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Archivo para lunes, 10 de octubre de 2011

Cada minuto, un delito

lunes, 10 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Las estadísticas oficiales dicen que en Colombia sucede un delito cada minuto. Y agregan que el promedio es superior, ya que el dato se basa sólo en las denuncias presentadas. Como buen número de ciudadanos prefiere no acudir a las autoridades, bien puede deducirse en qué país estamos.

La gente, al verse asaltada en sus bienes, generalmente calla porque no cree en la justicia. Denunciar el atropello callejero es acción temera­ria. El indefenso ciudadano puede quedar sometido a la falsa imputación al no lograr presentar pruebas. El testigo ocasional, que tampoco quiere enredarse, pasa de largo. No hay solidaridad, porque nadie garantiza la tranquilidad personal.

La lentitud de la justicia causa impu­nidad. Si en el momento hay alrededor de dos millones de procesos, y su sola actualización, sin recibir nuevas denuncias, demandaría 15 años, salta a la vista la ineficacia. Ese volumen significa un proceso por cada 15 habitantes, y como el crimen no duerme, la situación se agrava todos los días.

Hay otros datos alarmantes. El noventa por ciento de las personas procesadas son analfabetas o con educación primaria. La ignorancia es causa del delito. El Estado queda enjuiciado por su atraso en los planes educativos del pueblo. ¿Y qué se piensa de los dos millones y medio de niños menores de 15 años que trabajan por física necesidad y en las peores condiciones ambientales o morales? Sin embargo, acabamos de celebrar el Año Internacional del Niño…

De cada 100 delitos, 84 se cometen en zonas urba­nas. La inseguridad de las  calles está provocando pánico. En Armenia, para no irnos a otra parte, se vive con zozobra en pleno centro de la ciudad. Pandillas de gamines deambulan por todos los sitios como príncipes en su palacio. Son raponeros reconoci­dos que van detrás de las damas y las colegialas a la caza del reloj o la gargantilla, que luego entregan por cualquier suma al reducidor. Sector tan céntrico como el del Pasaje Bolívar está convertido en nido de raterillos. Con todo, permanece despro­tegido. En general, cualquier calle de Armenia es peligrosa. La policía no ve, o llega tarde.

La ola de delitos es ya un estado patológico. Nos acostumbramos a vivir entre delincuentes. Es un morbo social que avanza y se reproduce porque no hay medios eficaces para contrarrestarlo. Las cárceles no resisten más presos. Y, lo que es peor, a ellas van muchos inocentes y dejan de ir peces gordos.

Cuando se hurga en estas miserias sociales, sa­le manchada la conciencia nacional. El hombre honrado se redu­ce ante la incapacidad de las autoridades cuando estas son ineficaces para garantizarle la vida, sus bienes y su honra.

La Patria, Manizales, 4-X-1980.

 

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El río corre hacia atrás

lunes, 10 de octubre de 2011 Comments off

Por Gustavo Páez Escobar

Desde hace varios años he oído hablar de esta novela de Benjamín Baena Hoyos que describe la co­lonización del Quindío. Al salir ahora con el sello de Carlos Valencia Editores me encuentro con una obra novedosa, de las que sólo se escriben de tarde en tar­de.

El autor, nacido en Pereira en 1907, vivió mucho tiempo en Armenia, donde fue juez y poeta. Eso de juez y poeta parece no concadenarse, y en verdad no es corriente que el juez, cuya mente está formada por disciplinas rígidas, amolde su temperamento a las modulaciones del arte. Con esa disposición para pul­sar las emociones campesinas fue como Baena Hoyos se fue metiendo en las épocas de la colonización has­ta encontrar el ambiente apropiado que pintara los cua­dros de la explotación humana que antecedieron a la consistencia de este pedazo de tierra que conocemos con el nombre de Quindío.

Los personajes, muy bien trazados, sur­gen de la naturaleza como seres amasados en el barro y hechos para las sufridas faenas de la vida rústica. La hoya del Quindío se puebla de colonos pegados a las raíces de sus cosechas y se mue­ven entre la montaña dura que les da bienes pródigos y les enseña que la tierra sólo es conquista­ble con sudores y sangre.

La Burila, la compañía latifundista, enlaza tie­rras como cercando ganados, sin escrúpulos para comprar la conciencia de las autoridades. No se es­capan a su influencia ni el juez, ni el coronel, y ni si­quiera algún prelado suelto, «un cura cejón y bo­quiflojo, hecho de una extraña mezcla de materiales contradictorios: virtud y vicio, fuerza y debilidad. Un cura sin preceptos y sin amarras rigurosas, suel­to como un animal de monte». El colono, que se resiste a quedar despojado de la tierra moldeada con sus manos encallecidas, mira al cielo en demanda de protección, y sólo halla la inclemencia con que se le trata, como a un animal de dura cerviz.

Está aquí pintada la odisea del hombre que lucha por unos metros de tierra sin que su ruego reciba miramientos. Esas son las tierras del despojo, sacri­ficadas y violentas, donde no hay lugar para la esperanza. El endurecido campesino reclina su ca­beza en el seno de la inhospitalidad, porque se siente extraño y perseguido en su propia parcela.

La Buri­la, ente despótico y explotador, impone su codicia y avanza con saña incontenible. El hombre sigue abrazado a su pedazo de tierra. Es que «la tierra emboba, es como una mujer que nos gusta, se nos entra en el cuerpo y nos quema la sangre y la volun­tad…»

La vorágine es la novela de la selva. El río corre hacia atrás es la novela de la montaña. El al­ma del Quindío revienta aquí con manchas dramáti­cas. Benjamín Baena Hoyos, que duró meditando mucho tiempo en su obra, consigue un estremecimiento lírico sobre este Quindío de fieros contrastes. Es maestro de la metáfora, como buen poeta, y utiliza el lenguaje rumoroso, rico y ajustado que cautiva al lector. Es un canto al dolor, y también un poema a la vida campesina.

La Patria, Manizales, 25-IX-1980.

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Un rotarismo participante

lunes, 10 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El Club Rotario, entidad conformada por prestantes elementos y vinculada a obras sociales y cívicas que pregonan el afán del organismo progresista, ha ejercido en los últimos días iniciativas que vale la pena destacar.

El doctor Belisario Betancur atendió la invitación de los rotarios para examinar problemas cafeteros de gran actualidad y demostró agudo conocimien­to de los misterios que rodean esta actividad. Fue una intervención profunda y documentada, y no una respuesta demagógica para tocar te­mas sin mayor detenimiento por quien se propone conquistar el primer puesto de la nación.

Hacer de la tribuna rotaria un foro respetable de ideas, donde se prescinde de los colores políticos para debatir con altura importantes asuntos del país o de la ciudad, es una demostración de calidad. No es fácil, por cierto, conseguir la presencia de hombres de la valía del doctor Belisario Betancur.

Días después fue invitado al mismo recinto el doctor Ernesto Samper Pizano a hablar sobre economía y recesión, otro tema del momento que requiere ser tratado por expositores de amplio vuelo. Samper Pizano, uno de los mayores críticos de la vida nacional, posee agudeza para discernir las coyunturas de un país en continuo conflicto y aporta ideas interesantes, puede que controvertidas en ciertos casos, pero de todas maneras valiosas. Es bien conocida, por ejemplo, su campaña para legalizar la marihuana, medida que según él combatirá un mal que está carcomiendo la sociedad y se convertirá en motor para aumentar los ingresos del país.

Ya en lo doméstico, se proponía el Club reunir un foro de intelectuales para repasar la historia de Armenia en sus orígenes, idiosincrasia, desarrollo social  y económico y su realidad como ciudad progresista. Sin embargo, no es posible llevarlo a cabo para las festividades de Armenia por circunstancias insal­vables, como la asistencia del doctor Euclides Jaramillo Arango, por la misma fecha, a un congreso sobre el fol­clor en la ciudad de Cali; el accidente que acaba de sufrir el doctor Bernardo Ramírez Granada, y los compromi­sos ya adquiridos por don Adel López Gómez.

Son ellos voceros de primer orden para dialogar con sobra de conocimientos sobre la vida de Armenia. Sus calidades intelectuales y permanente vocación de estudio los convierten en voces respetables para ade­lantar con brillo este repaso histórico. Sin ellos, el foro no tendría el lucimiento que se busca.

Todo esto resalta el interés de la entidad rotaria por pro­mover inquietudes positivas. Contrasta esta actitud con la de algu­nos elementos que nada construyen y en cambio son dados a criticarlo todo. Hay entidades y personas que mueren por inercia, o vegetan sin ningún sentido. En cambio, los rotarios son una organización dinámica.

La Patria, Manizales, 27-IX-1980.

Aviones sospechosos

lunes, 10 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

El Gobernador se impresionó con la noticia de que en el aeropuerto estaba situada una avioneta a su nombre. Creyó que se trataba de una broma, pero luego se convenció de que el obsequio era real. Un hijo de Armenia, residente por fuera de nuestras fronteras, regresaba a la ciudad haciéndose sentir. Y como era multimillonario, podía  hacer regalos costosos. Hubo los naturales escrúpulos del Gobernador, pero vencidos éstos y hecha la consulta al alto Gobierno, se aceptó el presente.

El extraño personaje llegó más tarde a la ciudad, su nativa Armenia, a la que se proponía servir. Bien pronto se conocieron planes ambiciosos suyos, como la construcción de un complejo habitacional para la clase media. Su nombre se pronunciaba de boca en boca, unas veces con sorpresa y otras con reservas, que es casi lo mismo. En los alrededores fueron creciendo las fincas que adquiría a buenos precios, y por los espacios comenzaron a volar lujosas aeronaves.

Otro día llevó potentes maquinarias para iniciar la construcción de un agradable paraje de recreación. Invitó a los periodistas para que fueran testigos de su ánimo emprendedor y les hizo entrega de un cheque bien redondeado como contribución generosa para el gremio que se sostiene entre estrecheces.

Nadie protestó y todos se hicieron retratar alrededor de la bandeja con que ellos co­rrespondían a su benefactor.

Días después caía en nuestro aeropuerto un avión extraño, desviado de ruta. Traía matrícula extranjera y no se ha dado clara explicación  sobre su aterrizaje.

El avión y sus pilotos quedaron retenidos por violación de normas aéreas. Requisado el apa­rato por algún vigilante solitario, ya que a las seis y media no hay vida en el aeropuerto, no se encontró ningún cargamento ilegal. Si lo traía, de todas maneras no apareció. Abun­dan, desde luego, las conjeturas. Y es que la ciudad comienza a ver cosas extrañas.

El Quindío no estaba acostumbrado a obse­quios de tal magnitud. Parece como si permane­ciera indeciso, pues no ha hecho uso de él. En el caso del segundo avión, el Gobernador le impu­so una multa de $ 7 millones por infringir reglas del tránsito aéreo: la única irre­gularidad aparente, si es que el abogado defensor no prueba lo contrario.

En la calle se aplaude la medida del gobernador Ceballos Restrepo, no sólo por la multa en sí, sino por su declaración de que el gobierno seccional no permitirá que el aeropuerto se convierta en escala para tráfico de estupefacientes u otras actividades ilícitas.

La ciudadanía, que en tan corto tiempo se ha encontrado con hechos insólitos, está asustada y asocia circunstancias. Cuando oye el ruido de los aviones que cru­zan el aire, cree que algo anormal está sucedien­do. Y repite, con el bobo del cuento, que «de esto tan bueno no dan tanto».

La Patria, Manizales, 17-IX-1980.

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Un rector y una universidad

lunes, 10 de octubre de 2011 Comments off

Por: Gustavo Páez Escobar

Una universidad necesita, ante todo, de gerente. No se concibe al académico solemne al frente de la universidad moderna. El  estudiantado y el profesorado, que parecen los tipos más característicos de la inconformidad, mantienen convulsionada la vida estudiantil.

Sobre todo la universidad oficial, foco para la huelga permanente, es un islote dentro del campo docente. Graduarse en ella ha dejado de ser título de garantía. Hay allí más tiempo para la va­gancia que para el cultivo de la mente. Se protesta por todo, unas veces con razón pero gene­ralmente por costumbre.

Dicho esto, que es común al conjunto de las universidades del país, resulta extraño que la del Quindío registre tranquilidad. Es indudable que algo especial ha sucedido. Puede afir­marse, sin equívoco, que la rectoría de Fabio Arias Vélez terminó con las huelgas. Aquí se refrenda el concepto expuesto al principio sobre la importancia de tener gerentes al frente de las universidades.

Fabio Arias Vélez entiende que los académicos son necesarios para dictar cátedra, lo mismo que los ejecutivos son indispensables para hacer flotar las universidades. Se propuso redimir al es­tablecimiento de agudo déficit, y hecho esto se lanzó a la tarea de conquistar auxilios para trazar planes de envergadura.

Ha sido intransigente gestor de dineros, tanto en la propia ciudad como sobre todo en Bogotá. No es hombre que se detenga ante dificulta­des, ni se desaliente ante negativas. Bien sa­be que el servicio público es una constante ne­gativa. Logró recursos suficientes para montar la­boratorios, importar equipos y asegurar obras a largo plazo.

El nivel académico ha subido conforme se transforma la parte funcional. Arrancó la Facul­tad de Medicina, lo que demuestra que existen pro­pósitos definidos de superación. Sólo voluntades resueltas son capaces de realizar tal cúmulo de realizaciones.

Se ha mantenido, por otra parte, ajeno a la in­triga política y no ha permitido que su cargo se tome como cuota de poder. Su actitud es valiente y excepcional. Si se recorren las uni­versidades oficiales del país, casi todas están po­litizadas. La del Quindío ha logrado mantenerse independiente, y esto la enaltece.

De ser cierta la intención de Fabio Arias Vélez de dedicarse a la política, habría que lamen­tarlo por el centro universitario. De una vez se pone de manifiesto la dificultad de hallar un buen rector. La política ganaría un elemento valioso, y ojalá que así ocurra dadas las dotes administra­tivas de quien en el futuro sería magnífico alcalde o brillante gobernador. La Alcaldía, por ejemplo, de tan difícil manejo, saldría fortalecida  con las capacidades que él ha mostrado en la Uni­versidad del Quindío. La Alcaldía es otro campo que requiere con urgencia de buen gerente.

Aquí queda esta constancia que corresponde a la opinión general por el buen éxito del excelente rector que, siendo político, ha sabido practicar una sabia fórmula de administración.

La Patria, Manizales, 18-IX-1980.

* * *

Misiva:

Los conceptos inmerecidos que consigna su artículo sobre mi gestión en la Rectoría de la Universidad del Quindío me llenan de positivo orgullo, no solamente por provenir de una persona que como usted siempre se ha sustraído al elogio personal, sino también porque en cierta forma analiza mi labor en cuatro años de ejercicio rectoral. Fabio Arias Vélez.

 

 

 

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