospitalarios. Dos tragedias de las tantas que ruedan por las casas de la salud y la muerte. Las volvió literatura un observador atento.

Alirio Gallego Valencia fue sobresaliente hombre de cultura. Murió en Armenia, próximo a cumplir 70 años de edad, el 16 de marzo de 1991. Fue uno de los fundadores de la Universidad del Quindío y ocupó las presidencias de la Asociación de Periodistas y de la Academia de Historia del Quindío. No se le conoció como narrador. Pero en estos dos cuentos que dejó en mis manos –y que ojalá sean un adelanto de su obra póstuma– demuestra sus calidades de cuentista.

Dominical de La República, Bogotá, 23-VI-1991

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