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Archivo para lunes, 22 de noviembre de 2010

Dos operaciones históricas

lunes, 22 de noviembre de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Las Operaciones Fénix y Jaque, realizadas contra las Farc en marzo y julio del año pasado, se convirtieron en el detonante mayor para que los presidentes Correa y Chávez enfilaran sus baterías contra Colombia. Desde entonces no han dejado de agredir al presidente Uribe con toda suerte de oprobios, insultos y amenazas, como si fueran ellos mismos los blancos atacados.

Por supuesto que ambos mandatarios, como simpatizantes de la filosofía del grupo guerrillero y protectores suyos en sus respectivos países, sintieron en carne viva los demoledores golpes propinados por la inteligencia militar colombiana y la Fuerza Aérea. Y han rebuscado cuanto argumento maquiavélico les ha venido en mente para obstruir la labor de nuestro mandatario, y de paso causan hondas grietas en la economía fronteriza de los dos países. Así de fácil se juega contra los intereses de ambas comunidades hermanas.

No solo se sitúan en el perverso campo de enemigos de nuestra soberanía, sino que incitan a otros países, fáciles para acatar sus intentos disociadores, a fin de que se sumen a su causa, como en efecto ha sucedido, cada vez con mayor saña y sinrazón. El grupo de países que gira bajo la presión petrolera del presidente Chávez lo hace más por conveniencias económicas que por causas ideológicas. Pero revolviendo ambas circunstancias, como lo hace Chávez con fines aviesos, se obtiene mayor provecho.

Lo que existe en el fondo, y la sensata opinión pública internacional no lo ignora, es el empeño expansionista de la llamada política bolivariana de que  tanta gala hace nuestro vecino belicoso que se autoproclama, sin pudor, como el segundo Bolívar. ¡Qué diferencia abismal existe entre los dos personajes!

Chávez pretende convertirse en el jefe supremo de los países afines a sus ideas y propósitos, labor que se le facilita por la irrigación de su riqueza petrolera –hoy en declive, pero aún con fuerza suficiente para causar daño–. Para eso acude al manido expediente de las adhesiones antiimperialistas que hacen carrera en el continente. Proclamando la lucha contra el imperio, que tal es su lenguaje fogoso de los últimos días frente a la presunta instalación en Colombia de las bases militares, comete toda clase de desafueros, sin freno en la provocación ni temperancia en el lenguaje.

Correa y Chávez no podrán dejar de reconocer el profesionalismo demostrado por nuestros organismos de inteligencia en la ejecución de las dos Operaciones maestras, que pasarán a la historia y que han desarticulado, de qué manera, el vigor del movimiento guerrillero. Desde luego, no lo hacen en público, porque no conviene a sus tácticas secretas. El mundo entero aplaudió estas acciones valerosas, inteligentes y certeras, difíciles de cumplir en cualquier latitud.

No hay antecedentes de una misión tan perfecta como la Operación Jaque, descrita en forma estremecedora y fidedigna por el abogado y escritor Juan Carlos Torres, cuyo libro ha tenido amplia difusión en varios países. Lo que sucede ahora con la arremetida que Chávez y sus presidentes incondicionales ejercen contra Colombia por el convenio que adelanta el Gobierno respecto a la cooperación militar de Estados Unidos para controlar el terrorismo y el narcotráfico, es consecuencia indudable del éxito logrado por Uribe en su política de seguridad.

Hay que repetirlo: de estas dos Operaciones históricas, que pisaron callos en la vecindad, nace la malquerencia desatada contra el país. Si bien es inaceptable que los presidentes que agitan “vientos de guerra” acudan a procederes de tanta ruindad como los que ahora se viven, la actitud de Colombia debe ser prudente y conciliadora. La diplomacia por encima de la vulgaridad.

La grandeza de Álvaro Uribe debe imponerse sobre estas bajas trapisondas. La historia se encargará de decir dónde estaba la razón.

El Espectador, Bogotá, 13 de agosto de 2009.
Eje 21, Manizales, 12 de agosto de 2009.

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Comentarios:

Muy buen análisis de todo este proceso que vivimos con dolor los que queremos a Colombia y nos damos cuenta de los equívocos de los gobernantes vecinos. Ustedes los periodistas, que son los voceros del silencio del colombiano común, llevan nuestras voces de inconformismo. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Me gustó mucho esta página, y más aún sus últimas líneas: “La diplomacia por encima de la vulgaridad”. Estamos muy mal de vecinos. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Leí con mucho interés y placer su columna sobre las dos operaciones históricas, con la cual no podría estar más de acuerdo. “La diplomacia por encima de la vulgaridad” es un lema que vale la pena atesorar. Por supuesto, me sentí muy honrado por su generosa mención a mi libro sobre la Operación Jaque, que le agradezco de corazón. Le cuento que el 22 de julio pasado lanzamos en Madrid, en el inmejorable escenario del Palacio de Linares (Casa de América), la edición española del libro, que ha tenido muy buena acogida en los medios hispanos y ya está comenzando a leerse en el viejo continente. Juan Carlos Torres, Bogotá.

De hostilidad en hostilidad

lunes, 22 de noviembre de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

A tal extremo ha llegado el ánimo ofensivo del presidente ecuatoriano Rafael Correa contra Colombia, que su furia se le volvió una obsesión patológica de difícil sanación. Ya no sabe qué hacer para vengarse de nuestro país por los efectos de la Operación ‘Fénix’, la que  desenmascaró su apoyo flagrante a la guerrilla de las Farc.

Correa aprovecha cuanto motivo le sea propicio (o cree que le es propicio) para vociferar contra Colombia. Pero sus alaridos no producen otro efecto que el de retratarlo como un gobernante desmesurado que, perseguido  por sus propios problemas domésticos y carente de razones para sostener su falacia anticolombiana, escupe a los cuatro vientos su saña rabiosa. De tumbo en tumbo, como lo hemos visto actuar en los últimos meses, su figura se debilita a nivel internacional y local por culpa de sus propios yerros.

No le bastó que los computadores de ‘Raúl Reyes’ revelaran su cercanía y apoyo al grupo guerrillero. Para distraer a la opinión pública, táctica en la que el presidente Correa se muestra como consumado malabarista, se valió de un juez de Sucumbíos que dictó orden de prisión (como si se tratara de un residente en dicho país) contra el ex ministro Juan Manuel Santos como  responsable de la incursión militar, el primero de marzo de 2008, en el campamento de las Farc montado en territorio ecuatoriano. La solicitud elevada en tal sentido ante la Interpol fue denegada por dicho organismo por el claro espíritu político que contiene.

Vino luego el video del ‘Mono Jojoy’ que devela el apoyo económico prestado por las Farc para la campaña presidencial de Correa. Video que, a pesar de su contundente evidencia, el pugnaz mandatario pretende desvirtuar con el manido argumento de que se trata de un montaje. Y busca que el pueblo le crea. Pero la opinión pública sabe distinguir lo que es cierto de lo que es engañoso. En esto no puede existir duda.

Este pueblo hermano de Ecuador, con el que nos unen tantas cosas buenas, tantos ideales e intereses mutuos, mira estupefacto, al igual que nosotros, esta etapa distorsionada de la historia contemporánea que se ha salido de madre a merced de la intolerancia y la insensatez de ciertos gobernantes. No se está luchando por causas justas, sino que se obra con la sinrazón dictada por el egocentrismo y el odio visceral.

En los ojos de la historia ha quedado nítida la mirada rencorosa del presidente Correa frente al gesto gallardo del presidente Uribe, en célebre reunión internacional. Los tiempos futuros se encargarán de dilucidar esta actitud agresiva, que lejos de aminorar, su protagonista ha acrecentado al máximo, incluso con el castigo humillante para las exportaciones colombianas a su país.

Y como si fuera poco, nuestro fortuito enemigo se viene lanza en ristre contra el acuerdo de cooperación militar, en trámite de suscribirse con Estados Unidos, mediante el cual se favorecerá la política de control del narcotráfico y el terrorismo. Nada nuevo ha sucedido, ni va a suceder, diferente a mantener puntos estratégicos para contrarrestar, con la asesoría norteamericana, tales flagelos sociales. Cerrada la base de Manta en Ecuador, se opera su traslado a Colombia, sin que ello implique una amenaza para los países vecinos.

Lo que pasa es que existen presidentes recelosos, siempre en plan de buscar problemas donde no los hay, como Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia y Daniel Ortega en Nicaragua. Sus voces se orquestan en contra de Colombia cuando en sus alianzas antiimperialistas confunden los actos de la autodeterminación de los gobiernos con políticas desafiantes para la región, que en este caso no existen.

Y nos amenazan con las armas y la guerra, como si se tratara de un juego infantil. Esta atmósfera movida por el resentimiento y la hostilidad es el peor detonante contra la paz de las naciones. Se espera, por supuesto, que los ánimos exaltados bajen de tono; que haya sentido de convivencia; que se fortalezcan los vínculos diplomáticos y que lleguemos a conquistar los lazos de unión forjados por el Libertador.

La figura histórica de Bolívar, que tanto apasiona a Chávez, ojalá pase de lo teórico a lo real, como emblema y motor para la paz y el progreso regionales.

El Espectador, Bogotá, 27 de julio de 2009.
Eje 21, Manizales, 28 de julio de 2009.

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Comentarios:

Esta clase de artículos ayudan a que tus lectores tengamos la oportunidad de mirar aún más claro el conflicto que estamos viviendo con países hermanos. Olga Lucía Reyes, Bogotá.

Leí tu artículo y fue muy interesante conocer datos que, con tantos detalles políticos, desconocía. Ramiro Lagos, Madrid (España).

Lo que sucede con Correa es que quedó descubierto, o como decimos en Venezuela, “lo agarraron con las manos en la masa”, y ya no puede seguir mintiendo, ni tratar de parecer lo que no es. Todo el mundo sabe que la pandilla de Chávez, Morales, Correa y Ortega es un grupo de narcotraficantes que tienen sus nexos y apoyan a las Farc. Zelaya estaba en lo mismo y ahora se le enredó la cuerda. Imposible que a Correa y demás miembros del clan les gusten las bases norteamericanas en Colombia, porque les harán el tráfico mucho más difícil, pero Colombia tiene el derecho a hacerlo. Además me imagino que los colombianos querrán que llegue al país la paz integral. Mercedes Montero, Nueva York.

Cuentos viajeros

lunes, 22 de noviembre de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Con la ida de Helena Araújo a Suiza, en 1971, Colombia perdió la presencia activa de una gran crítica literaria. Pero ella no se ha olvidado de la patria. En estos 38 años de ausencia, el país ha conocido sus conferencias, ensayos y libros producidos en el Viejo Mundo.

Comenzando el año 2004, anotaba yo en columna periodística, a propósito de su novela Las cuitas de Carlota, que Helena Araújo trabajaba en ese momento en otra novela y en un libro de cuentos. Este último, Esposa fugada y otros cuentos viajeros, acaba de salir a la luz con el sello Hombre Nuevo Editores, de Medellín. Fue presentado en Cartagena en mayo pasado, dentro del homenaje tributado a ella y a Olga Elena Mattei por el VI Encuentro de Escritoras Colombianas. En representación suya, al no poder viajar a Colombia por problemas de salud, estuvo presente su hija Gisele Albrecht Araújo, también residente en Suiza.

Son nueve cuentos madurados a lo largo de los años. Todos tienen como eje el escenario de los viajes, experiencia muy conocida por la autora como intensa viajera que ha sido por los países europeos. No se trata tan solo del viaje físico, sino de la exposición narrativa de los problemas y emociones que caminan con la persona y tipifican la condición humana en cualquier sitio del planeta.

Los personajes de ficción son extraídos, en gran parte, de las altas esferas a que pertenece la cuentista. Es una refrendación de su propio mundo, que ella ha trasplantado a toda su obra narrativa: La M de las moscas, La Scherezada criolla, Fiesta en Teusaquillo, “Las cuitas de Carlota y Esposa fugada.

Debe suponerse que en la novela que nos queda debiendo, y que esperamos tenga pronta edición, seguirán moviéndose los actores de su entorno burgués, tanto el de la Bogotá señorial de su tiempo, como el que vive hoy en Lausana. La vivencia personal significa la mejor manera de pintar el universo. Al autor de narrativa lo persigue siempre el mismo tema, que escenifica en variados aspectos. A veces no se da cuenta de ello. Ese universo, más que material, es espiritual y emotivo. Los límites físicos son secundarios.

En el presente acopio cuentístico, manejado con tono jocoso, gracia y fina ironía, el común de los personajes son mujeres fracasadas, separadas o frustradas, que viajan por el mundo con su carga de tedios, sinsabores y esperanzas mustias. Como la insatisfacción camina con ellas por los vericuetos de sus travesías insulsas, los caminos se vuelven estrechos y el amor, utópico. El arte de amar es esquivo para ellas.

Mujeres reprimidas, con ansias de libertad, ambicionan un mundo abierto, sin los afanes, los ahogos y las cohibiciones sufridos en sus ambientes aristocráticos. Cuando es la pareja de hombre y mujer la que se desplaza por hoteles, playas y recintos dorados, se percibe, en el tono que imprime a sus relatos, el aire de la irritación y el desacomodo que no permite a sus actores disfrutar de la vida. La felicidad no existe en estos capítulos de la comedia humana. La narradora penetra en los ámbitos profundos de la intimidad, mete el dedo en la llaga, señala las heridas que sangran y acusa a la sociedad tradicionalista por los desajustes y lacras sociales.

Lo hace, además, con lenguaje vehemente, preciso, definidor. La penetración sicológica pone al desnudo la miseria humana. Es un clamoroso repudio de la banalidad, la mediocridad, la bajeza del individuo. Quizá no haya demasiada trama, demasiada sorpresa, pero sí estados de tensión que saben dibujar los dramas interiores.

Estos cuentos sacan a flote llagas de la humanidad, que tal, me parece, es la intención de la escritora. Dos de ellos, El tratamiento y Pero el dolor vuelve, enlazados en la definición del dolor humano, son estelares. En mi concepto, son los mejor logrados de la colección.

El Espectador, Bogotá, 13 de junio de 2009.
Eje 21, Manizales, 14 de julio de 2009.

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Comentarios:

Le agradezco con emoción esa página lúcida y sincera, mesurada y verídica. Conmigo le agradecemos tantas mujeres de mi generación, las que viajamos y seguimos viajando en los países del espíritu. Almas femeninas que usted bien conoce. Helena Araújo, Lausana (Suiza).

Su crítica al nuevo libro de Helena Araújo es sencillamente estupenda. Personas como usted son las que necesitamos en Colombia, que reaccionan rápidamente a los hechos bibliográficos y expanden sus puntos de vista de buen conocedor hacia un público ávido de lecturas valiosas. Helena Araújo se merece, como usted lo anota, la gloria y el reconocimiento que está logrando. Gloria Serpa-Flórez de Kolbe, Bogotá.

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De la gloria a la desdicha

lunes, 22 de noviembre de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Si al final de su vida estrepitosa y traumática a Michael Jackson le hubiera sido dado escoger entre la fama y la tranquilidad, supongo que no lo habría dudado: hubiera preferido ser un hombre del montón, alejado del vértigo de los aplausos y las lisonjas de la ponderación, con tal de ser feliz.

La fama tiene un precio alto, a veces demasiado alto, y Jackson lo pagó desde muy joven. Nunca fue feliz. Alguien que lo conoció de cerca afirma que desde los 20 años estaba deprimido. Y agrega: “Pasé mucho tiempo con él en la habitación del hotel Mountcalm y vi cómo lo explotaban sus productores”. Como un sonámbulo cargado de dinero, y al mismo tiempo idolatrado y vitoreado por sus incansables multitudes de fanáticos, transcurrió toda su vida.

Esos fanáticos, ignorantes de lo que el ídolo tenía que soportar y padecer, nunca lo dejaron vivir en paz. Lo elevaban como un cohete a las altas esferas del elogio y a las atronadoras atmósferas del aplauso, sin permitirle que viviera su propia vida. Pero su propia vida ya no era suya, sino del público delirante. No se pertenecía a él mismo, sino al capricho de las multitudes. Le gustaba, por supuesto, sentirse idolatrado.

Desde su más tierna edad fue niño desprotegido. Su padre lo maltrataba por su bajo rendimiento en las clases de canto y coreografía. Esa niñez desamparada del afecto paterno le dejó un trauma insuperable. Y se apegó al calor de la madre. A su lado se sentía un niño mimado, así no lo fuera. Y se quedó niño para toda la vida.

Este niño grande que fue Michael Jackson le creó una morbosa atracción por la niñez. En su palacio de Neverland, sostenido a costos exorbitantes, instauró la figura de Peter Pan como una desviación de su mente protectora de los niños con quienes convivía, en quienes volcó todos sus afectos. De tal modo acrecentó y falseó ese sentimiento, que no establecía límites entre la ternura y el abuso sexual.

Una vez pagó entre quince y cuarenta millones de dólares (nunca pudo conocerse la cifra exacta) para solucionar un pleito por el atropello de un menor de edad. Hace menos de cinco años el mundo lo vio con las manos esposadas frente a una comisaría de Las Vegas, acusado por otro abuso sexual. Una hora después abandonó victorioso el despacho judicial, luego de pagar una fianza de tres millones de dólares. Con el poder de su bolsa millonaria tapaba todos los escándalos que producía.

Su fortuna, calculada entonces en 750 millones de dólares, se mostraba inagotable. Pero la realidad era desastrosa: cada vez se debilitaba más el imperio económico a merced de los pleitos, del declive de sus negocios como cantante y del costo ruinoso de las extravagancias que cometía. En las Vegas pagó perfumes por diez millones de dólares para su gran amiga Elizabeth Taylor, y para él compró un reloj de dos millones de dólares. Al final de la vida, estaba quebrado.

El derroche era uno de sus signos vitales. De esto no tenía plena conciencia, porque nunca aprendió a manejar el dinero: otros lo hacían por él y –lo que es más triste– saqueaban sus arcas sin control. Cuenta Grace Rwaramba, empleada suya durante 17 años, que Jackson no conocía con exactitud los negocios que firmaba. Sobre los 50 conciertos que iba a realizar en Londres, y que le dejarían una ganancia enorme, el cantante creía que había firmado el contrato por diez actuaciones.

La misma Grace revela que su patrono era drogadicto crónico. No ahora, sino desde mucho tiempo atrás. Murió de un infarto final, a los 50 años de edad, enflaquecido y presa de infinita soledad. Todo hace suponer que la ingestión permanente de medicamentos contra el dolor le produjo la muerte.

Vida desventurada la suya, que alcanzó la fama arrolladora y nunca conoció la dicha. Buscándola, llegó a la negación de sí mismo, de su raza negra, mediante la pigmentación de la piel. Dicen los siquiatras que la falta de identidad lo conducía a sentirse a veces hombre y a veces mujer. En virtud de ese conflicto patológico, desconocía la realidad. De ahí que se comportara  como un niño, pero como un niño traumatizado.

Más allá de sus frustraciones y extravagancias queda el genio de la música. Ser superdotado para el arte musical, que le aporta a la humanidad una leyenda que pocos mortales logran conquistar. Tal vez sin tantas limitaciones en su niñez y sin tantas excentricidades en su edad mayor, no hubiera conseguido coronar la altura del mito. Del mito indefinible. Todo a costa del tesoro más grande: la felicidad.

El Espectador, Bogotá, 30 junio de 2009.
Eje 21, Manizales, 30 de junio de 2009.

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Comentarios:

Qué dolorosa realidad la de Jackson, pero a veces en la vida real pasa lo mismo cuando nos engolosinamos con la gloria (sea la que sea). En menos del canto del gallo, llega la desdicha. Qué difícil es atinar en el verdadero sentir de la vida y de quienes nos rodean. Qué efímera es la dicha para quienes viven, o mejor, sobreviven, en la pendiente de la vida. Marta Nalús Feres, Bogotá.

Este ídolo de muchos deja el legado de su música, de ser quien rompió récords como nadie, y la lección es que la felicidad está dentro de los seres humanos, no en la plata ni en la fama sino en esa espiritualidad que nos hace poner los pies en la tierra y el alma en la tranquilidad, que muy seguramente siempre añoró Michael Jackson. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Gracias por tu artículo. Lo disfruto por tu estilo y también por el hilo magistralmente tejido del relato. Ramiro Lagos, Madrid (España).

Tu bella página señala el epílogo de un gran ídolo, maltratado, frustrado y sin norte, que deja a la humanidad un gran legado artístico, y quedan la leyenda y el mito en que se convirtió. Inés Blanco, Bogotá.

He leído muchos de los artículos que se han escrito y en ninguno he hallado que este ser humano haya sido feliz. Esa tranquilidad espiritual que todo ser humano anhela, le fue esquiva. Sus triunfos lo gozaron más quienes veían sus conciertos. Nos deja una lección bien clara: la riqueza, la gloria, los aplausos y todo el boom que el mundo nos da y en que creemos por haber alcanzado la gloria, no es otra cosa que basura. Toribio (correo a El Espectador).