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Mito y realidad

jueves, 26 de noviembre de 2009

Por: Gustavo Páez Escobar

Relatos de luna llena, el octavo libro de la escritora boyacense Mercedes Medina de Pacheco, es un viaje por las regiones de Colombia y en él se mezclan el mito y la realidad. Técnica que la autora ya ha empleado, con excelente sentido cultural, en otros de sus libros: Resplandú o travesía mágica por cinco países (1992), El duende de la petaca (1994), El palomar del príncipe (1996), en los que pasa su mirada de literata e historiadora por el folclor nacional, en los campos de las tradiciones, las costumbres, las leyendas, la historia y los símbolos regionales.

Experta en literatura para niños, donde podemos incluirnos los adultos, ha aprendido el arte de hacer conocer a Colombia a través de la fábula o el cuadro de costumbres, y siempre lo hace con lenguaje sencillo y con finalidad formativa. Sus libros están al alcance de todos y se leen con amenidad y placer, la mejor forma de hacerlos útiles para el lector. Esta sutil manera de pasearnos por la geografía colombiana mediante el recurso de la ficción, pero con cercanía a la realidad, se convierte en fórmula inmejorable para el aprendizaje con diversión. Método que conduce a que niños y jóvenes adquieran el hábito de la lectura y se despierte en ellos el amor por la patria y el afán de saber. Esta es la mayor contribución de Mercedes Medina de Pacheco a la cultura nacional.

Además, es reiterativa en los mismos temas, pero en cada libro imprime nuevos ingredientes de atracción y nuevas dosis de gracia y talento. En eso consiste el estilo. Antes de llegar al libro actual, echemos un vistazo a los tres títulos anteriores que están unidos por los mismos lazos del folclor y la fábula, y que fueron ideados como piezas didácticas y al mismo tiempo recreativas.

En Resplandú, el lector se embarca en una travesía fantástica por los cinco países bolivarianos y desde su nave voladora descubre la riqueza de los paisajes y la diversidad de costumbres y hechos históricos que caracterizan la vida de los pueblos hermanos. El duende de la petaca es un diablillo familiar dotado de erudición y picardía, que se escapa de su escondite en una vieja casona del barrio La Candelaria y se lleva de la mano a dos amiguitos, en viaje mágico donde les cuenta episodios de la historia colombiana. En El palomar del príncipe se recrean los días de la niñez con la poesía infantil de José Asunción Silva, faceta hoy olvidada del bardo romántico de finales del siglo XIX, cuyos Maderos de San Juan, lo mismo que otros poemas infantiles de singular belleza, nunca deben olvidarse.

Y llegamos a los Relatos de luna llena, hermoso título que sugiere placidez y embrujo. La escritora chilena Isabel Allende creó en su literatura un personaje legendario, Eva Luna, niña indígena y analfabeta, hija de la selva y la pobreza, y recogió sus exposiciones orales en el libro Cuentos de Eva Luna, otro título fascinante. Con enfoques diferentes, en ambas obras se mueve el mundo de la niñez. La luna siempre ha inspirado a escritores y poetas.

La escritora colombiana, en el libro que aquí comento, se encuentra en la posada caminera con un grupo de  maestros y alumnos que van de excursión, y escucha de ellos una serie de relatos sobre las diferentes regiones del país, los que dibujan el alma de la patria. El propósito de los excursionistas es acercarse al ambiente del campo y de la provincia, objetivo que tiene lugar, en varias noches de luna llena, con la actuación gozosa de los serenateros, los recitadores y los cuenteros. Mercedes Medina de Pacheco es la cronista perspicaz que se encarga de recoger esas sesiones y volverlas libro.

Relatos de luna llena es una imagen de Colombia. Captado desde diferentes ángulos, el folclor se esparce como una semilla por pueblos y veredas, por ríos y caminos, por calles y residencias, y configura la idiosincrasia de la nación.  El alma de un país nace de la provincia. Por eso, la microhistoria es el nervio de la nacionalidad. En este libro están representados todos los sitios de la patria a través de las narraciones que sobre sus comarcas presentó este grupo de caminantes, como voceros auténticos de sus comunidades.

Al relatar costumbres y leyendas, mitos y tradiciones, y tocar instrumentos musicales, y entonar aires autóctonos, y recitar poemas, y explayar la imaginación por los territorios de la fantasía y la historia, los excursionistas andariegos se ganan palmas en la pluma diserta y grata de la distinguida escritora boyacense. Palmas que ella conquista con su nueva creación maravillosa.

El Espectador, Bogotá, 10 de febrero de 2005.

 

 

 

 

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