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El fantasma de Lehder

viernes, 16 de julio de 2010

Por: Gustavo Páez Escobar

Hace cerca de 20 años cayó Carlos Lehder en manos de la justicia y ese mismo día fue deportado a Estados Unidos, donde lo condenaron a cadena perpetua. Era el primer extraditado en la guerra que se libraba contra los capos. El mafioso, que llevaba una vida disipada –dedicado al consumo de marihuana y cocaína–, había  dejado de ser ficha importante para el cartel de Medellín, del que era uno de sus creadores. Todo parece indicar que sus mismos compañeros delataron su escondite para librarse de él y distraer al gobierno.

Con ese hecho se cerraban en el Quindío nueve años de vida borrascosa (1978-1987), que el capo implantó bajo el mandato de las drogas y el imperio del dinero corrupto. Con el regreso a su tierra nativa, de donde había salido en la juventud para volverse ladrón de carros en Nueva York, la comarca inició la peor etapa de su historia. Con su captura y extradición, regresó una calma relativa. Quedaban muchas heridas abiertas tras la época de desenfrenos que desquició los valores de la familia quindiana. Y se necesitaba el paso no de una sino de varias generaciones para borrar el recuerdo de aquellos días funestos.

Atraído por esa vida funambulesca, el cineasta Camilo Martín Ortiz se dedicó en los días actuales a investigar las andanzas del capo en aquellos años de protagonismo torcido. Esa historia quedó plasmada en el “El mágico”, documental exhibido hace poco en Bogotá y que debe su título al apodo de “mago” con que algunos llamaban a Lehder por sus increíbles aventuras y fechorías.

El negocio de narcóticos lo dirigía desde Cayo Norman, isla de su propiedad en las Bahamas, que le servía de base para introducir la mercancía a Estados Unidos. Al saber que el Quindío gozaba de una próspera situación a raíz de la bonanza cafetera que hacía caer sobre los campos una lluvia de billetes inesperados, se propuso rendirle un homenaje a su patria chica. Un homenaje a su manera.

Al despacho del gobernador del Quindío llegaba días después un regalo insólito: una avioneta Piper Navajo, para que el mandatario se desplazara con facilidad a los municipios montañosos. Se trataba de producir alboroto para que el nombre del capo sonara con fuerza a los cuatro vientos. Y lo consiguió. De ahí en adelante vendrían días oscuros para la región, aunque alumbrados por el dinero dañino con que se compró la conciencia de mucha gente y se pervirtió la moral pública.

La noticia causó revuelo en la comunidad, y pronto fue identificado el donante como el hijo ausente del ingeniero alemán Guillermo Lehder, hombre silencioso y honorable que en épocas lejanas había construido el ferrocarril de Armenia. Ahora, bajo la falsa figura del benefactor público, éste destinaba sumas flamantes para apoyar obras sociales, crear supermercados populares, financiar el deporte y hacer cuanta donación le creara imagen publicitaria.

El Círculo de Periodistas del Quindío, como muestra de gratitud por un cheque recibido de él para reparación de su sede, le entregó una bandeja de plata y bautizó con el nombre de Salón Bahamas uno de sus recintos. Jóvenes profesionales y jovencitas frívolas, al igual que personas de reconocida trayectoria, pasaron a ocupar puestos de privilegio en el emporio económico. Al propio gobernador lo tentó con la oferta de nombrarlo gerente de su organización. Él no picó el anzuelo, pero sí lo hizo su secretario de gobierno.

Y comenzaron a volar lujosas avionetas por los cielos quindianos. Al principio, el tráfico de drogas fue discreto y después, descarado. Los narcóticos penetraban por todas partes, a ojos vistas, y causaban delirio y ruina moral. De momento no se reparaba en la ruina moral: la fiebre de oro se apoderó del departamento.

Tierras antes invendibles eran transadas a precios fabulosos. Nuevos ricos surgían por doquier. Se construían pistas clandestinas y se hablaba de un territorio cada vez más extenso para la soberanía del monarca. Todo se sabía, pero nadie hacía nada para frenar la perversión. Con esa modorra de la conciencia colectiva se perpetraron infinidad de exabruptos y se perdieron los principios ancestrales de una comunidad respetable. Todo lo compraba el dinero y lo barnizaba la moda.

El mafioso, como por arte de magia, un día se volvió político. De la noche a la mañana aprendió ademanes de orador. Después, llenaba las plazas, tanto del Quindío como de otros lugares del país, con multitudes frenéticas bien remuneradas. Contrató magos para que su imagen se difundiera en el ámbito nacional. Ya el Quindío le quedaba pequeño.

Fundó su propio partido y compró un periódico para difundir su imagen. Quiso entrar a los clubes sociales, pero éstos le cerraron las puertas. Entonces fundó su propio club: la Posada Alemana. En la entrada del complejo turístico hizo levantar una estatua de Lennon –su ídolo–, construida por el maestro Arenas Betancourt. Como el obispo de Armenia no quiso bendecir la sede, se llevó al de Pereira, monseñor Darío Castrillón, quien no se negó a esparcir el agua bendita, acción muy bien retribuida por el capo.

Con la captura de Lehder, se desmoronó su imperio. Desapareció la estatua de Lennon y hoy nadie sabe a dónde fue a parar, ni quién se la llevó a hurtadillas. Un incendio misterioso arrasó el comedor principal y por poco consume toda la edificación. Más tarde la lujosa propiedad fue invadida por la hierba y las tinieblas, y así permaneció durante largos años.Lo que antes fue esplendor, ahora eran escombros.

Por allí camina el fantasma de Lehder. Mientras tanto, éste se pudre en su cadena perpetua. Todos lo abandonaron. Todos negaron haber recibido beneficios suyos. Monseñor Castrillón, para justificar el recibo del dinero corrupto, dijo que la plata mala se purifica cuando se destina a obras buenas.

Ya aquellas excentricidades y locuras son cosa del pasado, pero la región no ha podido disipar la pesadilla. Y sigue viendo fantasmas.

El Espectador, Bogotá, 14 de febrero de 2006.

 * * *

Comentarios:

Los que vivimos en el Quindío sabemos todo el daño que le hizo al departamento. Magda Polanía de Giraldo.

Queda por averiguar cuántos hijos hay ahora (como fue el caso de Hitler) regados entre las admiradoras que deslumbró en su tiempo. Otra intriga: ¿su padre era alemán de los que huyeron de su país cuando la derrota nazi? Gloria Chávez Vásquez, Nueva York. (Gloria: no hay precisión sobre hijos suyos. Se habla, más como rumor que como certeza, de un hijo con alguna de sus amantes de turno. Su padre, el ingeniero Guillermo Lehder, no llegó a Colombia por asuntos del nazismo. Nació en 1904 en Hannover. Se graduó de ingeniero civil en la Escuela Superior de Colonia. Excelente excelente. GPE).

El artículo es muy bueno, tiene razón en todo lo que dice, en la corrupción política y eclesial del ahora cardenal Darío Castrillón. Sólo falta un detalle: a Lehder sí lo condenaron, ¿pero no sabe usted por qué no se encuentra en ninguna cárcel? Porque él como venganza a la que le hicieron vendió a los suyos y ahora se pasea por Estados Unidos. Y la patria de sus ancestros, Alemania, por los lados de Stuttgart. Kofas Zizim (correo a El Espectador).

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