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Archivo para martes, 20 de julio de 2010

La cátedra de Drezner

martes, 20 de julio de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Cuando en 1984 Preguntas y Respuestas, de Manuel Drezner, cumplía  35 años de vida en las páginas de El Espectador, Pedro Gómez Valderrama decía en el mismo diario: “Hay algo que es fascinante en ese género de columna periodística, y es la posibilidad de permitir que el lector exprese sus dudas, sus inquietudes, su humor. Manuel lo hace a la perfección, con unas respuestas envidiables por su sabiduría, precisión y lógica”.

Hoy la sección lleva 57 años de ejercicio continuo y se ha convertido en la columna más antigua de la prensa colombiana y una de las más llamativas del rotativo bogotano. Durante casi medio siglo, Preguntas y Respuestas ha sido dirigida por Manuel Drezner. Antes estuvo a cargo de Gonzalo González, GOG, el inolvidable director del Magazín Dominical en una de sus épocas más floridas. (De paso, sea oportuno lamentar la desaparición del Magazín, escuela de escritores que no ha sido superada por ningún otro espacio).

Don Guillermo Cano, director de El Espectador, le propuso un día a Manuel Drezner que manejara dicha sección en vista del retiro de GOG. Aunque el nominado, ingeniero de profesión, se desempeñaba en el mismo periódico en campos que no tenían nada que ver con resolver consultas de los lectores (era comentarista musical y cultural), le pareció interesante la idea y asumió el reto.

Para marcar otro tono, introdujo algunos cambios a la columna e implantó este derrotero claro: hacer una sección ágil y variada donde prevalecieran la amenidad, el humor y la sencillez, y que fuera recinto de temas novedosos, sin penachos de sapiencia pero con respuestas certeras que dejaran enseñanzas útiles para toda clase de lectores.

Drezner, que es persona de fino humor y al mismo tiempo erudito sin pretensiones, y por añadidura investigador impenitente (una de las claves de la sabiduría), implantó su propio estilo. Y se ha mantenido en las páginas del periódico por cerca de cincuenta años, hazaña que poca gente consigue.

Hoy es el decano de los escritores del rotativo, después del éxodo silencioso de José Salgar. Otro veterano de la misma casa, aunque con algo menos de antigüedad y con tiempo interrumpido, es el caricaturista Osuna, maestro en su género y además columnista de opinión, independiente y original. Drezner dice que no tiene afán de jubilarse y que no sabría qué hacer cuando se desconecte de su público.

Las más variadas inquietudes, provenientes de personas ilustradas o de gente del común, son resueltas por el periodista con claridad, gracia y talento. Cuando no abarca el tema o se le escapa algún detalle, no tiene inconveniente en reconocerlo y entonces acude a los propios lectores para que aporten luces o información precisa que permitan dilucidar el asunto.

A veces, el corresponsal no está de acuerdo con determinada respuesta y controvierte el tema. Así se enriquece la cultura. La incredulidad, inmortalizada por el apóstol Tomás, es camino para llegar al conocimiento. De tal manera, la sección se ha convertido en cátedra de amplio bagaje, trabajada por profesor y alumnos.

Otras veces, la duda que se plantea es tan curiosa, imprecisa o insólita, que el consultor debe echar mano de penetrante imaginación para ofrecer hipótesis valederas y al mismo tiempo creíbles, sin llegar al dogmatismo. Preguntar, por ejemplo, como lo hizo la persona que desde Cali se firmó como Richi, cuál es el sexo de los ángeles, es algo que se sale del caso corriente.

Tal vez a nadie más que a Richi se le ha ocurrido presentar semejante acertijo, pero Drezner se las ingenió para escudriñar el secreto angelical tan bien guardado. El maestro, después de mucho tocar y oler el campo bíblico, llegó a la conclusión de que, por tratarse de seres divinos, los ángeles son asexuados y por tanto desconocen las artes de la reproducción.

Con el título ¿Cuál es el sexo de los ángeles?, Manuel Drezner recogió hace poco, en obra editada por Editorial Fonolibros de Colombia, una selección de sus luminosas respuestas, que deben extenderse –así lo esperamos– a varios tomos  más. Se trata de valioso texto de consulta que entra a enriquecer la bibliografía cultural del país y que recibimos con alborozo los lectores constantes de la columna emblemática de El Espectador.

El Espectador, Bogotá, 5 de marzo de 2006.

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Álvarez Gardeazábal: literatura y política

martes, 20 de julio de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El crítico norteamericano Jonathan Tittler, experto en literatura hispanoamericana y profundo conocedor de la cultura colombiana, gastó 26 años investigando la obra de Gustavo Álvarez Gardeazábal. Como resultado de ese escrutinio, publicó el ensayo titulado El verbo y el mando (Colección CantaRana, Tuluá), donde realiza un detenido análisis de los libros y la vida del novelista, con la siguiente conclusión: mediante el uso de la palabra, Álvarez Gardeazábal obtuvo, como se proponía, el peso político que llegó a tener.

En el estudio que realiza Tittler de las doce novelas del autor, aparece un cotejo entre los temas descritos en estos libros y los hechos sociales que ocurrían en el Valle del Cauca y sobre todo en Tuluá, patria chica del novelista y escenario detenebrosa época de terror. La  ficción, en este caso, es fiel copia de la realidad: en varios episodios figuran incluso nombres propios de personajes de la comarca, y otros simulados son de fácil identificación.

La novela más representativa de Álvarez Gardeazábal, Cóndores no entierran todos los días (1971), está calificada como uno de los enfoques mejor logrados sobre la violencia que vivió el país en los años 50 del siglo pasado. Acción que en Tuluá estuvo dirigida por León María Lozano, jefe de los ‘pájaros’, apelativo que recibieron los matones políticos de aquellos días y con el que pasaron a la nefasta historia nacional. Este testimonio histórico, plasmado en breve novela de escalofriante dramatismo, consagró al autor como agudo intérprete de la realidad.

Toda su obra es de denuncia y está manejada por la insatisfacción y la rebeldía que nacieron en el escritor por el contacto con la barbarie reinante en su tierra nativa. Desde joven presenció la descomposición social provocada por políticos y hordas criminales que, tanto en Tuluá como en el resto del país, produjeron el flagelo del terrorismo, la tiranía y el menosprecio de la dignidad humana. Como escritor contestatario y dueño de un estilo descarnado y mordaz, que hería a sus enemigos y dejaba hondas cicatrices, sus libros y artículos de prensa se enfocaron a combatir a los gamonales y denunciar los abusos de poder y las corruptelas públicas.

Con el éxito de sus novelas, que tuvieron alta repercusión en los años 70 con seis títulos publicados en esa década, crecía su vocación por la política. Dicho ideal, según lo expone Tittler (a quien hay que creerle), lo llevaba latente desde la juventud. El ejercicio vigoroso de la palabra le permitía trabajar su liderazgo regional. Era un político nato que, apoyado por sus actos y escritos polémicos, robustecía su imagen pública y de paso se convertía en historiador.

En las décadas del 70 y del 80 su fama literaria logró las mejores notas de su carrera. Ayudado por esa condición y por su ejercicio como catedrático universitario, conferencista y periodista pugnaz, labores en que predominaba el ánimo combativo demostrado desde los primeros años, puso en marcha la conquista del poder. Fue concejal de Tuluá y de Cali, diputado a la Asamblea del Valle, primer alcalde por elección popular de su ciudad nativa en 1988 y reelegido en 1992.

Más tarde es elegido gobernador del Valle con 780.000 sufragios, la votación más elevada en toda la historia de Colombia. Le quedó faltando la Presidencia de la República. Al abordar en forma progresiva y fulgurante las citadas posiciones, deberes que asumió con ardentía –y con eficiencia en muchos casos–, reafirmaba su estirpe política. Conquistado el poder, vino un receso forzoso en su producción literaria y más tarde un declive en la calidad de su obra, que ha tratado de enmendar.

Este itinerario de éxitos vino a frustrarse con su vinculación al proceso 8.000, hecho que lo llevó a prisión y le hizo perder la posibilidad de volver a postularse para cargos de elección popular. En otras palabras –¡vaya ironía!–, perdió el poder por el cual había luchado con tanto arrojo e indudable voluntad de servicio a la comunidad. El rigor con que fue condenado por la venta de una estatuilla negociada en siete millones de pesos, que le fue pagada con dineros provenientes del cartel de Cali (hecho ocurrido dos años antes de ponerse en marcha el proceso 8.000), lo sacó de escena y representó el triunfo para sus detractores y sus émulos políticos, quienes de esa manera vieron despejado el camino para la lucha por la Presidencia.

Con este capítulo de la picaresca política se pone en evidencia uno de los dramas más amargos del servicio público. Pocos colombianos, como Álvarez Gardeazábal, han tenido que sufrir un revés tan apabullante e injusto, que significó para él la inhabilitación vitalicia de su nombre para las contiendas electorales. Dice Tittler que en el mundo entero no existe una pena similar. Comentario que entraña dura crítica a muchas de nuestras enrevesadas leyes que, manejadas a veces de afán y con pasión política (vicio muy colombiano), estropean la democracia e inmolan víctimas propicias que se exhiben ante el país entero, aparentando así la aplicación de castigos ejemplares.

El Espectador, Bogotá, 17 de febrero de 2006.
El Nuevo Día, Ibagué, 12 de marzo de 2006.

 * * *

Comentarios:

Muchas gracias por tan entrañable artículo sobre el libro del profesor Tittler. Hoy mismo lo he remitido a su correo y al del profesor Bolaños. Gustavo Álvarez Gardeazábal.

Mil gracias por la concienzuda y rigurosa reseña que usted ha hecho de mi libro sobre la vida y obra de Gustavo Álvarez Gardeazábal. Da gusto entregarse al trabajo cultural cuando los lectores ejercen sus oficios con tanta lucidez como usted ha demostrado en su artículo reciente en El Espectador. Jonathan Tittler, Estados Unidos.

Este artículo tiene para nosotros, los que hemos tenido conocimiento de la labor de Gustavo Álvarez Gardeazábal, un sabor a reivindicación que debemos difundir. Le pido muy cordialmente me dé la posibilidad de publicar este artículo. Para su información, estoy ubicado en Londres y tengo comunicación con las revistas y periódicos del medio. Jorge Luis Puerta, Londres.

A Gardeazábal lo cegó la política. La búsqueda y obtención del poder cambió su verdadero rumbo: la literatura. En este país es imposible no salir manchado de la política porque los intereses particulares siempre terminan primando sobre los de la gente. Gardeazábal se equivocó, pues con la literatura estaba transformando la conciencia de la gente y ejercía como vigilante de la situación social colombiana. Erró al creer que con el poder en la mano podía cambiar el mundo. Creo que si hubiese seguido escribiendo, ya lo hubiera logrado. Gobernar no es la mejor herramienta del hombre para combatir las desigualdades sociales. Nadim Marmolejo Sevilla.

Me gustó mucho tu columna. Le haces justicia a la obra de Gustavo, a quien veía con mucha frecuencia en vida de Euclides Jaramillo. Íbamos a visitarlo a su casa en Tuluá. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Mozart, genio irrepetible

martes, 20 de julio de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

A Salzburgo, refrescada por las aguas del río Salzach y que cuenta entre sus  tesoros históricos con una famosa catedral barroca, le cupo la suerte de ser la cuna de Wolfgan Amadeus Mozart. Desde el siglo VIII funcionaba en dicha ciudad un poderoso principado eclesiástico, cuya sede fue arrasada por Napoleón en 1803. Medio siglo antes, el 27 de enero de 1756, había nacido Mozart, hijo de Leopold Mozart, violinista que prestaba sus servicios en la corte arzobispal.

Advirtiendo Leopold que su hijo, de tan sólo cuatro años, mostraba una precocidad sorprendente en el arte musical, le dio las primeras clases y encontró en el alumno el campo abonado para el desarrollo de su vocación. A medida que corrían los días, la superación del pequeño era cada vez más asombrosa, como su padre nunca la había hallado en otra persona. Un fulgurante presentimiento le decía que su hijo sería un genio.

A los seis años, Mozart hace en Munich su primera presentación pública y luego actúa ante la emperatriz María Teresa. Su destreza para el pianoforte, el órgano y el clave se traslada a la composición, donde se inicia con un minueto. Más tarde ensaya un concierto para piano. Con esta suma de pericias, donde se nota la mano del padre, al niño prodigio se le abre el horizonte europeo. Años después, el mundo entero aclamará su nombre.

Nadie ha podido explicar el enigma que rodea esta maestría insólita para componer partituras de calidad desde los primeros años de vida. En contacto con los grandes maestros de la música, todos reconocieron su genio. Su fama, en corto tiempo, vuela por el orbe entero. Un día, nimbado de gloria, sale del apacible recinto de Salzburgo y se establece, para el resto de sus días, en Viena, capital mundial de la música. Esta ciudad es un imán para renombrados compositores, como Strauss (padre e hijo), Liszt, Brahms, Beethoven, Schubert, Schuman, Gluck, Haydn. Ahora llega Mozart.

La suerte económica es esquiva para el genio. En Viena pasa enormes penurias, de las que nunca logra recuperarse. En agosto de 1782 contrae matrimonio con Constanza Weber, mujer egoísta y exigente, con quien lleva una vida sin atractivos. Cambia con frecuencia de vivienda (se dice que Mozart residió en Viena en treinta casas), debido a los apremios económicos y a los conflictos que, derivados de su mal genio, formaba con sus vecinos. Trabajaba con mucha intensidad. Su salud era precaria, y a esto se agregaba la crisis religiosa que lo llevó a adherirse a la francmasonería.

En el campo del arte, sus logros eran cada vez superiores. La música sacra, la sinfonía, el cuarteto, el concierto, que conquistaban emocionados aplausos, impulsaron su nombre a las cúspides de la perfección. Abarcó todos los géneroscon portentosa originalidad, y su producción fue inmensa. Mientras tanto, sus enemigos, entre ellos el palaciego Salieri, realizaban secretas intrigas para debilitar el nombre de Mozart en Viena. Cuando estrena Las bodas de Fígaro, su obra más reconocida, las malquerencias tienen que rendirse ante la realidad del talento musical. Sus obras más famosas las compuso en la época de mayores dificultades.

Por aquellos días lo asalta la idea de la muerte, que se le vuelve obsesiva. Su salud va en franca decadencia y sus inquietudes religiosas lo atormentan cada día más. Sus ingresos son deplorables, en medio del encomio. Las deudas lo ahogan. No ha conocido la felicidad conyugal. A su padre le hace esta confesión desesperada: “Nunca me voy a la cama sin pensar que, aunque soy joven, puedo no llegar a ver la aurora”.

A partir de abril de 1791 se ve precisado a aceptar trabajos modestos para poder subsistir. Se siente más agotado y la pobreza amenaza devorarlo. Hace esfuerzos supremos para terminar La flauta mágica y siente próxima la llegada de la muerte. En julio de ese año, un extraño personaje le encarga la elaboración de una misa de difuntos, ocasión que le hace concebir a Mozart su propio Réquiem, que deja inconcluso.

Muere el 5 de diciembre de 1791 a causa de una inflamación cerebral. Apenas había cumplido 35 años. Al día siguiente es sepultado en el cementerio de San Marcos, en la fosa común, debido a que una tormenta de nieve impide la presencia de sus familiares y amigos. Su cadáver nunca fue rescatado, por no haberse podido localizar la tumba, aunque se ha especulado en sentido contrario: en la Fundación Mozart, ubicada en Salzburgo, se conserva desde 1902 un cráneo que se decía era el de Mozart. Pero un estudio de ADN desmintió esa versión.

Sólo después de muerto, Constanza llega a comprender que estaba casada con un genio. De esta efímera existencia nació, hace 250 años, una historia inmortal.

El Espectador, Bogotá, 24 de enero de 2007.

España, ¿sin fumadores?

martes, 20 de julio de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Difícil imaginarse a un español sin su cigarrillo en los labios. Hablo de “su” cigarrillo como si se tratara de una de sus pertenencias de uso ineludible, que en efecto lo es. Hay, claro está, muchos que no fuman, pero la imagen que se ha transmitido al mundo es la de un país envuelto en densas capas de humo.

Es una herencia que viene desde días inmemoriales. Aquella frase según la cual “cada hijo llega con su pan debajo del brazo”, podría modificarse por esta de la misma certeza: “Cada español llega con su cigarrillo pegado a los labios”. Todos los habitantes de ese país, en mayor o menor grado, en forma directa o indirecta, están contagiados por el humo maligno. Si alguien se declara libre del hábito pernicioso, habrá en su propio hogar varios o muchos que lo practican.

La misma literatura española está infestada de nicotina. Don Quijote y Sancho Panza recorrían los caminos y las posadas en medio de fuertes nubes de tabaco. El humo se contorsiona en infinidad de obras con cierto amago de incendio, y sus páginas permanecen intactas. En el cine moderno, el galán acentúa su estampa de seductor con un cigarrillo bailándole en los dedos o en los labios, como gesto de arrogante virilidad que debe encantar a las mujeres.

El cigarrillo es en España parte de su cultura milenaria, como lo es el maíz en Méjico, la coca en Bolivia o la papa entre nosotros. En Colombia logramos erradicar la chicha y el guarapo, con lo que pretendimos liberarnos de un vicio embrutecedor, pero los sustituimos por el aguardiente, bebida que tomada en exceso es tan dañina como aquellos licores aborígenes.

Los españoles llevan el cigarrillo en la sangre y en el espíritu, lo mismo que en los labios: con la mente también se puede fumar. Muchos no inhalan el humo, y gozan lanzándolo al aire como volutas de ilusión. O lo hacen contra el rostro de los demás, con gesto de mala crianza, convirtiéndolos en fumadores involuntarios. En conclusión: todos fuman en España, en forma activa o pasiva. Al igual que en cualquier otra latitud del planeta, fumar es un placer. Placer nocivo para la salud y el bolsillo, que mata a miles de personas en el mundo.

Como nadie –y menos el fumador empedernido– experimenta en cabeza ajena, el enfisema no le da a él sino al vecino. El hijo no aprende que su padre murió de cáncer pulmonar, ni las campañas contra el cigarrillo (frenadas por poderosos intereses comerciales) logran conmover a los fumadores, cuya voluntad es muy débil para dejar un regocijo tan absorbente, y al mismo tiempo –discúlpenme– tan tonto.

El conductor del bus que hace unos años nos transportó por varios países europeos, un catalán obeso y simpático, no abandonó en todo el recorrido su tabaco flamante, con el que parecía inspirarse como si fuera una brújula para el buen desempeño en las veloces travesías. Cuando quisimos viajar por vía férrea a Málaga, para recoger  el automóvil que allí habíamos contratado con destino a Costa del Sol, nos encontramos con la noticia de que no existía cupo en ningún tren por tratarse del desplazamiento masivo que hacen los españoles durante las festividades de la Virgen del Pilar, patrona del país.

Tras larga insistencia, al fin apareció una luz salvadora: podían llevarnos con ‘cierta’ incomodidad ¡en un vagón de fumadores! ¡Qué horror! Pero no quedaba otro camino. Resistir durante un largo trayecto el humo asfixiante de aquel conglomerado de fumadores voraces y dichosos significó tanto como ahogarnos en una atmósfera infernal. Recordando tan tormentosa experiencia, siento que el humo me sale todavía de los resquicios del alma.

Como una manera de desvanecer esta estampa brumosa, he leído en la prensa que los españoles resolvieron, a partir de este primero de enero, tomar drásticas medidas sobre la materia. Las 50.000 personas que mueren al año por culpa del cigarrillo condujeron, al fin, a implantar la ley antitabaco, en virtud de la cual se prohíbe fumar en sitios de trabajo y en centros cerrados de diversión. Los restaurantes con menos de 100 metros cuadrados decidirán si permiten el cigarrillo, y los de mayor área adaptarán una zona especial para dicho efecto. Además, se prohíbe el expendio de tabaco en los quioscos donde se ofrece la prensa.

Por supuesto, habrá que superar muchos escollos para que la nación más fumadora del mundo rectifique su pasado venenoso. Pero lo más importante es aceptar, como se hace hoy, que el cigarrillo es una enfermedad adictiva y destructora, cuyos resultados están a la vista con la cifra impresionante de 50.000 muertes anuales producidas por la nicotina. España expresa así un excelente propósito de año nuevo. Un mensaje de buena salud para el mundo entero. La rectificación es tardía, pero de todas maneras va a intentarse. ¡Enhorabuena, España!

El Espectador, Bogotá, 31 de enero de 2006.

Sueño sellado

martes, 20 de julio de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

De Medellín me llamó Hernando García Mejía a decirme que acababa de enterarse, por artículo de Óscar Domínguez en El Nuevo Siglo, de la muerte de Óscar Echeverri Mejía. Según esa columna, que a mi turno leí en la edición dominical del citado periódico, el poeta falleció el pasado 11 de diciembre en su predio campestre “Aguasabrosa”, situado en Calima-El Darién.

Desde hacía tres años no había vuelto yo a recibir correspondencia suya. En diciembre del 2002, al acusarme recibo de un libro, me ofreció remitirme copia de la nota que publicaría en un diario caleño. Ese artículo nunca me llegó. Una de sus exquisitas muestras de amistad era la de enviar a los autores los recortes de prensa donde comentaba las obras recibidas. Yo sabía que su salud venía en franco deterioro. Por supuesto, su silencio posterior lo interpreté como un signo funesto.

Desde que en agosto del mismo año donó a la ciudad de Pereira su biblioteca particular, que tanto había consentido –conformada por cerca de 8.000 volúmenes–, comenzó a asaltarme el triste presagio de que el poeta se estaba despidiendo de la vida. Hizo coincidir dicho acto con los 60 años de la aparición de su primer libro, Destino de la voz.

A pesar de no haber nacido en Pereira, sino en Ibagué (en mayo de 1918), fue llevado a aquella ciudad a los tres meses de nacido. Allí vivió hasta los 20 años, cuando sus padres se trasladaron en forma definitiva a Cali. En Pereira recibió el hálito de su inspiración poética, y siempre la consideró su cuna sentimental.

En la ceremonia de entrega de su biblioteca fue presentada su última obra: que recopila los poemas dedicados a la muerte en las seis décadas de su laboriosa producción. Profeta de su propio destino, maestro del soneto clásico, le dice a la parca: “No tiene ojos pero nos acecha. / Ignora el almanaque, mas la fecha / que nos asigna nunca se le olvida. / Es la derrota, mas con ella empieza / el duradero triunfo de la vida”. Y en reportaje a Óscar Domínguez le decía poco tiempo atrás: “Yo no pienso en la muerte, convivo con ella”.

Su obra, representada en más de 20 volúmenes, contiene diversas facetas (la romántica, la patriótica, la telúrica, entre ellas) y está movida por profunda  sensibilidad y precioso lenguaje. Fuera de su libro inaugural, editado a los 24 años, su labor deja títulos de gran valía, como Las cuatro estaciones, Escrito en el agua, Humo del tiempo, España vertebrada, La piel de la patria, Duelos y quebrantos.

Fue brillante periodista cultural y gran divulgador de las letras. Su escritura es modelo de casticidad. Con esa virtud, ejerció cátedra ejemplar en las columnas que sobre el idioma –como jefe de relaciones públicas y miembro de la Academia Colombiana de la Lengua– escribía en diversos diarios y revistas.

Como diplomático visitó España, Méjico, Venezuela y Panamá, y como alma andariega descubrió amplios horizontes. Pertenecía a distintas entidades académicas y literarias de Colombia y del exterior. En 1994 el escritor y periodista español Severino Cardeñosa Álvarez le rindió espléndido tributo de admiración al recoger en edición de 400 páginas buena parte de su obra poética.

“Aguasabrosa”, su reino terrenal, conoció sus horas de sosiego –y al mismo tiempo de infatigable creación– en la mejor etapa de su vida. Dicho rótulo era como una insignia ambulante de su espíritu, pues primero se lo asignó al predio rural donde residía en Buga, y al trasladarse años después a su nuevo domicilio en Calima-El Darién, con el mismo nombre bautizó esa morada. Su amor por el campo se lo transmitió su padre, que además, como poeta elemental que era, alentó la visión literaria del futuro escritor.

Ha muerto un inmenso poeta. El nombre de Echeverri Mejía entra a engrandecer el acervo cultural de la patria.

El Espectador, Bogotá, 20 de diciembre de 2005.
Revista Susurros, Lyon (Francia), No. 11, junio de 2006.

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Comentarios:

Le escribo a nombre de Lourdes Carrasco de Echeverri, la esposa del poeta Óscar Echeverri Mejía. Desafortunadamente, al poeta le repitió el derrame que lo aquejaba a comienzo de los años noventa. Fue tratado en Buga y remitido a Cali por lo delicado de su estado. El miércoles 7 de diciembre entró en coma. El domingo 11 de diciembre había fallecido. Por disposición de la familia se programó todo lo necesario de manera rápida (…) Pedro Henao Montes, Cali.

Desde el invernal Madrid, mi cordial abrazo de navidad y año nuevo. Y gracias por tu homenaje al poeta Echeverri Mejía, de cuyo fallecimiento la prensa ha hecho un silencio, este sí, sepulcral. Luego te enviaré uno de sus poemas que más aprecio. Comparto tu criterio de que fue un gran poeta. Augusto León Restrepo, España.

No supe de la muerte del poeta Óscar Echeverri. Ni siquiera en La Patria, donde escribió durante tantos años, se dijo nada. Me duele la partida de un buen amigo y de un excelente poeta. Yo le publiqué un libro de poesía. Era, además, un excelente conversador y muy grato. Carlos Arboleda González, Manizales.

Acabo de recibir por medio del amigo Pedro Henao la columna que usted le ha dedicado en El Espectador a Óscar Echeverri Mejía, en la que incluso se alude a mi trabajo de 1994; muchas gracias por sus palabras. La verdad es que para mí ha sido un duro golpe. Este acontecimiento me ha producido gran tristeza, se marchó algo de mí. Severino Cardeñoso Álvarez, Madrid (España).

Mi amiga Aída Jaramillo Isaza, quien en el silencio de su hogar y lejos del mundanal ruido mantiene permanente comunicación con el mundo cultural, me ha enviado este “Sueño sellado”, única información que tengo de la muerte de Óscar Echeverri Mejía. Otro grande que se fue en su romántica “Aguasabrosa”. Gloria López de Robledo, Manizales.

Nos ha llegado, por el poeta Hernando García Mejía, el artículo “Sueño sellado”, que usted escribió para nuestro común amigo Óscar Echeverri Mejía. Estoy preparando un documento para el poeta de “Aguasabrosa”, en el que quisiera que figurase su trabajo. Le pido permiso para reproducirlo, dándole crédito, claro, a usted, como periodista y escritor colombiano. Reciba un cordial saludo desde Madrid de alguien que aprendió en Cali (1960-1965) a amar a Colombia. Juan Ruiz de Torres, Asociación Prometeo de Poesía, Madrid. (Julio 21/2006: El artículo quedó registrado en la revista Prometeo, de manera permanente, en la sección “Fondo Documental).

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