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Ritos degradantes

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Por: Gustavo Páez Escobar

De no ser por el video que muestra el ‘bautizo’ a que fue sometido un policía aspirante a carabinero, la escena en que sus propios compañeros lo cubren de excremento de caballo y lo obligan a ingerirlo no hubiera sido conocida por la opinión pública.

Este video, grabado con un teléfono celular, fue transmitido al país por Noticias RCN y después divulgado por los periódicos. Es fácil deducir que quien tomó esas escenas estaba presente en la ceremonia de ingreso del aspirante, y al no estar de acuerdo con los métodos empleados, los denunció llevando a la emisora la prueba de ese acto de brutalidad.

Lo que exacerba el ánimo es saber que al frente de la operación se hallaba un mayor de la Policía, o sea, un oficial de alta graduación. Aunque se encuentra adecuada la reacción del general Naranjo al condenar el acto y luego destituir al oficial, queda flotando la duda sobre si tales prácticas en la institución policial, lo mismo que en las Fuerzas Militares, ha subsistido por falta de mayor claridad y energía de los mandos superiores.

Las escenas son atroces: al policía se le muestra desnudo, rapado, y es llevado a la fuerza por sus compañeros, mientras el que parece ser el superior le tapa la nariz y lo obliga a comer el excremento, como paso previo del acto final, el de la graduación, donde se le cubre por completo de boñiga. Qué horror. Podría pensarse que los hechos sucedieron en un antro de fieras y no en una dependencia de la Policía.

No todo lo que se ejecuta en los cuarteles es conocido por los superiores, y a veces procedimientos crueles como el señalado se vuelven corrientes, o reglamentarios, entre otras cosas porque esas prácticas inhumanas han sido adoptadas a través de los tiempos como sistemas de formación, dizque para enseñarle a la gente de armas a ser dura.

Qué concepto tan equivocado: en lugar de la dureza o la educación del carácter, tales despropósitos pueden inculcar la violencia, la ordinariez, los ademanes despóticos, conductas que más tarde influirán en el trato con los demás y crearán estados peligrosos en la sociedad.

Y dejan secuelas sicológicas, pues la humillación y la tortura, al degradar al individuo, crean resentimiento. Tratando de que el hombre sea ‘macho’, como sin duda es lo que pretenden estos métodos antinaturales, al ofendido se le vuelve salvaje, con un resultado desastroso: el maltrato que a él le dieron, buscará ejecutarlo en otras personas cuando tenga mando.

En el pasado reciente se ha sabido de soldados insolados bajo la orden de algún oficial o suboficial que se extralimitaron en sus funciones; o de soldados torturados, como ocurrió con veintiuno de ellos durante ejercicios de entrenamiento en el Tolima; o se ha conocido el infame capítulo, sucedido hace muy poco tiempo en Bogotá, de dos menores de edad quemados con gasolina en una estación de policía.

Ahora ocurre el ‘bautizo de sangre’ con que fue recibido este policía indefenso, pero consciente de lo que iba a sucederle (¿cómo protestar si esa era la regla establecida?), a quien, a manera de inri oprobioso, lesivo para su dignidad y su hombría, se le advirtió que “el honor de ser carabinero cuesta”.

Lección difícil de asimilar, e inexplicable dentro del grado de civilización y profesionalismo a que ha llegado la Policía Nacional, tan diferente al de viejas calendas. Por desgracia, algunas mentes retrógradas enturbian, con tales procederes apartados de la razón y prohibidos por las normas internas, la imagen de la institución.

La categórica manifestación del general Naranjo al afirmar que “la Policía Nacional se siente lastimada con la conducta de un individuo que es indigno”, deja la confianza de que en adelante, como tiene que ocurrir, no volverán a repetirse estos hechos bochornosos.

El Espectador, Bogotá, 23 de febrero de 2009.
Eje 21, Manizales, 24 de febrero de 2009.

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Comentarios:

Tu página es una denuncia frente a la violación de los derechos humanos, de la dignidad. Todos los días me decepciona más la degradación que alcanzan algunas personas cuando llegan a tener poder. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Yo detesto profundamente este tipo de rituales. El mundo está plagado de rituales absurdos que se defienden culturalmente. Por ejemplo, el caso de la tortura de toros que llaman corridas de toros y que enloquece a millones de personas. Es un ritual horroroso, donde la gente goza con la tortura en diferentes formas de un pobre animal que se ha entrenado para atacar sin casi ninguna posibilidad de salir vivo y cuyo mejor triunfo es morir asesinado por un torero al que toda una plaza endiosa como un héroe. Universitario.profesor (correo a El Espectador).

Este no es un hecho aislado, y confirma que se trata de una “rutina normal” de estos héroes de la patria. Estos sujetos son los encargados de salir a las calles a imponer autoridad, ante un ciudadano inerme y desarmado. Los atropellos que a diario cometen con el ciudadano de a pie son un fiel reflejo del trato que reciben de sus compañeros y jefes castrenses. Alejandro Santiago (correo a El Espectador).

¡Qué hecho tan bochornoso! Esto y la quemada con gasolina de dos muchachos desnudan una verdad: si no la institución policial, sí hay enfermos mentales de alta peligrosidad allí infiltrados. Ramiro Quiroga Ariza (correo a El Espectador).

El asunto no debe agotarse con la destitución del oficial, sino que son menester dos respuestas y acciones: una, investigación disciplinaria por ofensa a la dignidad de la persona; otra, revisión total de la política de formación de policías. Eliaschacon (correo a El Espectador).

Terriblemente aberrante el bautizo del carabinero; queda muy mal parada la Policía. María Mercedes Ayala (correo a El Espectador). 

Estos ritos se llevan a cabo en las “fraternidades” universitarias o en las academias militares. Se han documentado muchas desgracias a raíz de esas prácticas enfermizas. El ser humano llega a muchos extremos bajo el nombre de rituales que llevan a la conclusión de que hay mucho margen para el sadismo. Gloria Chávez Vásquez, Nueva York.

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