Inicio > Temas varios > Un papel deteriorado

Un papel deteriorado

sábado, 8 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Un comerciante de Corabastos se quejaba de la falta de negociabilidad del cheque de la Caja Agraria. El reclamo hubiera que­dado mejor formulado señalando que no sólo el cheque de la Caja Agraria sino todo cheque bancario se volvió un papel sin seriedad. Hasta tal grado ha crecido la desconfianza, que el comercio, receloso de fraudes, advierte en sus dependencias que «no se reciben cheques». Y como ironía, son los comercian­tes quienes más abusan de una chequera.

Hoy un talonario de cheques lo porta cualquier persona, hasta los analfabetos y con mayor razón los delincuentes. Por eso es un papel que circula con asfixia. Los giradores inescrupulosos, convertidos en una plaga inconte­nible, están menoscabando la moral pública. Difícilmente sabrá alguien el número de cheques (una cantidad astronómica) que los bancos rechazan a diario por carencia de fondos y motivos si­milares, con los cuales los gira­dores se burlan de los negocios, generalmente con premeditación.

La selección de clientela bancaria ha dejado de ser rigurosa tan­to por la proliferación de oficinas que se disputan cuentas sin nin­gún sentido, como por las argu­cias de los defraudadores y eter­nos sobregirados para hacerse a la protección de los bancos. Los controles son en flo­jos. No es raro ver a personas in­deseables entrando por los esta­blecimientos crediticios con exhibición de vistosas chequeras y arrogantes cinismos. Hay, por desgracia, gerentes de banco pródigos en el asilo, que fomentan el rela­jamiento de las sanas costumbres.

El cheque es, por tanto, un pa­pel deteriorado, que no goza de confianza pública. Se abusa de él no sólo por manías irredimi­bles, sino por tolerancia bancaria. No se aplica mano fuerte para con­trarrestar la invasión de papeles falsos que están ahogando al país y hasta se usan insólitas protec­ciones al permitir que el cliente descuidado cierre la cuenta y quede en libertad de seguir come­tiendo nuevos abusos en otro banco.

Los geren­tes serios, que afortunadamente son muchos, o somos, porque el articulista sabe el terreno que pisa, nos movemos con aprietos entre estas maniobras y vicios que dañan un sistema que debería ser ejemplar. Resulta indicado que salga una voz de la propia banca, para buscar la deseable depuración.

Las leyes son inoperantes para castigar a los culpables, porque no se ejercen con la necesaria drasticidad o porque los abogados son hábiles para inter­poner interpretaciones que pug­nan por la suerte de sus defendi­dos. En los Estados Unidos el giro de cheques sin fondos da cárcel, y también, teóricamente, en Colombia, con la diferencia de que allí las leyes se cumplen y por eso existe moral pública.

Al amparo de la voraci­dad bancaria que se pelea cuen­tas, de la ineficacia de los contro­les y los castigos, de la liberali­dad de los bancos, de la suavi­dad de la ley y de las audacias de la gente deshonesta, está monta­da la inseguridad que se des­prende de un talonario de cheques y que repercute en la vida na­cional.

Es un estado de descomposición que debe recomponerse. ¿No es sano que la crítica del periodista sea al propio tiempo la incon­formidad del funcionario de banco para sembrar inquietud entre quienes son los encargados de vi­gilar y corregir el sistema? El país necesita seriedad en sus costumbres. El cheque «chim­bo», personaje siniestro, es un cáncer social que avanza y se reproduce al no encontrar quién lo detenga.

El problema, como se ve, es de personas y de instituciones, o sea que no es de poca monta. Hay que purgar toda una organi­zación averiada hasta recuperar la decencia y la honorabilidad. El cheque, entonces, realmente sería en Colombia un instrumen­to negociable, y el comerciante de Corabastos podría obtener confianza con su desacreditada chequera.

La Patria, Manizales, 20-IV-1980.

Categories: Temas varios Tags:
Comentarios cerrados.