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Me encontré en la vida con . . . Gustavo Páez Escobar

lunes, 17 de agosto de 2020 Comments off

Autor: Gabriel Echeverri González

Notable escritor colombiano nacido en Soatá -Boyacá- el primero de abril de 1936, sus padres Pedro Páez Cuervo, quien ejerció la medicina tropical en Casanare, dueño  de inspiración poética, y Herminia Escobar, afamada profesora en Boyacá; en este hogar nacieron: Gilberto, Graciela, Pedro Elías, Leonor, Jorge Alberto, capitán de navío de la Armada Nacional y autor de un libro de poesía denominado Bitácora de ensueños, publicado  en 2001, y, desde  luego, Gustavo.

Cursó  sus  estudios  básicos en su ciudad natal y en Servitá culminó  con éxito su bachillerato en el colegio de los Hermanos Redentoristas; su vocación de estudio y su formación en latín y en griego fue decisiva para la cimentación de su cultura, la preparación intelectual y el desarrollo vital de escritor consagrado.

Contrajo matrimonio con la distinguida señora Astrid Silva Ortiz, de cuya unión nacieron 3 hijos: Liliana, diseñadora gráfica, funcionaria de Caracol Radio; Fabiola, ingeniera de sistemas y especializada en administración de empresas, y Gustavo, administrador de empresas, con especialización en mercadeo, trabaja en Enel-Codensa.

Dedicación y empeño

Desde la adolescencia inició su vida laboral, primero en la Contraloría Departamental de Boyacá, por 2 años, y más tarde como funcionario del Banco Popular, lugar donde alcanzó importantes responsabilidades con mucho éxito, como ser gerente de una oficina de Bogotá a los 26 años, otras gerencias y otras tareas ejecutivas, durante 36 años de su vida

Banco Popular de Armenia

Encargado de la gerencia y con la misión de conseguir gerente titular, apenas llegó al Quindío sintió el influjo mágico de la tierra y, de una vez, solicitó la gerencia para sí mismo; durante 15 años realizó una maravillosa gestión al servicio de la región, logró que el banco construyera la sede moderna de la calle 21 y que el presidente del banco en esa época, doctor  Eduardo Nieto Calderón, afamado promotor de la cultura, ayudara a Páez Escobar en su empeño de que los 2 pisos superiores fueran ocupados por el Museo Arqueológico, como en efecto ocurrió. Durante su gerencia el museo funcionó en forma admirable.

Novelista y cuentista desde la primera hora

Sus estudios  clásicos lo llevaron muy pronto a la literatura y a los 17 años de edad y viviendo  en Tunja, escribió  su primera  novela, Destinos Cruzados, que publicó en 1971, cuando vivía en la ‘Ciudad Milagro’; dicha obra fue la primera telenovela de RCN, con guion de Fernando Soto Aparicio, paisano de Gustavo  y escritor consagrado, y la dirección  técnica del argentino David Stivel.

En Armenia su producción intelectual fue numerosa: publicó  en 1974, Alborada en penumbra; en 1977, Alas de papel, y en 1982, Caminos, además escribió  20 cuentos  que reunió en un libro que denominó El sapo burlón, publicado  en 1981 por la biblioteca del Banco Popular.

En 1998 fue editada su novela La noche de Zamira, uno de sus trabajos más elogiados por la crítica que tiene como escenario la bonanza cafetera, con los problemas sociales y económicos que se derivaron del singular hecho económico  e histórico.

Entre sus libros publicados en Bogotá es dable mencionar los siguientes: la novela Ráfagas de silencio, una obra de vivencias de selva inhóspita con la figura del legendario Tulio Bayer, como personaje central; Ventisca, que describe la destrucción de un pueblo, con cierta semejanza a la inolvidable tragedia de Armero; Biografía de una angustia, sobre la vida  del reconocido poeta colombiano Germán Pardo García, por muchos años residente en México; Laura Victoria, sensual y mística, la vida de su ilustre paisana, una de las aventajadas poetas eróticas del país. En total 13 libros en los géneros de novela, cuento, ensayo, biografía y periodismo.

Columnista de periódicos y revistas

Viviendo en Armenia se hizo columnista de los diarios El Espectador y La Patria de Manizales, con los años sostiene sus colaboraciones además en La Crónica del Quindío, Eje 21 de Manizales y algunas revistas, como Mirador del Suroeste de Medellín y Aristos Internacional de Alicante, España; cerca de 2.000 columnas, un poco más de 300 sobre el Quindío, recogidas casi todas en  su página web.

Debo destacar que Páez ha sido un constante pregonero de nuestra región, de sus tradiciones, de sus gentes, nunca fue en vano su veneración por el Quindío y desde el primer día fue amor a primera vista, igual su familia; lleva con mucho honor su distinción de hijo adoptivo de nuestra región.

Distinciones y reconocimientos

El gobernador Rodrigo Gómez Jaramillo, ya fallecido, a nombre del departamento del  Quindío le otorgó la Medalla al Mérito Artístico; la ciudad de Armenia, el Cafeto de Oro y la Flor del Café; el municipio de Calarcá, la Medalla Eduardo Arias Suárez; la Contraloría de Boyacá, la Medalla Francisca Josefa del Castillo.

La Imperial Orden de la Doctora de la Iglesia santa Elizabeth de Hesse –Darmstadt– le entregó el título de «Barón de los  caminos» por la semejanza con su libro Caminos, editado por la Gobernación del Quindío en su serie de la Biblioteca de Autores Quindianos.

Este libro y El sapo burlón fueron incluidos en la Cápsula de El Tiempo, a ser descubierta en 2052.

Academias

Es miembro de la Academia de Historia de Boyacá, de la Academia Patriótica Antonio Nariño, del Instituto Sanmartiniano de Colombia, entre otras.

Gustavo Páez Escobar es un ciudadano probo y aplicado a su vocación y a su trabajo diario; como banquero fue un ejecutivo correcto y diamantino, que no obstante sus ocupaciones en el  Banco Popular, ejercitó  la pluma y la lectura con constancia ejemplar; ya libre de esas ataduras laborales, está dedicado de tiempo completo a sus  amados libros, a escribir con dedicación, a la elaboración de sus  columnas y a su condición de padre amantísimo de su familia y de su país.

Lo conocí en la gerencia de la oficina principal en Armenia y desde ese momento entablamos una amistad literaria e intelectual: con el aprecio y admiración que le profeso desde esa época, por su honorabilidad a toda prueba, por su vigoroso estilo de escritor ameno y agradable y por su  señorío de boyacense trasplantado al Quindío, un gran señor con toda su cordialidad y sencillez.

Como bien lo dice, supo combinar las letras de cambio con las letras del espíritu, en ambos frentes se ha desempeñado con altura, con paso firme, con seriedad y certeza, en medio de ideales, esfuerzos y muchas realizaciones, un escritor y un hombre de bien; un ejemplo para todos aquellos que avanzan con dificultad en sus tareas diarias: Don Gustavo, valioso ser humano, registro con inmensa alegría su madurez y su consagración.

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Además: Eje 21, Manizales, 10-VIII-2020. Blog de la Academia de Historia del Quindío, 15-VIII-2020.

Comentarios 

Leí con satisfacción el escrito de Gabriel Echeverri González, en el cual presenta las diversas facetas de tu vida, una descripción de tus numerosas e importantes obras literarias, una maravillosa semblanza sobre tu valiosa vida. Felicitaciones y gracias por honrar al Quindío. César Hoyos Salazar, Armenia.

Bien merecidos los elogios que en su columna de La Crónica del Quindío te hace Gabriel Echeverri. A ellos me uno. Siempre te he profesado una profunda admiración por tus invaluables méritos intelectuales, pero principalmente por tu hombría de bien. Diego Moreno Jaramillo, Bogotá.

Muy merecido el testimonio de Gabriel, porque ha sido una vida magnífica, que bien merecía ser exaltada. Alberto Gómez Mejía, Armenia.

Más que merecida la referencia de Gabriel a tu vida y obra cuya cercanía con nuestra región ya es un logro. Jaime Lopera Gutiérrez, Armenia.

Me enorgullece verte bien plasmado en las letras de Gabriel. Te veo quindiano y amigo como el mejor. Luis Fernando Jaramillo Arias, Bogotá.

Se quedan cortas las palabras al describir la vida de mi papá. En la parte humana: intachable y lleno de sabiduría y de enseñanzas para quienes hemos tenido la dicha de poder caminar al lado, viendo cómo con esfuerzo, amor, disciplina y constancia ha realizado el gran trabajo literario. Gracias, papi, por tantos años de buen trabajo, por seguir creando y dejarnos la mejor de las herencias que son las letras. Estoy muy orgullosa y feliz con esta publicación. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Muy merecido el homenaje que el doctor Echeverri González hace a tu vida y realizaciones. Cuando en vida ocurren estos reconocimientos, se tiene la satisfacción de compartirlos con la familia y amigos, ocasionando, de hecho, otra satisfacción más.  Me adhiero a este reconocimiento. Jaime Vásquez Restrepo, Medellín.

Un justo reconocimiento a la vida y obra del ejecutivo bancario, del escritor y del amigo. Muchos podemos decir también que hace ya bastantes  años  nos cruzamos por la ruta de la palabra con este mismo hombre multifacético de Soatá y que hoy felizmente contamos con el regalo maravilloso de la amistad. Inés Blanco, Bogotá.

Justo reconocimiento a un hombre ejemplar. Tuve el privilegio de estar cerca de ti por un período suficiente para admirar tus valores. Mauricio Borja Ávila, Bogotá.

Gabriel Echeverri pone de relieve en esta semblanza tus dos más grandes cualidades, como son las de escritor y hombre de bien. La primera con sobradas razones, pues tu amplia trayectoria en el difícil arte de escribir bien ha quedado grabada en toda tu vasta producción literaria. Y la segunda, en mi criterio, es la más preciada cualidad que actualmente se le puede reconocer a un ser humano, pues infortunadamente en estos oscuros tiempos que nos ha tocado vivir, pocos son los que se hacen acreedores a este honroso título. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

Excelente hoja de vida, resultado del estudio, la disciplina y la dedicación. Es un legado a las letras y periodismo de Colombia. Humberto Escobar Molano, Villa de Leiva.

Honrosa semblanza la que hace don Gabriel Echeverri. Un reconocimiento a tu vida honrada y fructífera, plena de realizaciones. Comparto la satisfacción por tan merecido homenaje. Elvira Lozano Torres, Tunja.  

Todas las crónicas sobre personajes quindianos de Gabriel las acostumbro leer. En ellas, como en tu caso, se trata de amigos o personas conocidas que con su accionar le han dado lustre o han impulsado obras que han beneficiado a nuestro querido Quindío. Estar en la lista es algo que emociona e impulsa a seguir adelante. William Piedrahíta, Estados Unidos.

La página de Gabriel es un sincero reconocimiento a tu vida de trabajo, estudio permanente y producción literaria. Aquí te sentimos como nuestro, de igual manera a todos los tuyos. La vida se trata de dejar huella: y qué bien que lo has hecho. Esperanza Jaramillo, Armenia.

Un gran reconocimiento a tu labor y a tu vida.  Me alegro mucho que Gabriel haya publicado tu semblanza porque es muy importante, además del reconocimiento público, que se sepa sobre las contribuciones de personajes como tú a la historia del Quindío. Alister Ramírez, Nueva York.

El niño héroe

miércoles, 21 de agosto de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En julio de 1819 llega Bolívar a Belén, Boyacá, y se entrevista con Juan José Leiva, amigo de la causa libertadora. Allí conoce a Pedro Pascasio Martínez, joven campesino que aún no ha cumplido los doce años de edad y tiene el oficio de cuidar los caballos del hacendado. Enrolado en las filas patriotas, el Libertador le asigna la tarea de cuidar su propio caballo.

En el Pantano de Vargas, Bolívar recibe el obsequio que le hace Casilda Zafra, natural de Santa Rosa de Viterbo, de “un hermoso caballo tordillo, radiante, espumoso y triunfal”, como se le describe, y que el nuevo dueño bautiza con el nombre de Palomo en honor a su blancura y bizarra estampa. Con él cabalgará triunfante por las batallas del Pantano de Vargas, Boyacá, Bomboná y Junín.

Con el tiempo, Palomo llega a ser tan famoso como Bucéfalo (el de Alejandro Magno), o Marengo (el de Napoleón Bonaparte), o Rocinante (el de don Quijote). El humilde campesino se vuelve el gran amigo del caballo predestinado para la gloria, al que da de comer, baña y consiente como no ha mimado a ningún otro caballo.

Como soldado del batallón Rifles, Pedro Pascasio aprende el arte de la guerra y persigue al enemigo con la valentía que le inspira el Libertador. Bolívar y Palomo son sus ídolos y de ellos recibe el vigor con que ataca a las fuerzas enemigas. Presencia los horrores de la guerra y su espíritu se llena de ardor patriótico para no desfallecer en su misión.

Cuando por todas partes resuena el triunfo en el Campo de Boyacá, y él ve el entorno  cubierto de sangre y tragedia, comprende lo que significa la libertad. La batalla ha sido ganada. El guerrero está exhausto y jubiloso a la vez. Ahora es libre, y volverá a su parcela como el leñador y carguero que ha sido. En pocos días ha madurado muchos años. Se siente todo un hombre.

Con hombría y valor se enfrenta al poderoso coronel José María Barreiro, comandante del ejército español, a quien descubre oculto en unas rocas próximas al río Teatinos. Pedro Pascasio le apunta con su arma, al tiempo que el militar le ofrece varias monedas de oro a cambio de su libertad. Y queda estupefacto cuando escucha esta orden del soldado intrépido: “Siga adelante, si no lo arriamos”. Y sin vacilación lo entrega a Bolívar. El 11 de octubre, Barreiro es fusilado en Bogotá junto con otros prisioneros.

El Libertador premia la acción del niño héroe con la suma de cien pesos, y lo asciende al grado de sargento. ¡Un sargento que no ha cumplido los doce años de edad! Caso único. Muchos historiadores lo consideran el prócer más joven del mundo. Cuando la independencia es ya una realidad, Pedro Pascasio regresa a sus faenas agrícolas.

En 1880, 61 años después de la Batalla de Boyacá, el Congreso de Colombia enaltece su proeza y le otorga una pensión vitalicia de veinticinco pesos, que solo cobra una vez debido a la dificultad de viajar a Bogotá por los pésimos caminos de entonces.

Muere en su tierra natal a los 77 años de edad, el 24 de marzo de 1885. Su heroísmo, coraje y pulcritud escriben una nota grandiosa en la historia de la patria. Tal vez su mensaje contra la ambición y la avaricia llegue a los días actuales, pero pronto se olvidará en medio de la disolución de valores que desquicia la vida nacional.

Desde las estatuas levantadas en varios lugares del país, la mirada del héroe se dirige hacia el Ejército de la nación y con dedo acusador señala a los autores de los actos de corrupción que han estallado en estos días, en plena celebración del bicentenario de la Independencia. Al mismo tiempo, mira a los miles de valerosos soldados –como él lo fue– que con abnegación, sacrificio y grandeza luchan en ciudades, pueblos, campos y selvas por conquistar para los colombianos una patria grande, tranquila y amable. Patria que no hemos logrado tener.

* * *

Academia Boyacense de Historia. El escritor Vicente Pérez Silva ha dirigido una carta de adhesión a esta prestigiosa entidad con motivo de la omisión que tanto el presidente de la república como la vicepresidenta y el gobernador del departamento tuvieron al dejar de mencionar en sus discursos en el Puente de Boyacá el nombre del principal organismo cultural de la región. De esta manera, pasaron por alto el papel fundamental que este ha ejercido en la preservación de la memoria de grandes sucesos históricos, como el que acaba de evocarse. Inaudita esta falta de reconocimiento. Me solidarizo con la nota de Pérez Silva.

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El Espectador, Bogotá, 17-VIII-2019.
Eje 21, Manizales, 16-VIII-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 18-VIII-2019.

Juan José Rondón: de lancero a prócer

martes, 6 de agosto de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

El 25 de julio de 1819 se libraba en el Pantano de Vargas feroz lucha entre las tropas patriotas y realistas dentro del propósito de independencia de la Nueva Granada. Bolívar buscaba cerrarle el paso a José María Barreiro, que se dirigía a Bogotá. La desventaja era ostensible para el Libertador. Su ejército cumplía extenuantes horas de combate causadas por la fatiga y la confusión que se derivaban del ascenso al páramo de Pisba.

Bolívar había nombrado a Santander jefe de la Vanguardia del Ejército Libertador, y bajo su mando, los valientes guerreros habían avanzado por abruptos caminos, ríos torrentosos y montañas glaciales, hasta llegar a Tame y Pore tras un mes de travesía. Su   aspecto era lastimoso. Algunos se habían vuelto para su tierra y otros habían fallecido en el viaje.

Barreiro empleaba toda su capacidad bélica, y Bolívar pensaba que hacía otro tanto. Pero se había olvidado de la caballería. Mientras las tropas realistas masacraban al enemigo en forma salvaje, Barreiro lanzó este grito triunfal: “Ni Dios me quita la victoria”. Presa del desconcierto, Bolívar manifestó que todo estaba perdido.

Rondón le refutó: “¿Por qué dice eso, general, si todavía los llaneros de Rondón no han peleado?”. Volviendo en sí, el Libertador pronunció su histórica frase: “¡Coronel Rondón, salve usted la patria!”. Y el lancero pronunció estas palabras que sonaron como un trueno en el campo de batalla: “¡Que los valientes me sigan!”.

Y saltaron a la pelea los 14 centauros que él comandaba. Los llaneros todos salieron del estupor y, con una carga de caballería, como jamás se había visto en la campaña libertadora, derrotaron al enemigo. Apabullados, los realistas se dieron a la fuga.

Vemos hoy, dos siglos después, que la figura cumbre de aquella epopeya fue Rondón. ¿Qué le habría pasado a la libertad si se pierde la batalla del Pantano de Vargas? Quizás  Bolívar habría muerto en la contienda, o habría sido capturado y pasado por las armas. Por supuesto, no hubiera tenido lugar la Batalla de Boyacá y la historia habría cambiado de rumbo por completo.

Rondón está hoy exaltado en varios sitios y entidades del país: el soberbio Monumento a los Lancero, de Rodrigo Arenas Betancourt, en el Pantano de Varga; el aeropuerto de Paipa; el municipio Rondón, en Boyacá; la unidad de caballería del Ejército denominada “Coronel Juan José Rondón”, y varios colegios. En Soatá, mi patria chica, un parque lleva su nombre y allí se erige una estatua con esta inscripción: “Juan José Rondón, héroe entre los héroes. Queseras del Medio, Pantano de Vargas, Boyacá. Nacido en Soatá y muerto en Valencia (Venezuela)”. Y tiene esta fecha: 1922 (conmemorativa del centenario de su muerte, a los 32 años de edad). Sus restos reposan en el Panteón Nacional de Venezuela.

El canónigo Peñuela aseveró, basado en una partida de bautismo aparecida en la parroquia con el mismo nombre, que el prócer era soatense y no venezolano. La versión ha sido refutada por notables historiadores, entre ellos S. T. Forzán Dagger en artículo publicado en el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República (vol. 12, núm. 5, de 1969). ¿Llegará a mi pueblo algún alcalde que con valentía –y en honor a la verdad– rectifique esta falsedad histórica?

En el soneto Los caballos de Rondón, de José Umaña Bernal, se siente el palpitar de la patria y el arrojo de los lanceros fantásticos: “Eran potros aquellos de la pampa, corceles / de hirsutas crines largas y rudo galopar; / para luchar traían sus pechos por broqueles / y toda la locura del nervio en el ijar…”

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El Espectador, Bogotá, 3-VIII-2019.
Eje 21, Manizales, 2-VIII-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 4-VIII-2019.

Comentarios 

Muy bueno y oportuno artículo sobre Juan José Rondón. Su acción fue definitiva en esa y otras batallas. Alberto Gómez Aristizábal, Cali.

Oportuno y magnífico el artículo. Como ya no se enseña historia patria, les toca a los escritores volver a escribirla. Josué López Jaramillo, Bogotá.

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Ignorancia sobre los próceres

EL TIEMPO – Bogotá, 7 de agosto de 2019

Señor director:

Me cuenta el escritor e historiador Eduardo Lozano Torres que se le ocurrió, por simple curiosidad, hacer una pequeña encuesta entre amigos, parientes y conocidos con esta pregunta: ¿usted sabe en dónde nació Juan José Rondón? Los porcentajes de las respuestas fueron los siguientes: Boyacá (sin especificar el municipio), 46,7%; Soatá, 13,3%; Ecuador, 6,7%; Venezuela, 6,7%; no sabe, 26,6%. La inmensa mayoría se rajó. Solo acertó el 6,7% (Venezuela, sin especificar el municipio).

Trasladada esta muestra a escala nacional (como ocurre con las encuestas), no resulta desenfocado pensar que existe un abrumador índice de ignorancia sobre los próceres y los grandes sucesos de la patria.

La triste realidad es que hoy no se estudia en los centros educativos la materia Historia Patria. Gustavo Páez Escobar 

Comentarios 

Mi opinión personal acerca del conocimiento y de la cultura general hoy en día es que el internet y el fácil acceso a la información están acabando con la tarea de memorizar fecha, sitios y acontecimientos. Yo no culpo a nadie, simplemente creo que el mundo cambió y el fácil acceso a la información está eliminando esa capacidad de aprendizaje y memorización. Mauricio Guerrero, Miami.

Qué cierto es este panorama. Y como si fuera poco estamos olvidando el aporte sustancial de Anzoátegui en este proceso independentista. Jaime Lopera, Armenia.

Realmente, se abandonó la enseñanza de la Historia y más que todo no hay profesores bien capacitados, para  hacerla viva y amena, de modo que no solo informe. Por ejemplo, ¿qué tal dos años de Historia con alguien como Diana Uribe? Elvira Lozano Torres, Tunja.

Por los caminos de Baza

miércoles, 24 de julio de 2019 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar 

En 1599, hace 420 años, el cabildo de Tunja entregó a Miguel Suárez de Figueroa, hijo de Gonzalo Suárez Rendón, el fundador de Tunja, todo el territorio comprendido entre Jenesano y el río Úmbita, que abarcaba la hacienda Baza y la población de Turmequé.

En 1638 las tierras pasaron a poder de los dominicos, que se asentaron allí para evangelizar a los indígenas y enseñarles técnicas agrícolas. La hacienda fue creciendo con nuevos terrenos hasta alcanzar gigantesca dimensión. Los religiosos la bautizaron con el nombre de Baza en homenaje al municipio español que lleva el mismo título, en el que varios de ellos habían nacido y la comunidad poseía un viejo convento.

En 1861 Tomás Cipriano de Mosquera decretó la desamortización de los bienes de manos muertas, que consistía en vender por subasta pública las tierras y otros bienes  de las órdenes religiosas de la Iglesia católica, los que antes no se podían enajenar. La expropiación se hizo a cambio de un reconocimiento económico a la Iglesia, y con dicha operación se buscó fortalecer las finanzas públicas.

En 1866 la extensa tierra fue dividida en seis lotes, el mayor de 1.500 hectáreas. En ese momento, Francisco Ordóñez compró parte de Baza, y a finales de 1960 nacía una nueva hacienda –la actual– al quedar Lucía Ospina Ordóñez, bisnieta de Francisco, como la dueña de 70 hectáreas, de las miles que habían llegado a formar el latifundio. Junto con su esposo Carlos Schrader Fajardo y los dos hijos se iniciaba una nueva etapa.

Este itinerario de la propiedad ocurrió en medio de conflictos con los indígenas, litigios y rivalidades familiares. Incluso se menciona el capítulo oscuro de una deuda de juego del primer dueño, Suárez de Figueroa, que afectaba su título sobre el inmueble. Hoy la mansión está hecha para el asombro y el disfrute.

No se sabe qué admirar más: si su arquitectura colonial, o la fascinación del entorno, o el confort de las habitaciones, o la amenidad del bar y los comedores, o las obras de arte que adornan los recintos. La cocina, olorosa a pasado, funciona en una estancia dotada de estufa de leña y carbón.

La hacienda está ubicada a dos kilómetros de Tibaná, “tierra de paz, amor y amistad”, según dice su lema. Cerca queda Jenesano, seductora población de gente amable y cálida, la que en 1999 fue declarada el “pueblo más lindo de Boyacá”. Allí  sobresale el moderno condominio Eco del Río, con 31.000 metros cuadrados de construcción y 304 apartamentos. En unos kilómetros más aparece Turmequé, cuna del deporte nacional conocido como tejo. En otro sector de la vía surge Ramiriquí, capital de la provincia de Márquez. De este municipio es oriundo el presidente de la Nueva Granada José Ignacio de Márquez, quien además es el primer presidente boyacense entre los trece que ha tenido la región.

Ha sido Lucía Ospina Ordóñez, nacida en Bogotá y que vivió en Baza los días felices de su infancia y adolescencia, la infatigable y prodigiosa creadora de lo que a partir de 1977 ha sido este paraíso terrenal que cuenta con un hotel de alta categoría incrustado en el corazón de la naturaleza. Delicioso sitio bucólico rodeado de paz, silencio y magia,  de sosiego y embeleso, donde el visitante se encuentra con los bienes primigenios de la vida en medio de árboles y jardines ensoñadores, el gorjeo de las aves, el rumor del agua, el sonido del viento y el embrujo de los paisajes.
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El Espectador, Bogotá, 20-VII-2019.
Eje 21, Manizales, 19-VII-2019.
La Crónica del Quindío, Armenia, 21-VII-2019.
Aristos Internacional, n.° 40, Alicante (España), febrero/2021. 

Comentarios 

Me gustó mucho el artículo como aporte histórico y como invitación a conocer otro bello rincón patrio. Josué López Jaramillo, Bogotá.

Este fin de semana estuve en Jenesano. Me picó la curiosidad, y dada la cercanía, estuve en la hacienda, como visitante, y pude admirar todo cuanto describe el artículo.  Es, sin duda, un lugar espectacular para el encuentro con la naturaleza y el descanso. El mobiliario, la mayoría de época, es asombroso en sus tallas, maderas y cuero. Allí en Baza el tiempo se detiene y regresa como por encanto a tiempos coloniales. Es asombrosa la comodidad con la cual vivieron esas gentes, hasta con piscina de piedra, hoy con azulejos. Un paraje  de sueño y añoranza, con aroma de frutos y vuelo de aves, refugio de colibríes y voces ancestrales. Inés Blanco, Bogotá.

Hacia finales del año pasado una de mis hijas y su esposo pasaron un fin se semana en la Hacienda Baza y vinieron hablando maravillas de la estancia. Yo desconocía la existencia del sitio, pues por esa región estuve por allá cuando era muchacho y nunca más volví. Por lo anterior, este estupendo e histórico artículo fue de mi agrado y creo que un día de estos iré a conocer el hotel y pasar allí aunque sea una noche. Eduardo Lozano Torres, Bogotá.

El recuento logrado por usted de Hacienda Baza me llena de satisfacción, puesto que generosamente nos describe en forma muy amplia, con la apreciación de lo que vivió en su estadía en este lugar, al cual tuve el privilegio de poderle dedicar parte importante de mi vida, y tenerlo hoy en día como el lugar que usted tan maravillosamente describe. Su columna me llena de orgullo y gratitud. Lucía Ospina Ordóñez, Hacienda Baza.

En tiempos del general

martes, 15 de mayo de 2018 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

En mi artículo anterior conté dos curiosas anécdotas relacionadas con el retrato del general Rojas Pinilla, ocurridas casi al mismo tiempo en Manizales y Tunja. Anoté que dicho retrato fue elaborado por Bené en 1953, año en que el general dio el golpe de Estado. Esa foto fue colgada en todos los despachos públicos, al tiempo que se bajaba a toda prisa la de Laureano Gómez, el presidente derrocado.

En la época de la dictadura fui testigo en la ciudad de Tunja, donde residía, de algunos sucesos que conservo nítidos en la memoria. Uno de ellos, el de un teniente de la Policía que en el café Bolívar desenfundó su revólver y bajo los gritos de ¡Viva Laureano Gómez!, ¡Abajo Rojas Pinilla!, disparó toda la carga contra la foto del general instalada al fondo del establecimiento.

Uno de los disparos perforó el escudo de Colombia y la bandera nacional que el general exhibía sobre el pecho. Delicada situación, por tratarse de un ultraje a los símbolos patrios. Aquella vez estuvo a punto de ocurrir en Tunja, la tierra nativa del general, una grave perturbación del orden público. El sedicioso quedó detenido en la instalación militar, y más tarde pasó a la cárcel Modelo en Bogotá.

Tiempo después, Rojas Pinilla lo perdonó en gesto generoso que tuvo amplio despliegue en la prensa. Era, también, un acto publicitario, en tiempos en que el régimen militar atravesaba por serias dificultades de gobernabilidad. Para celebrar el primer año, fue decretada para los empleados públicos la “prima del 13 de junio”, que se entregó mediante la firma de un documento de adhesión al Gobierno. Hasta aquí llegó la luna de miel.

La llegada de Rojas Pinilla al poder fue recibida con júbilo nacional, dado el clima de violencia que azotaba a Colombia. El primer año fue excelente. A partir del segundo se desdibujó por completo el ritmo que se llevaba. La ambición por el poder y el dinero creó el estado de corrupción en que cayó la alta administración, y el hundimiento moral sepultó los postulados puestos en marcha por el general Rojas al comenzar su mandato. Esta historia funesta fue recogida por Alberto Donadío en su libro El Uñilargo.

En la Tunja que evoco, un hombre de pueblo que era conocido como “el loquito” entraba a los cafés y se dedicaba a vitorear a Laureano Gómez. De tanto repetir la escena, ya nadie le ponía atención. Pero una noche le dio por gritar: ¡Abajo el general Rojas Pinilla! En minutos, llegó una patrulla de la PM (Policía Militar), cuerpo que vigilaba la vida ciudadana y reprimía el desorden contra la autoridad. La patrulla lo conminó a que abandonara  con ellos el café. Sin embargo, él no se amilanó. Miró con prosopopeya a los militares, se tocó la garganta, y a pleno pulmón pregonó: ¡Viva el general… (y se detuvo).

Era posible que estuviera poseído por el terror, pues bien se conocía cómo actuaba la PM. Mientras tanto, el grupo militar sentía complacencia por el cambio de actitud del “loquito”. Después del suspenso, este volvió a tocarse la garganta, tomó aliento, miró a la expectante concurrencia, y así remató el grito contenido: ¡Viva el general… jefe supremo… Laureano Gómez!  

El Espectador, Bogotá, 11-V-2018.
Eje 21, Manizales, 11-V-2018.
La Crónica del Quindío, Armenia, 13-V-2018.

Comentario

Muy buena reminiscencia. Recuerdo que Tulio Bayer cuando era secretario de Higiene  en Manizales descolgó la efigie de Rojas que era colocada en todas las dependencias gubernamentales, y en su reemplazo colocó la fotografía de un hermoso caballo purasangre. Alberto Gómez Aristizábal, Cali.

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