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Un corazón rebelde

domingo, 2 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Desde hace varios días el general Francisco Franco se debate entre la vida y la muer­te. Los cables informan por la mañana de una relativa me­joría y por la tarde lo postran de nuevo en la antesala de la muerte, para al día siguiente y a cada momento dar cuenta de una somnolencia tranquila y hasta de una inexplicable luci­dez. «Las horas de vida son contadas», viene repicando, día tras día, minuto tras minuto, la noticia inter­nacional.

El mundo, entre tanto, que no sale de su asombro, tiene puesta la mirada en España y vive pendiente de un hilo de vi­da, tan frágil como irónica. Resulta desconcertante que este hombre, amado y odiado a la vez, con 82 calendarios implacables, vencido y mal­trecho, se resista a doblegarse ante la embestida del destino que ya no puede prolongar más tiempo la marcha final. Héroe de guerras y de conflictos, ha sido el caudillo más fuerte no solo de la vida española, sino también de Europa, y seguramente de la historia uni­versal.

Pocos líderes tan controvertidos como Franco en sus glorias y en sus flaquezas, que es capaz hasta de contro­vertir la ley inexorable de la muerte. El pueblo, aun ante evidencias irrefrenables, espera milagros y se aferra a la idea de que prolongándose sus días se despejará el horizonte. Es la mistificación del mito que solo cabe en la calidad del héroe. Recia contextura la de este hombre que tiene fortaleza vital para sobreponerse a los quebrantos del corazón languidecente y que, hasta en su declinar, guarda fuerzas para resistir el furor de sus enemigos.

La historia, que solo viene a tomar forma muchos años después del decurso de los acontecimientos, calificará la trayectoria del hombre fuerte de España, nacido para im­poner un drástico estilo de go­bernar. Se podrá estar o no de acuerdo con Franco, pero es innegable su valor para subsistir contra los obstáculos. Su vida ha sido un constante desafío que no conoció nunca el desfallecimiento ni ante la amenaza ni ante el peligro. Forjado para la valentía, aun al borde de la muerte y cuando ya ve perdida su última carta —él, que no aprendió a perder—, demuestra en sus postrimerías un sorprendente reto contra la muerte.

Es un corazón de roble que mantiene paralizada la vida española. La historia se detiene ante los latidos cada vez más precarios de esta existencia que se debilita minuto a minuto y que, aun así, se aferra a vivir con ahínco, valerosamente, como si al día siguiente, en lugar de doblar las campanas, fueran a resonar los clarines victoriosos.

Franco, rebelde desde su ju­ventud, tiene un corazón indó­mito que no se ofusca ante la adversidad y que continúa empujándolo hasta su última batalla. Lucha ahora contra las fuerzas de su propio menguado existir en medio del nerviosismo, de la impaciencia y del sollozo de un pueblo que se desespera por no perderlo, en la misma medida en que él se apega a la última esperanza. Multitudes confusas se repliegan en silencios pasmosos. Drama absurdo e inhumano. El mundo ha quedado en suspenso y palpita con sofoco en cada lati­do de esta vida que ya no es vi­da.

Cuando caiga el telón —si es que no ha caído mientras se da vueltas a estas ideas— deberá admitirse que por recia que sea la voluntad y rebelde el corazón para querer seguir viviendo, es inútil impedir el golpe inexora­ble.

El Espectador, Bogotá, 12-XI-1975.

Comentarios:

Por las casualidades de la vida, encontré un libro suyo, titulado Alas de papel, en algún recodo del camino. Leyendo el compendio de notas, encontré varias cosas dignas de mención. Sin embargo, por el momento sólo cuento el contraste sentido entre dos artículos. En la Difícil moral desgranó severos denuestos contra el sistema de corrupción y el desprestigio de la ética. Luego, vaya sorpresa me llevé con el tono casi laudatorio de Un corazón rebelde. Hoy, cuando numerosas investigaciones históricas han desenmascarado el régimen de terror implantado por el generalísimo, le pregunto si aún cree que: «Héroe de guerras y de conflictos, ha sido el caudillo más fuerte no sólo de la vida española, sino también de Europa, y seguramente de la historia universal». Ningún heroísmo florece en la mente de un hombre que sin piedad mató a Lorca, Hernández y miles de españoles. Ningún heroísmo brota de un personaje que impuso sus ideas a la fuerza del cañón y el obús. Ángel Castaño, Armenia, 18-X-2010.

Respuesta. – La frase que usted cita saca de contexto el sentido que quise darle a mi artículo, que está dirigido a comentar la fuerza del corazón de Franco, no la fuerza política del personaje. El corazón se negaba a morir a pesar de los varios días de agonía que llevaba el paciente, y que en aquellos días –lo recuerdo muy bien– mantuvo en vilo a todo el universo. La frase, lo reconozco, no es afortunada, pues se presta para otra interpretación. Si usted lee el artículo anterior: La impiedad de Franco, verá que mi idea sobre él es de censura por sus actos. GPE.

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