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Facultad de medicina

domingo, 2 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El senador Ancízar López López, que ha llevado a la práctica importantes iniciativas y es decidido promotor del desarrollo del Quindío, tiene la idea de conse­guir para el departamento la creación de una facultad de medicina. En carta al Comité de Cafeteros consigna su preocupación por el marginamiento del médico de los campos colombianos y aspira a que la segunda Colombia no sea solo un enunciado que se moviliza con pregones más o menos entusiastas, sino un hecho tangible que integre la vida campesina al desenvolvimiento del país.

Está en lo cierto el senador López cuando afirma que la medicina en Colombia es una profesión limitada a pocas per­sonas y que se ha convertido en un privilegio, en una casta, circunscrita como está a los grandes centros. El médico, que por esencia es, o debe ser, un estamento de la sociedad y un apóstol para los necesitados, sale hoy de las altas esferas debido a la falta de acceso que tiene a la universidad la gente humilde, carente no solo de medios económicos para sostener la carrera más costosa, sino de facilidad para alcanzar los pocos cupos disponibles.

Significa, en o otras palabras, que el campesino, apto para las fi­las de la milicia y peón de carga en las faenas agrícolas y en sufridos oficios, no se encuentra vinculado a las ventajas so­cioeconómicas de esta sociedad dispar que impone sacrificios pero no dispensa retribuciones.

La Universidad del Quindío se creó como una tera­pia contra los desastres de la violencia. La juventud que había sufrido las heridas de tiempos turbulentos comenzó a cambiar de mentalidad y se fue integrando a la sociedad marcada por cicatrices que se creían incurables. Siendo la universidad campo ideal para la superación del espíritu y el adiestramiento de la inte­ligencia, representa uno de los más sólidos pilares de la sociedad.

Si en aquellos tiempos salió adelante la iniciativa de unos visionarios que hicieron posible la creación del centro docente, no parece difícil lograr que se adscriba a él la facultad de medicina. Debemos, por lo pronto, recibir como un aporte sustantivo para las futuras generaciones el de propender por la culturización de la medicina en un medio que no solo cuenta con favorable  bienes­tar económico, que debe revertirse en beneficios para el pueblo, sino con líderes capaces de llevar a cabo ese propósito.

El Comité Departamental de Cafeteros, canalizador de los afanes campesinos y promotor del progreso regional, es el cabal destinatario de este encargo que no puede quedar en el vacío. Nada tan deseable como iniciar desde ya las gestiones pertinentes para que la región re­ciba dicho beneficio.

La bonanza cafetera es capaz de esta y de muchas obras más de adelanto para la comunidad. Fundar en el Quindío una facultad de medicina es justa aspiración, y por eso la campaña que propugna uno de los más caracterizados luchadores del desarrollo regional interpreta el deseo de un conglomerado que busca y merece mejo­res horizontes. El Comité de Cafeteros contestará pronto a lista, así lo esperamos. Las autoridades y los estamentos cívicos saben, por fortuna, impul­sar el sano regionalismo. Y que sea el propio senador Ancízar López, infatigable en su servicio a la tierra, quien empuñe esta bandera para dejar plasmada esta  iniciativa.

Satanás, Armenia, 19-III.1977.

 

 

 

 

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