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Archivo para lunes, 2 de agosto de 2010

Pasión y vida de El Espectador

lunes, 2 de agosto de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Desde su nacimiento en la Calle del Codo en Medellín, El Espectador ha recorrido largo camino sembrado de espinas, persecuciones, cárceles, atropellos, incendios, saqueos y asesinatos que han azotado su vida ejemplar, la que, con la admiración del país y el regocijo de quienes somos solidarios con su causa, llega hoy a la cumbre dorada de los 120 años.

De no ser por el carácter, el coraje y las virtudes éticas, morales y profesionales que distinguieron a las cuatro generaciones de la familia Cano que hicieron posible el milagro de la supervivencia, El Espectador hubiera naufragado hace muchos años. Es difícil que exista otro periódico, no solo en Colombia sino en el mundo, que haya padecido y resistido el sinfín de adversidades por las que ha pasado El Espectador.

Poco tiempo después de su fundación, el presidente Núñez le impone un cierre de seis meses. Al año siguiente se decreta nueva suspensión de seis meses por orden del presidente Holguín. En 1893, el gobernador de Antioquia lo clausura durante 31 meses y somete a su director a la cárcel. Reanudada la publicación en marzo de 1896,  sucede nuevo cierre en junio del mismo año, hasta abril de 1897. En octubre de 1899, al estallar la Guerra de los Mil Días, ocurre otra suspensión de cuatro años. En diciembre de 1904, bajo la dictadura del general Reyes, se presenta el cierre más prolongado, de ocho años.

El 6 de septiembre de 1952 son incendiadas y saqueadas sus oficinas. Al año siguiente aparece otra dictadura no menos funesta para la libre expresión: la del general Rojas Pinilla, en cuyo gobierno se imponen al periódico multas arbitrarias, se establece la censura de prensa y vuelve a suspenderse el diario. En sus 120 años de travesía por la historia de Colombia, el periódico ha tenido recesos obligados que suman alrededor de 17 años. Sin embargo, se ha conservado con vida, así haya sido en medio de persecuciones, turbulencias y vejámenes.

Con el paso del tiempo, El Espectador vive una época de precaria holgura. Su director de entonces, Gabriel Cano, describe con estas palabras el camino transitado: “Una historia de pobreza, de lucha, de trabajo, una batalla del esfuerzo coronada al fin de muchos años con unos pocos gajos del esquivo laurel del triunfo”.

En los años 80, bajo la dirección de Guillermo Cano, surge el bochornoso capítulo del Grupo Grancolombiano. Es entonces cuando el periodista, coloso de la moral pública –como lo hicieron sus antecesores y lo harán sus descendientes–,  denuncia la serie de maniobras y fraudes con que la entidad asalta los dineros de miles de ahorradores. En represalia, el Grupo constituye una fuerza poderosa y destructora, conocida como la “tenaza publicitaria”, mediante la cual son retirados los numerosos avisos que maneja el pulpo financiero.

Esta medida causa graves destrozos en las cifras del periódico. Pero su director nunca transige en las normas morales. Con esa bandera llega hasta las últimas consecuencias: el castigo de los responsables y el resarcimiento parcial de los daños causados a los ahorradores. El sistema bancario, de tanta honorabilidad en otras épocas, había sido infestado por la corrupción de directivos deshonestos. Sus actos dolosos representaron el mayor escándalo financiero del país.

Cuando más adelante Guillermo Cano se enfrenta a la mafia del narcotráfico y combate sus actos de corrupción y sus arremetidas sanguinarias, la lucha contra él y su periódico se vuelve encarnizada. En una mañana sosegada, que no dejaba presentir ningún signo aciago, una bomba destruye las instalaciones del periódico y busca consumirlo para siempre. Pero no lo consigue. Al día siguiente, la voz clamorosa de José Salgar lanza a los criminales esta respuesta contundente: “¡El Espectador sigue adelante!”.

Respuesta que coincide con estas palabras de Guillermo Cano: “De las cenizas de equipos calcinados surgirá siempre el fuego de la palabra”. El valiente periodista pagó con su vida la firmeza de sus ideas y el talante de su personalidad. Su espíritu crítico y combativo marcó la mejor época del periodismo investigativo de Colombia. Con el vil asesinato de Guillermo Cano nació un mártir de las causas justas y la libre expresión, al tiempo que la bandera de El Espectador flameaba por todos los confines del mundo.

Llevado el periódico a la crisis financiera por las crecientes dificultades que tuvo que sortear a raíz de sus luchas contra la droga y la infiltración de esta en la política, el nuevo propietario –Grupo Bavaria– surgió de repente como la fórmula redentora para despejar el horizonte y proseguir la marcha. El Espectador cambió de dueño, pero no de espíritu. Cambió de piel, pero no de principios. Y hoy se presenta la feliz circunstancia de que un bisnieto del fundador (que también lleva el nombre de Fidel, como símbolo de garantía) sea el director de la nueva empresa.

De la lucha, el esfuerzo y el sacrificio, el periódico ha extraído energía para vencer todos los tropiezos. Sin esos instrumentos y sin la perseverancia de los ideales es imposible el éxito en cualquier actividad humana. Hoy el dueño es otro, pero por las venas de El Espectador sigue corriendo la misma sangre que le inyectaron los Cano. Mantiene la misma independencia, los mismos principios y el mismo carácter crítico y patriótico manifestados desde la cuna antioqueña.

Saneada en alto grado la situación económica y gozando de la credibilidad otorgada por el público, están dadas las condiciones para que El Espectador pase de la condición de semanario a la de diario. Este sería el mejor premio en los 120 años de su batalladora y gloriosa existencia.

El Espectador, Bogotá, 16 de marzo de 2007.

 * * *

Comentarios:

El Espectador, gracias a la inteligencia y tenacidad y a la sangre de su gente, ha podido sobrevivir, y como tú lo anotas, continuará dando la cara y enfrentando a los corruptos que no han podido destruirlo. Inés Blanco, Bogotá.

Qué maravilla, Gustavo, enterarse en una forma tan ágil y fluida de los orígenes de este diario que nos han ido quitando poco a poco. Me hiciste recordar cuando se publicó este titular en los setentas: “Salieron de El Tiempo todos los Caballeros”. Fue cuando Klim y Eduardo se pasaron a El Espectador. Marta Nalús Feres, Bogotá.

Recogiste en esta página una historia de lucha y valor. La verdad, desconocía la mayoría de las dificultades que la familia Cano ha tenido que afrontar a lo largo de 120 años. Demuestran que el patrimonio más grande es la honestidad y la defensa de los ideales. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

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El alma social de Íngrid

lunes, 2 de agosto de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Nadie puede entender cómo las Farc, que se proclaman abanderadas de las causas del pueblo, han mantenido cautiva durante cinco años a Íngrid Betancourt, cuyos actos en la vida pública se han caracterizado por sus luchas a favor de los desvalidos y sus ataques frontales contra la corrupción política.

En el libro La rabia en el corazón, publicado en el año 2001 tanto en Francia como en Colombia, Íngrid señala con dedo acusador y tono vehemente las injusticias y los abusos de que es víctima la población por culpa de los políticos deshonestos e ineficaces. El sartal de inmoralidades que campean hoy en la vida nacional, y que parecen no tocar fondo, tienen en este libro severa censura como causantes de nuestros infortunios.

Pocas cosas han cambiado desde que Íngrid inició su carrera política. Antes fue el Proceso 8.000, y hoy es la ‘parapolítica’. En esta danza de la concupiscencia del dinero y el poder, que ella fustigó con enardecidos discursos parlamentarios, salió a relucir la endemia moral de este país que camina hacia el abismo. Primero se opuso a la absolución de Samper dentro del proceso dominado por sus amigos incondicionales, y luego rompió con Pastrana cuando incumplió el pacto que habían convenido para frenar la corrupción.

Las acciones de Íngrid estuvieron siempre encaminadas hacia la defensa de la moral y la depuración de los vicios públicos, generadores de pobreza para el pueblo. Como sus palabras pisaban muchos callos, sus propios colegas le propinaron denuestos y obstaculizaron su labor. Al sentirse sola en los debates y escuchar apenas alguna voz lánguida de apoyo, se decepcionó de la clase política. Su modelo de gobernante era Galán, y a él lo asesinaron las balas mafiosas.

En una de sus campañas acudió al condón como símbolo del sida (clara referencia a la corrupción política). Ella misma repartía preservativos en semáforos y vehículos. Cambiaba condones por votos. Después se inventó la campaña del oxígeno. Estas señales le imprimían identidad social y así obtuvo en dos ocasiones los mayores votos dentro de su partido para llegar al Congreso. La gente creía en ella. Y sigue creyendo, tras los cinco años que han corrido desde su secuestro.

Cuenta en su libro que la primera misión realizada como funcionaria del Ministerio de Hacienda –en 1991– fue la relacionada con un estudio sobre Tumaco, puerto donde se compenetró durante varios días del drama de 30.000 familias amontonadas en las peores condiciones de vida, a merced del hambre, la humedad y la acumulación de basuras. Esta escena conmovió su entraña social. Desde entonces supo que había que redimir al pueblo. Y luchó por hacerlo, aunque con poca suerte, como se ve.

En 1997 gestionó el patrocinio de la Cámara de Representantes para la publicación del libro titulado El olvido no tiene palabra, del poeta quindiano Javier Huérfano, hijo del pueblo que luchaba, y lucha, entre penurias y sofocos por la subsistencia digna, y cuya voz de angustia clama en dicha obra, lo mismo que en otras del mismo autor, como un dedo en la llaga de la desprotección social.

Y ella misma escribió el prólogo, que vale la pena leer hoy, después de diez años de la edición del libro, y de cinco del inicuo cautiverio de la dirigente política. Ayer y hoy he encontrado deslumbrantes y conmovedoras esas palabras, escritas con bello acento poético –que yo llamaría “poesía de la miseria”– y que se convierten en fiel reflejo de la sensibilidad humana de la autora:

* * *

“Ad portas del tercer milenio, cuando la tecnología lo ha invadido todo, ser poeta resulta ser un lujo exquisito. Cuando ese lujo se lo concede a sí mismo quien nada ha tenido, la poesía se torna heroica, un grito del alma en rescate de la dignidad de ser hombre, antes que máquina.

“Aquí, en Ciudad Bolívar, en medio de los cerros pelados por la crudeza de vivir, nace el olvido. Ejercicio supremo de libertad, el olvido teje su terapia sobre la desesperanza y el rechazo y anida –con letras– entre los labios humedecidos de un hombre con voz de niño. El poeta ha descubierto otra forma de protesta. No es la de las marchas sindicales, no es la de las reivindicaciones salariales, ni la de demandas en estratos judiciales. Es la del alma que no se conforma con menos por el hecho de poseer muy poco.

“Mágica expresión que convierte en clamor universal el canto del desplazado de la dulce Colombia. Aquí termina el tiempo, se desvanecen las fronteras. Se agota la diferencia. Las palabras nos curvan el alma a todos. Nos suavizan el dolor, como el último beso antes del hechizo nocturno en brazos de Morfeo. Aquí, con el olvido a cuestas, estamos desnudos ante la muerte. A ella le traemos la esencia de nuestro recorrido, donde más ha contado la fugacidad de una mirada de ternura, que las horas dedicadas a calmar el hambre y el frío.

“Dios ha querido, para fortuna mía, que conozca al poeta. De su mano he caminado por el túnel sin luz de la injusticia, a ciegas pero mordiendo siempre el tallo amargo de la rosa, mientras me contaba, con las palabras que transcribo de memoria, el relato de su vida:

“Escribir sobre el olvido es tan difícil, es rasgar más la piel de una historia que descubierta siempre no ha tenido quien la cuide, tal vez no tiene la insinuación de los ángeles del sueño en la pesadilla diaria del poeta de estos últimos años. El extraño mundo del poema posee su propio patio en la desesperanza de escribir, ahora que nos arrullan las balas y los insultos.

“Este libro es la colección de pérdidas del poeta, o mejor la negación como premio que da el tiempo, tal vez la añoranza de una tía pobre con siete hijos, o la otra que empaca arepas para sus sobrinos, retrata a Nina empeñando sus muebles para comprar mercado, o cuando Yolanda llega triste y cansada del trabajo con la muerte ahí como criatura que se reproduce por dentro sin palabras y con rosas.

“El olvido no tiene palabra. Cumple con la misión de negar, deja al descuido poemas cortos pero profundos, toca la magia que el poeta recoge de las calles desmanteladas de una ciudad forastera. Enamora sitios que inventa el mismo verso, y ofrece palabras diseñadas en la desnudez de un hombre de este tiempo, nada fácil para cruzar los días.

“Estos sentidos poemas fueron escritos en una humilde casa de inquilino y en el barro del barrio Lucero Medio del suburbio bogotano de Ciudad Bolívar, todo en el bello tiempo cuando el poeta llamaba con cariñosos apodos a sus tres hijos, hoy ya jovencitos con nombres propios.

“Ahora el olvido sí tiene palabra, tiene sitio en la biblioteca de los postergados que con la tierra y el polvo todos los días tenemos que ganarnos la vida con la venta de unos poemas, y bienvenido el grito con los ojos alegres de un poeta casi cuarentón que posa de joven, con risa de hombre que vaga por las calles en la melodía del odio de una sociedad adversa. Por la ventana pasa una tempestad y el mundo le resta números a la muerte”. Íngrid Betancourt Pulecio, Representante a la Cámara.

El Espectador, Bogotá, 9 de marzo de 2007.
Revista Susurros, Lyon (Francia), No. 15, abril de 2007.

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Comentarios:

Conocí en su momento el prólogo para el libro de Javier. Me conmovió mucho porque he vivido muy de cerca la trayectoria de este poeta, todas sus privaciones y miserias. Les tengo mucho afecto a él y a Yolanda, su esposa. Cuando leí las palabras de Íngrid, empecé a admirar su lucha. Tenía la impresión de que todas sus demostraciones eran quizá una fachada, un medio para atraer la atención de la gente. En ese momento conocí al ser humano y empecé a admirarla. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Definitivamente la fuerza de Íngrid Betancourt la debe acompañar estos años. Por ese gran espíritu, lo que se vive es más sencillo, como también pasa con Fernando Araújo. Liliana Páez Silva, Bogotá.

Me llegaron al alma no solo sus palabras sino también lo escrito por Íngrid, que no conocía. Ya envié a mi hija Astrid (a París) y a los niños su mensaje. El 23 de marzo se cumplieron cinco años de la muerte de Gabriel, quien era un papá extraordinario. Él no soportó el dolor del secuestro de Íngrid. A veces prefiero que no vea el desinterés con que se trata la única posibilidad de que ella y los otros secuestrados por las Farc puedan salir con vida. Ha sido una lucha muy dura. Ella no merece todo este horror. Yolanda Pulecio, Bogotá.

Todas las intenciones humanas posibles por no olvidar a Íngrid son válidas, ya que parte de nuestra historia es un gran costalado de olvidos. Mil gracias, amigo Gustavo Páez, por recordar que desde mi corazón esa amarga huella del secuestro nos deja un profundo vacío. Tenemos la palabra poética como la mágica llave que no pierde la luz de unos días que dolidos y con algo de vida no soltamos la fuerza para que la poesía alumbre nuestros silencios. Todo es un clamor desde mi sencilla existencia por un mundo mejor. Javier Huérfano, Bogotá.

Salvado por los cuentos

lunes, 2 de agosto de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Pocos escritores pueden mostrar una vocación literaria tan marcada y exitosa como la de Hernando García Mejía. Lo conocí en Armenia hace tres décadas, dentro de un concurso nacional de cuento promovido por la Gobernación del Quindío, certamen en que los dos resultamos finalistas. Esta circunstancia dio comienzo a la larga y cordial amistad que desde entonces nos hermana.

Ambos publicábamos por aquellos días nuestros cuentos en el Magazín Dominical de El Espectador –de tan grata memoria– y ambos éramos articulistas: García Mejía en El Colombiano de Medellín, y yo en El Espectador y en la Patria de Manizales. Cuando al año siguiente pasé a saludarlo en las instalaciones de Bedout, en la capital antioqueña, donde cumplía brillante labor editorial, salí cargado de ejemplares de la serie bolsilibro que la empresa, con el talento oculto de mi amigo, dedicaba a recoger obras maestras de las letras colombianas y universales.

En nuestro último encuentro en Bogotá con ocasión de la pasada Feria Internacional del Libro, me participó el proyecto de publicar el primer tomo de sus memorias. Ni corto ni perezoso, meses después la idea se hizo realidad con el título Salvado por los cuentos –memorias de infancia, juventud y literatura–. En ellas enmarca la trayectoria que se origina en Arma (Caldas), su comarca nativa, donde termina la primaria en la escuela del pueblo y luego se va al campo a trabajar y a leer, hasta concluir su vida laboral en Bedout.

Este trabajador elemental del campo, que aprendió a manejar el azadón y a recoger cosechas con el fin de apoyar a su padre, llevaba escondida en el espíritu la pasión de la lectura. A luz de vela, como se describe, devoraba libro tras libro (al igual que lo hizo Gorki como peón de una finca de aristócratas) y movía la mente hacia el conocimiento de las maravillas escritas en el mundo.

En la escuela, el maestro Emilio Valencia lo metió en el camino de los cuentos. Historias fantásticas, de Andersen, Perrault, los hermanos Grimm, Wilde, Kipling…, hicieron las delicias del futuro fabulador. Cuando el maestro Emilio se fue de la escuela, el discípulo se sintió desconsolado.

Ya en Medellín, a donde se había marchado a probar suerte, volvió a tomar aliento al lado de la tía Leticia, lectora empedernida. Con ella prosiguió el hilo interrumpido de los cuentos y se forjó sus propias inventivas. En esa ciudad, portador de una carta de recomendación que le había dado Jaime Sanín Echeverri, director del Sena, se abrió las puertas de Bedout y allí cumplió su carrera ejemplar.

Muchas peripecias, penas, alegrías y logros, presentados con lenguaje coloquial y absoluta autenticidad, contienen estas memorias aleccionadoras,  que por supuesto no pueden quedarse detenidas en la primera parte. Necesitamos que nos cuente –como buen narrador que es de de ficciones y realidades– las vivencias del escritor profesional que llegó a ser en los géneros del cuento, la poesía, la novela, el ensayo y el periodismo, tarea que le ha deparado varias distinciones. Su haber literario está constituido por más de cuarenta libros. Como autor de relatos fantásticos para niños y adolescentes, ha conquistado puesto prominente en la literatura nacional. Estos textos se volvieron materia didáctica en los colegios.

Su ejercicio literario sirve de modelo para los noveles escritores que piensan conseguir el triunfo de la noche a la mañana e ignoran que éste sólo se logra con empeño, consagración y sacrificio, sin los que es imposible escalar alturas. En el mundo de las letras hay que renunciar a muchas cosas.

* * *

Junto con su libro de memorias, el escritor entrega al público dos obras de poesía: Signo y relámpago y Árbol de otoño, y con ellas acrecienta su bagaje lírico. Los poemas que conforman la última obra –Albero d’autunno, en italiano los escribió en ambos idiomas. Voy a revelar la siguiente confidencia:

Una hija suya que reside en Italia lo invitó a pasar una temporada en aquel país, ante lo cual él se dedicó en secreto y por su propia cuenta a aprender el idioma foráneo. En biografía que había leído de Baldomero Sanín Cano supo que éste, siguiendo un método didáctico, aprendió el alemán sin profesor. Y se hizo la siguiente reflexión: si Baldomero tuvo éxito con un idioma mucho más difícil, con mayor razón lo tendría él con el italiano. Cuando coronó la cumbre del aprendizaje, elaboró los poemas en esa lengua y luego los tradujo él msimo al español.

Todo comenzó con la pasión por los libros, que le surgió a muy corta edad, rodeado de azadones, machetes y canastos cafeteros, y que al paso de los días cultivaría con mente abierta hacia la conquista de los tesoros del espíritu, que la mayoría de la gente no sabe encontrar por falta de disciplina. Y fue salvado por los cuentos.

El Espectador, 19 de febrero de 2007
Revista Susurros, Lyon (Francia), 2007.

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Defensa de los animales

lunes, 2 de agosto de 2010 Comments off
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Un símbolo

lunes, 2 de agosto de 2010 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Empezando el año, el país recibió un signo de esperanza con la libertad del exministro Fernando Araújo, después de permanecer cautivo de las Farc durante seis años. Este hecho representó un respiro en medio del conflicto armado que perturba la paz de los colombianos desde varias décadas atrás y mantiene sepultadas en los montes, bajo ominosos sistemas de opresión, a buen número de víctimas inocentes sacrificadas por una guerra insensata y atroz.

Un mes después de liberado Araújo, se destapó el escándalo de la ‘parapolítica’, que puso al descubierto, cada vez con mayores lastres, el grado de corrupción de varios parlamentarios en su connivencia con los paramilitares. Lo que se murmuraba en todo el país como una verdad oculta, de un momento a otro explotó como noticia nacional y se transmitió al orbe entero. La imagen de Colombia, con el desvío rampante de su clase política, ha llegado a los peores niveles de afrenta universal. Nunca el descrédito del país, desde el Proceso 8.000 hasta el capítulo actual, había sufrido tales tormentas  de indignidad.

La onda explosiva tumbó a la canciller María Consuelo Araújo, quien, a pesar de no tener mancha propia en este barrizal, queda salpicada con actos ilícitos de familiares cercanos. No sería lo mismo ser ministra de otra cartera que canciller de la República, cargo donde se muestra la cara de nuestro país ante el resto de naciones. La sombra de sospecha que caería sobre su nombre limitaría su campo de acción, y  Colombia sería la perjudicada.

Como un presagio de lo que podría ocurrir, Patrick Leahy, presidente del subcomité que autoriza los fondos para el Plan Colombia en el Congreso de Estados Unidos, hizo un fuerte pronunciamiento sobre el ‘paragate’ colombiano. Triste rótulo nos hemos ganado en los escenarios del mundo. ¿Cómo podría la canciller Araújo desvanecer ante extraños la idea de que ella, por ser pariente de personas llamadas a juicio –y acaso condenadas en el futuro– no está comprometida en tales episodios?

El presidente Uribe, hábil para dar sorpresas con nombramientos imprevistos que caen bien en la opinión pública, designó al exministro Araújo como remplazo de María Consuelo Araújo. Dos Araújos, sin ningún nexo familiar y pertenecientes a partidos contrarios: la una, enredada en problemas ajenos –pero de su órbita familiar– que tienen que ver con la parapolítica, y el otro, salido del cautiverio como símbolo de la lucha contra la subversión. Los dos son símbolos de algo.

Fernando Araújo posee aptitudes para acertar en su cargo y goza de un momento privilegiado para cambiarle el rostro al país en el exterior. Ojalá que así sea. Y que Colombia sea la ganadora.

El Espectador, Bogotá, 24 de febrero de 2007.