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Archivo para lunes, 11 de abril de 2011

El imperio del padrino

lunes, 11 de abril de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Es la era del padrino, recurso de primera necesidad como el vestido o el pan. Y su poder es aún superior porque puede pasarse sin vestido y sin pan, pero difícilmente se flotará en este mun­do enrevesado sin un buen padrino. La humanidad tiende a grandes pasos hacia el desnudismo y no sería extraño que Everfit o Pat Primo, para citar dos de nuestras industrias protectoras contra la intemperie, terminaran cualquier día cambiando sus terlenkas por las fibras del plátano.

Acabamos de contemplar a Jacqueline paseando su desnudez por las playas de su paraíso. Un fotógrafo desocupado quiso deslumbrar al mundo con el sensacional descubrimiento. Pero su fantasía fracasó, pues nada logró revelar. En lugar de la sílfide fulguran­te que pretendía sorprender en los cueros de Eva, apenas apare­cieron sombras borrosas que se minimizaron tanto como se agrandó el apetito do una revista voraz.

Jacqueline, que le ha demostrado al mundo que no vive de complejos, no se ruborizó  y continúa paseando tan campante y tan desnuda como antes por su territorio, mientras Onassis, demasiado viejo y curtido para ser timorato, se burla y se encoge de hombros cada vez que sos­pecha la presencia de otro vago que resiste inclemencias detrás de los arrecifes.

Es más importante el padrino que el vestido, ya lo ve usted. Jacqueline puede tirar sus prendas a los tiburones, pero no ha­ría lo mismo con su pesado Aristóteles, sin duda uno de los más poderosos Corleones de la época.

Y no sólo de pan vive el hombre. También de raíces, o de es­carabajos, o de cuy si es pastuso; y es tan desarrollado su ins­tinto de supervivencia, que será necrófago cada vez que sea menes­ter derrotar el hambre, y tan ingenioso y recursivo, que lo aca­bamos de ver fabricar neveras en los picos de los Andes chile­nos para no dejar descomponer las proteínas de sus congéneres-padrinos.

Fatigado el hombre por absurdas carreras y aprisionado entre cohetes y computadores, necesita respirar, quiere destruir los monstruos del siglo veinte. Desea liberarse de las garras de su propia ciencia destructora. No encuentra siempre el hado protec­tor y entonces se siente débil y se desmorona entre la impoten­cia y la frustración.

Incursionemos brevemente por algunos predios:

El brillante bachiller, una promesa para la patria de acuerdo con la zalamería de su profesor cuando lo despedía del claustro con una palmadita en el hombro, regresará cabizbajo una y otra vez a su casa zumbándole en los oídos el chirrido de puertas que se cierran sistemáticamente porque en las universidades existe también la explosión demográfica. En su frustración es posible que termine arrinconando en el cuarto de San Alejo, sitio a donde tarde o temprano llegan las cosas inservibles, el lustro­so pergamino, para comenzar el recorrido incesante por jefatu­ras de personal, hasta que finalmente será nombrado oficial 6° del juzgado 5° superior, si se le atraviesa algún protector; pero si no es tan pródiga la suerte, terminará de ascensorista, ofi­cio que por lo menos le imprimirá arrogancia cuando sube al pi­so 27, aunque le provocará vacío al descender al sótano.

Pero pongámosle un buen padrino y muchas puertas herméticas nunca más volverán a cerrarse; y si como comple­mento exhibe apellido de casta, quedará perfilada su ca­rrera política y no sabemos si desde entonces aparezca el hada madrina (hado padrino suena mal) que comenzará a buscarle sitio en la galería de los prohombres.

* * *

Pretender realizar cualquier diligencia en los laberintos de Circulación y Tránsito es tarea de titanes. Las trabas, el es­tilo, parecen coincidir en todo el país:

–Pase a la casilla número 13.
–La casilla 13 no atiende hoy porque don Torcuato tiene dolor de muelas.
–Las placas solo se cambian en las horas de la mañana.
–La doctora Nicolasa le resolverá el caso cuando termine su incapacidad por maternidad.

Ante argumentos tan invencibles resortamos como una pelota en manos del inefable y sonriente intermediario que con unas piruetas de avezado malabarista rompe en un minuto la maraña que tontamente habíamos pretendido desafiar solos. Por fortuna llevábamos aún los sudorosos billetes para cancelar las tres mensualidades atrasadas del colegio y poco importa vaciarlos en el bolsillo del afabilísimo cicerone con tal de calmar la insoportable jaqueca del momento.

* * *

El hijo de mi amigo acababa apenas de apagar el ojo cuando las supersónicas enfermeras arrastraron la camilla a toda prisa, dejando ahogados los lloros y las confusiones. El cadáver se esfumó como empujado por artificios entre los vericuetos del edifi­cio. Cuando quisimos investigar lo que ocurría, los despojos iban ya camino de la necropsia. No era lógico que eso sucediera si la enfermedad habla sido detectada, administrada, y finalmen­te patentado el deceso, en el centro hospitalario. No era lógica la autopsia, pero no parecía existir fuerza humana para evitarla.

El médico-padrino, único con poder decisorio para suspender la incursión del cuchillo, según se decía, esta­ba demostrando increíble destreza de ubicuidad, pues lo mismo sa­bíamos de su aparición en su despacho del piso octavo, que de su tránsito por la cafetería que quedaba en el primero; y por más que habíamos apostado a uno de los nuestros en cada recoveco del edificio, el galeno seguía refundido; pero apareció cuando corrió la noticia de un cheque que podría ingresar a la tesorería de la clínica.

* * *

El padrino es una institución. Se requiere tanto para nacer como para morir. Y se entromete en actos tan privados como el ma­trimonio, importado por desgracia a veces con nombres tan impro­nunciables, pero elocuentes, como Smith & Wesson, como si no tuviéramos en nuestra patria Cuítivas y Piravanes. Los hay de todos los tamaños y para todos los gustos.

Si la gestión es ante el tendero acaparador, quizás baste la sola visita de la criada coquetona, pues ni pensar que el inspector de precios conseguirá rebajar la computación del Dane. Si le han quitado la placa al carro, piense en la jaqueca que por poco lo enloquece; y no se le ocurra tratar de rescatarla pues caerá  nuevamente en brazos del perito de circulación, cancelando de pronto los partes por las infracciones que nunca ha cometido; lo mejor será que convierta el vehículo en chatarra y resuelve varios problemas al mismo tiempo.

Si lo van a lanzar del apartamento por los seis meses que debe, escríbale a la niña de Piendamó. Si la enfermedad es incurable, busque al doctor José Gregorio Hernández, que opera los casos desahuciados, pero que murió hace 53 años. Si el sueldo no le alcanza, visite al usurero de la esquina; pero no lo haga con mucha frecuencia pues terminaría disparándole un tiro en la cabeza, y dentro de sus condiciones no se encuentran abogados-padrinos. Si el gerente del banco no le aprueba el crédito, cuénteselo a la Junta Monetaria.

Si lo picó la machaca, antes de seguir los consejos de Cromos acuérdese del señor Smith & Wesson. Si está aburrido con el matrimonio, no posesione al suplente, o a la suplente, sin consultar antes la ley de paternidad responsable del doctor Lleras Restrepo. Si lo condenaron a 15 años de presidio, cómprese a Papillón; y si sus mentiras no le sirven para nada, por lo menos se distraerá. Si muere en un accidente de aviación, procure por todos los medios que no queden vivos sus vecinos para que no les sirva de merienda. Y al llegar a la eternidad, busque a don Corleone y fije su residencia en el barrio de las once mil vírgenes, que alguna de ellas puede servirle o por lo menos darle buenos consejos.

Si el mundo es de influencias, de padrinazgos, ¿qué valen, se preguntará, los méritos, el esfuerzo, la capacidad? ¿No vale ser hombre de bien? Claro que sí. Pero no subestime a los padrinos. Tampoco se apunte mal, pues un mal padrino no entra en la receta. En la política, como en los negocios, como en la literatura, como en el empleo, como en el amor, se necesita de los mecenas. No lo piense dos veces: busque Corleones. Y no se conforme con uno, que la vida está muy difícil para subsistir. Lo ideal es un consorcio. Ojalá sepa combinar los hados con las hadas. Dice Peter en su tratado de la incompetencia que «el impulso com­binado de varios padrinos es igual a la suma de sus respectivos impulsos multiplicados por el número de padrinos”.

El Espectador, Magazín Dominical, Bogotá, 21-I-1973.

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El charlatán

lunes, 11 de abril de 2011 Comments off

Humor a la quindiana

Por: Gustavo Páez Escobar

El mundo, este manicomio de estri­dencias, de gritos, de voces desapaci­bles, ha sido invadido por una plaga peor que es la de los charlatanes, ejér­cito diabólico que le ha quitado el re­poso a la vida. No creo que haya mejor definición sobre el charlatán que com­pararlo con una cotorra o una chicha­rra.

Por más equilibrado que se manten­ga el sistema nervioso, difícilmente se resistirá el ruido persistente de la chicharra, que irrita cualquier sensibilidad. Por desgracia, a todo momento tropezamos con las chicharras humanas, que nos interceptan cuando vamos con ma­yor afán, nos cercan cuando ma­yor libertad requerimos, nos hacen engullir, sin respiro, su sartal de menti­ras y exageraciones y, en definiti­va, nos vuelven imposible la vida.

El vendedor ambulante, por ejem­plo, que debe estar dotado de gran capacidad de tacto e ingenio, no parece entender que la mercancía no se vende metiéndola por las narices a la inocente víctima, ni cortándole el aliento, ni robándole el derecho a la defensa.

Cuando menos lo deseamos, tendremos a este sonriente embajador adulándonos con cualidades que no poseemos; felicitándonos por el libro que publicamos, que resultó un fraca­so; ponderando nuestras virtudes admi­nistrativas, cuando la empresa no sabe cómo deshacerse de nuestros «brillan­tes» servicios; admirando el respetable hogar que encabezamos, cuando la mujer desertó hace tres años y los hijos son marihuaneros o haraganes; mencionándonos el nombre del amigo que ha servido de enlace para la entrevista, cuando se trata de nuestro mayor detractor.

Vendrá luego el proceso de explicar­nos en detalle las calidades del producto,  tras este destemplado principio de querer hacerse simpático a la fuerza. Ignoran los tales parlanchines que estamos hartos de escuchar las mismas idioteces, y por más que les suplicamos que frenen la lengua, que se ahorren descripciones inútiles, que nos permi­tan un minuto para aligerar la vejiga, y les explicamos que no tenemos dinero para el mercado, menos para adquirir la enciclopedia de $15.000, conti­núan impertérritos dándole rienda a su inagotable vena oratoria.

Se parecen a los loros, que son capaces de repetir de memoria frases enteras; pero se dife­rencian de ellos en que la cuerda es más duradera en los seres humanos. Excedida la paciencia, no quedará otro remedio que decirle al intruso que se vaya a la porra. Y es posible que lo haga, pero antes se despedirá con múl­tiples muestras de cortesía y la in­variable promesa de volver a visitamos.

Así, la vida no pasa de ser un zumbi­do intermitente. Quizás la felicidad no sea cosa distinta que el disfrute de un poco de calma y sosiego.

Otra variación del charlatán es la del sabelotodo. No habrá tema ni discu­sión, por difíciles que sean, que no do­mine. Es, si se quiere, una enciclopedia rodante. Con increíble destreza arma auditorios y encuentra personas incautas que se sentirán deslumbradas con tanta erudición. Presume de profundos conocimientos sobre las más disímiles materias, lo mismo de política, que de literatura, que de astronomía, que de filosofía o culinaria… Es un auténtico descrestador este sabelotodo que nada sabe.

Pero por fortuna para él, que está emparentado con el pavo real –y discúlpeseme que mencione tantos anima­les en esta nota–, vive henchido, con la cresta flamante y el porte airoso. Aunque si alguien que no sea tan cán­dido aprieta, inmediatamente se desin­flará este maestro de la charlatanería que se nutre de aire. Ya lo dijo Tagore: «Y ese que habla tanto está comple­tamente hueco; ya sabes que el cántaro vacío es el que más suena”.

El Espectador, 15-I-1983.

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El Museo Arqueológico del Quindío

lunes, 11 de abril de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Esta obra, una de las mayores atrac­ciones culturales y turísticas de Armenia,  nació al amparo de la ley 53 de 1959, adscrita al Instituto Colombiano de Antropología. En diciembre de 1965 se expidió la ley 84 que trasladó a la entidad como dependencia de la Universidad del Quindío. Y el primero de julio  1967 –primer aniversario de la fundación del departamento– se inauguró el Museo gracias al tesón de un grupo de ciudadanos que hicieron posible esa circunstancia mediante donaciones de piezas y de dinero en efectivo, en ausencia del primer auxilio nacional que aún no se había recibido.

Dice la ley orgánica que el Museo “tendrá como finalidad especial la salvaguardia, recolección y exhibición de las obras de arte y demás elementos culturales de la civilización quimbaya, a la vez que el reconocimiento de los yacimientos arqueológicos del área que ocupó este antiguo pueblo».

Fiel a esa orientación, la junta que dirige sus destinos se ha preocupado por formar la base del Museo con piezas principalmente pertenecientes al arte quimbaya, y también ha extendido la labor a otras culturas precolombinas. El pueblo quimbaya, que ocupó las tierras que pertenecen hoy al Quindío, fue  maestro en las confecciones orfebres y cerámicas. Opinan los expertos que la cerámica quimbaya es más avanzada que la chibcha y la inca.

Cuenta el Museo con una colección del orden de las 2.000 piezas, consti­tuidas por diversidad de figuras, como ánforas alcarrazas, copas sagradas para libaciones tinajones, urnas, husos, sil­batos, lo mismo que narigueras, aretes, collares y muchos artículos más –do­mésticos y ornamentales– confeccio­nados en barro o en oro puro, y en aleaciones de oro.

El 14 de julio de 1972 se suscribió entre la Universidad y el Banco Popular un con­trato por medio del cual la última enti­dad recibe el Museo Arqueológico a título de fideicomiso por el término de 99 años. El Banco Popular, dentro de sus propósi­tos culturales, se compromete a mante­ner y exponer la colección, corriendo con los gastos de conservación y funcionamiento del Museo. Se han progra­mado los dos últimos pisos de su edifi­cio para conformar la sede aborigen a la altura de las técnicas modernas, lo que vale decir que el Museo Arqueológico del Quindío ha dado un paso impor­tante que lo colocará en sitio promi­nente dentro del patrimonio precolom­bino.

Armenia, ciudad cultural y progre­sista, guarda con celo estas reliquias históricas como homenaje al pueblo quindiano de ayer y de hoy.

La Patria, Manizales, 30-X-1972.
Directorio telefónico del Quindío, 1973.

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Una silla histórica

lunes, 11 de abril de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Hermógenes Maza, convertido ya en el vencedor de Tenerife tras dra­máticos actos de arrojo y desenfreno, no sació nunca la sed de venganza y tropelía que desde lo más recóndito de su ser había jurado hacer implacable, en las noches atroces de su cautiverio en Caracas. El apetito de sangre, de re­friega, solo terminaría al apagarse su vida. Los estudiosos se detienen en ciertos rasgos o circunstancias para hallar la explicación del carácter de las personas. No hay duda de que los vejá­menes que sufrió el  héroe en la prisión le dejaron cicatrices incurables.

El mayor desborde de odio parece centrarse en los sucesos que siguieron a la toma de Tenerife. Rondando por las aguas del Magdalena, en inmedia­ciones de Mompós, penetró a un con­vento que se hallaba abandonado y halló una silla, perteneciente a la abadesa de hermanas carmelitas que allí habitaban. El mueble, hasta entonces asiento de reflexión y con­sejo, iba a convertirse en el trono de la furia.

Lo hizo transportar al borde del río y se po­sesionó de él para ejercer su «justicia», la justicia que llevaba quemándole el corazón y que descargaría, con el ímpetu de Diomedes, sobre las cabezas de los cautivos. Estos fueron desfilan­do a empellones y en su presencia de­bían pronunciar bien la palabra Fran­cisco, bien Zaragoza, para determinar si eran españoles o americanos. Si la pronunciación de la ce o la zeta era española, el prisionero era condenado a muerte. ¡Vere­dicto impresionante éste en que el solo acento, imposible de modificar ni aun en momentos de serenidad ante el mie­do, determina la salvación o el sinies­tro!

Los verdugos, armados de machetes, daban el golpe de gracia antes de lanzar el cuerpo al río. Las aguas del Magdalena se tiñeron de san­gre por largas horas, hasta que el encono del patriota pareció aplacarse al pasar ante la silla de la muerte el último de los enemigos.

Se habían invertido los papeles. Años atrás, en la mazmorra de Caracas, se le había sometido a horribles tor­turas, y varias veces había sido con­denado a muerte. Su cautiverio fue una muerte lenta. Pero cuando logró evadirse, convirtió su ex­periencia en el filo inexorable de la muerte reprimida que le infligieron a diario. Maza pasó a ser verdugo, por caprichos del destino. No perdonó, co­mo no lo perdonaron a él. La saña del enemigo se mostró incontenible y solo la audacia e intrepidez del militar lo llevaron a saltar las tapias de la cárcel, en inmediaciones de su ejecución.

Los biógrafos se adentran en in­finidad de detalles para explorar el pa­sado que suele llegar en fragmentos o en mensajes, coherentes unos y los más confusos, de los que arranca la his­toria. La imaginación une en ocasiones vacíos irremediables, pero de todas maneras el estudio salva grandes eslabones que son los que integran el alma de la noticia. Se recogen, otras veces, elementos físicos que custodian los museos como pertrechos de la gran­deza. Los sables, los cañones de nuestra libertad han sobrevivido a muchos naufragios. Las botas y los uniformes militares que nos dieron lustre, han re­sistido la embestida de los años.

La silla que inspiró aquel grito de venganza, de furor e in­dependencia, fue carcomida por el tiempo Puede pensarse que tras el sangriento castigo se lanzó a la tur­bulencia de las aguas, manchada como había quedado por la sangre insurgente. Alguien ha debido sal­varla para la posteridad. Su significado, su elocuencia, son relevantes en la per­sonalidad del héroe de Tenerife. El arrebato se acrecentó y engrandeció ante ella. En aquel instante surgió la fiereza del hombre aguerrido, del héroe humillado. En esa explosión de ira y vehemencia quedó plasmado el carácter del general Maza.

Los héroes nos pertenecen con sus atributos y debilidades, sus glorias y fracasos. Esa silla, que dibuja un acto de ímpetu, tiene mucho de historia patria.

La Patria, Manizales, 8-XI-1972.
Prensa Cultural Nueva, Ibagué, noviembre de 1993.

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Titulares de prensa

lunes, 11 de abril de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

La vitalidad humana se va reducien­do conforme transcurren las horas del día. Hay mayor lucidez por la mañana que al declinar la tarde. La noche es un paréntesis, un oasis de las fatigas coti­dianas. Y el sueño repara y revitaliza. Es ideal una inyección de optimismo al comenzar el nuevo día. La naturaleza, por sí sola, anima el espíritu. Y si a esto se agrega una pequeña dosis de humor, o la concentración en un pensa­miento agradable, o el cálido reencuen­tro con el hogar y la vida, la jornada se emprende con decisión y empeño.

El periódico es buen ingrediente para la salud mental. El buen artículo, o la noticia que gusta, o la caricatura picante, o el bikini que da calorías, y hasta el horóscopo de mentiras piado­sas, reconfortan el ánimo. Todo per­fecto, hasta que el mundo diáfano que nos envolvía parece distorsionarse con las tragedias de la humanidad. Hoy los titulares de prensa amanecieron fúne­bres. Cojo al vuelo solo unos pocos:

Escuadrón de la muerte. Chocan dos avionetas’. Carro fantasma mata a esposa de piloto. Terrorismo pos­tal en Bogotá. Sindicado de matar a catedrático. Eln asesinó a hacenda­do. Asesinados dos ancianos. Dra­mática explosión de gas. Se suicidó el escritor H. Montherlant. Locali­zan otro cadáver. Cruz de fuego, carretera de la muerte. El bus pare­cía una tea. Muerte bajo un trac­tor. Ahogados 155.000 pollitos…

Avanzo, retrocedo hojas. Pero todo inútil. El mundo está infestado de tra­gedia. Y hasta 155.000 pollitos sucum­ben por falta de concentrados. El opti­mismo se desmorona, no puedo evitar­lo. Prefiero no pasar al otro periódico. Salto noticias, tratando de salvar este panorama desolado. Pero no tengo suerte, pues se unen involuntariamente dos renglones, como en ciertos dobles de cine:

Control sobre 5.000 prostitutas. Qué pena tan honda me da ser mujer. Esto último lo dice Juana de Ibarbourou.

La Patria, Manizales, 26-X-1972.

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