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El último piedracielista

jueves, 11 de noviembre de 2010

Por: Gustavo Páez Escobar

Con Carlos Martín, muerto en Tarragona (España) el 13 de este mes –a la edad de 94 años–, desaparece el último de los integrantes del grupo poético Piedra y Cielo, del que hicieron parte Arturo Camacho Ramírez, Tomás Vargas Osorio, Gerardo Valencia, Darío Samper, Eduardo Carranza, Jorge Rojas, Antonio Llanos y Aurelio Arturo.

El municipio de Chiquinquirá, de donde era oriundo, le rindió en septiembre pasado cálido homenaje a través de la Fundación Jetón Ferro, dirigida por Raúl Ospina. Elaborado por el escultor chiquinquireño César Gustavo García, fue descubierto en el parque Julio Flórez el busto de Carlos Martín, que entró a enaltecer la galería de otros ilustres bardos de la ciudad: Julio Flórez, José Joaquín Casas, Pío Alberto Ferro, Antonio “Jetón” Ferro. Significativo homenaje que siquiera se le tributó en vida, si bien no le fue posible concurrir al acto en razón de su avanzada edad.

En 1961, Carlos Martín se trasladó a Holanda al ganar mediante concurso la cátedra de literatura hispanoamericana en la Universidad de Utrecht. La reina Juliana dictó un decreto nombrándolo profesor vitalicio. Desde entonces se quedó viviendo en Europa, y siempre mantuvo el espíritu en Colombia, a donde viajaba con relativa frecuencia. Cada venida constituía motivo de  júbilo tanto para él como para sus numerosos amigos.

Estudió Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana. Fue profesor de literatura, y además secretario general, del Colegio de Boyacá. En Tunja dirigió la revista Altiplano. Se desempeñó como jefe de redacción de la revista Sábado. Durante largo tiempo trabajó como abogado del Ministerio de Educación. También fue abogado de la compañía Shell.

Como rector del Colegio Nacional de Zipaquirá tuvo como alumno a Gabriel García Márquez, que le hace un vivo reconocimiento en su libro de memorias. A la edad de 47 años, Martín interrumpe su vida laboral para dedicarse por completo a la cátedra universitaria y al ejercicio poético.

En la Radio Nederland realizó amplia difusión de las letras hispanoamericanas, materia en la que era verdadero experto. Siempre vivió pendiente del desarrollo literario de Colombia y preocupado por enaltecer a sus escritores. Dice Pedro Gómez Valderrama: “Enseñó a Colombia, enseñó a América Latina a toda una expresión literaria que retrata un continente; y dejó una maravillosa huella, un camino poético que hoy conduce a su casa cercana a Madrid”.

El piedracielismo tuvo alta figuración en la década de los años 30 y 40. Después, sus miembros tomaron diferentes caminos, pero siempre conservaron su esencia como líricos influidos por Juan Ramón Jiménez, autor del libro Piedra y Cielo, y por la generación española de 1927. Martín era el benjamín del grupo, aunque los demás lo llamaban “el viejo”, tal vez por su porte atlético. Sin embargo, su espíritu festivo y su exquisito trato le imprimían aire fresco.

En este sentido, Otto Morales Benítez lo define así: “Como persona era un hombre muy grato, tenía un humor suave y fino. Nunca incomodaba a la gente ni se refería con malos términos, sino que era viendo el lado amable de la vida”.

Deja una obra de profundas resonancias, con énfasis en el amor, el dolor, el placer, el pecado, el misterio de la vida. Hay versos angustiados, a la vez que imbuidos de embrujo y ascetismo, y marcados por la donosura y la diafanidad de la expresión y la profundidad del pensamiento. La mujer es su norte permanente.

Entre su producción se destacan títulos como Territorio amoroso, Travesía terrestre, Es la hora,  La sombra de los días, Epitafio de Piedra y Cielo y otros poemas, Hacia el último asombro, El sonido del hombre, Vida en amor y poesía (suma poética, publicada en 1995, en 614 páginas, por el Instituto Caro y Cuervo).

En el poema Me acerco a ti, que hace notar su tránsito amoroso entre la patria colombiana y el Viejo Mundo, exclama: “Te amo entre nubes fugitivas. Rachas / de viento norte cruzan sobre arenas, / colinas, prados, pueblos y ciudades / del Viejo Mundo donde tú me esperas. / Vengo, no obstante, con la patria dentro, / rumorosa de bosques en la sangre / y aún las frutas de sus huertos saben / al sabor de tus labios y tus pechos”.

Figura grande la de Carlos Martín. Boyacense de primera línea, colombiano destacado en los escenarios literarios del mundo. Muere en olor de poesía, de su perenne poesía que lo acompañó y lo vivificó hasta el último momento de su existencia, y con ella honró a Colombia.

El Espectador, Bogotá, 19 de diciembre de 2008.
Eje 21, Manizales, 21 de diciembre de 2008.

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Comentarios:

Inolvidable poeta. Se fue a tirarnos piedrecillas de numen desde el cielo. Ramiro Quiroga Ariza.

Buena nota sobre el poeta bogotano (1914), bartolino y javeriano, abogado de corta travesía y maestro en Zipaquirá antes de serlo en escenarios europeos, cuya obra no es bien conocida fuera de círculos cultos. Pereque43.

Comparto con placer y con nostalgia la columna sobre Carlos Martín, mi gran amigo con quien di recitales en la plaza de Colón de Madrid. No sabía que estuviera en España. Ramiro Lagos, Bogotá.

Muy merecida y muy linda esta nota tuya de despedida para Carlos Martín. La estoy compartiendo con los amigos de la Revista Escarabeo, con los cuales en una época leíamos con verdadero deleite y admiración a los piedracielistas. Alfredo Arango, Miami.

Excelente artículo. Yo lo conocí una vez en la oficina del doctor Otto, en Bogotá. Lástima que la gran prensa no haya destacado su muerte. Carlos Arboleda González, Manizales.

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