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Medicamentos por las nubes

martes, 24 de noviembre de 2009

Por: Gustavo Páez Escobar

Mientras el Gobierno trata de encajar la economía dentro del 5,5% de la inflación proyectada para este año, hay renglones de la canasta familiar que, al registrar alzas exageradas, superan varias veces dicho límite. Tal sucede con una buena cantidad de medicamentos fundamentales que bajo la presión de la demanda presentan continuos cambios de precio y así mismo se vuelven inaccesibles para muchos bolsillos.

En esta carrera alcista influyen en alto grado las campañas publicitarias que las firmas productoras desarrollan a través de los medios de comunicación. El dinero que invierten en costosa propaganda termina pagándolo el consumidor, con un elevado ribete para los laboratorios. Estos trucos del mercadeo no los controla nadie, y siempre los paga el pueblo. Con la política actual, según la cual los precios se regulan por la ley de la oferta y la demanda, se cometen los mayores abusos.

La revista Carrusel, en su edición del 12 de marzo, presenta un cuadro dramático sobre esta dolencia de los colombianos. Entre otros casos, cuenta la historia de un diabético que debe consumir dosis diarias de Gliformin, de laboratorios Pharma, cuya caja de 30 pastillas sube en promedio dos mil pesos cada mes, y tres y cuatro mil pesos las cintas para glucometría, cada quince días. A este ritmo, ¿cuánto representan al año estas alzas progresivas? El argumento dado por algunos laboratorios en el sentido de que “el precio está dado por el mercado”, debería ser materia de revisión porlas autoridades, pues este camino conduce a la especulación.

La misma revista presenta situaciones como la de Nizoral, de laboratorios Janssen, que el 24 de noviembre de 2003 valía $37.720, y cuatro días después $46.000, lo que representa un alza del 22%. Totalizadas las alzas de los seis productos mencionados por Asocoldro dentro de la investigación adelantada por Carrusel, se obtiene un incremento promedio del 17% en pocos meses. Más de tres veces el tope inflacionario previsto para un año.

Los ejemplos se multiplican en la masa de los consumidores. Por ejemplo, una caja de 10 tabletas de Lipitor (10 miligramos), de laboratorios Pfizer, tenía un precio de $59.549 en junio de 2003, y pasó a valer $86.900 en marzo de 2004, es decir, 46% más; pocos meses antes ya había tenido un ajuste del 8%. La caja de Betaloc (50 miligramos) de 10 pastillas, de laboratorios AztraZeneca, tuvo en el mismo lapso un aumento del 28%.

En Lecturas Dominicales del 14 de marzo, el doctor Guillermo Maya Muñoz, de la Universidad Nacional de Medellín, ofrece juiciosas reflexiones acerca del campo tan controvertido de la libertad de precios, cuyo desmadre se ha salido de los límites tolerables. El articulista, que dirige su inquietud hacia los efectos nocivos que estas permisiones producen en la salud de los pacientes, formula esta pregunta: “¿Puede el mercado manejar los medicamentos?”.

Muchas medicinas indispensables para salvar la vida se volvieron artículos de lujo y solo pueden adquirirlas los ricos. Hay gobiernos que se preocupan más por proteger los intereses de los laboratorios que la salud del pueblo. Desde luego, el bolsillo de los pobres no tiene acceso a los medicamentos caros. La falta de políticas más congruentes y más definidas a favor de la población indefensa es la causante de muchas muertes, por carencia de recursos económicos de los pacientes. El tema no es de poca monta y bien vale la pena que se examine con la seriedad y la urgencia que imponen las circunstancias.

El Espectador, Bogotá, 1° de abril de 2004.

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