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Medallas literarias

lunes, 3 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El empeño de un hombre apasionado por la literatura como lo es Humberto Jaramillo Ángel permite que Calarcá, la Villa del Cacique y tierra de escritores y poetas, preserve expresiones de tanto contenido como la de reunir, año tras año, figuras destacadas de la inte­lectualidad nacional en un so­lemne acto donde se imponen las medallas bautizadas con los nombres de Jorge Zalamea, Eduardo Arias Suárez y An­tonio Cardona Jaramillo. La primera de ellas se otorga a una figura de renombre na­cional y las otras a escri­tores de la región.

Lo que comenzó siendo un hecho aislado, considerado en principio por algunos escépticos como la en­deble proyección de un acto de provincia que no resistiría el paso del tiempo, es hoy una insignia nacional. Varios escritores destacados del país han recibido el honor de estas preseas, y otros, que no creyeron que las medallas creadas por Jaramillo Ángel significaran premios de excelen­cia, esperan la oportunidad, y la presionan, de verse distin­guidos con tales galardones.

León de Greiff, Lino Gil Ja­ramillo, Eduardo Carranza, Rafael Maya, Luis Vidales, personajes del país literario que avanza por entre las frivolidades de esta época superficial, han sido con­decorados con la medalla Jor­ge Zalamea. Este año la Ofi­cina de Extensión Cultural de Calarcá, cuyo nervio es, por supuesto, Humberto Jaramillo Ángel, ha es­cogido a otro abanderado de las letras, Otto Morales Benítez, cuyo pecho lucirá un nuevo emblema por su carrera intelectual.

Las otras dos medallas se conceden a Dora Tobón de Ocampo y a Humberto Jaramillo Restrepo. Ellos son literatos jóvenes de Calarcá, escritora ella de un libro de poesía, y Humberto de un libro de cuentos, quienes comien­zan a asomarse al panorama de las letras y de quienes se es­peran amplias ejecutorias.

También han recibido las mismas medallas los escritores locales Bernar­do Ramírez Granada, Jesús Arango Cano, Óscar Piedrahíta, Rodolfo Jaramillo, Adel López Gómez, Luis Yagarí, Rogelio Maya López, Bernardo Pareja, Héctor Moreno, Ho­racio Gómez Aristizábal, Julio Alfonso Cáceres, Gustavo Páez Escobar.

Esa es Calarcá, solariega población que se recues­ta en una estribación de la cor­dillera, como soste­niendo el patrimonio cultural que la enaltece. No hay exageración al afirmar que en ninguna otra ciudad colombiana se realizan, hoy por hoy, estos foros de la inteligencia. Por las calles de Calarcá resuenan las voces de Baudilio Montoya y Antonio Cardona Jaramillo, mientras en Armenia, otra sede  de la cultura, perdura la añoranza de épocas memorables, donde Eduardo Arias Suárez, el mejor cuentista del país, creaba hitos de gran­deza con sus escritos.

Son sombras tutelares de un pasado glorioso que no será posible desvanecer mientras queden guardianes de la herencia cultural como Humberto Jaramillo Ángel. En esta forma se premia el mérito literario. Las medallas de Calarcá, más que una institución académica, son un motivo para estimular al es­critor y premiarle su talento.

El Espectador, Bogotá, 22-VI-1977.

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