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Del aborto y otras cosas

martes, 11 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Si todo consistiera en abortar, no habría problema. Pero es que el aborto daña la conciencia. Además, mu­chas veces no sólo mata a la persona en embrión, sino a la propia madre. Hay vergüenzas que pretenden esconderse con el aborto, como si el mayor sonrojo no se llevara en el alma.

Otros (y aquí se incluyen los hombres, ya que ellos también abortan) lo hacen por irresponsabilidad, por­que le tienen miedo a la carga económica. ¿No será preferible meditarlo a tiempo? Se dice que en Colom­bia se producen al año alrededor de doscientos cincuenta mil abortos.

El aborto es un delito. Diríase que un delito simbólico, porque la costumbre lo ha legaliza­do. De ese número considerable se iniciaron en 1979 veinticinco investigaciones, de las cuales hay diez personas sindicadas. O sea, la ley es letra muerta.

Si por lo menos el aborto disminuyera la población, habría un resultado debatible. Pero ésta viene en pro­greso permanente, no obstante haber disminuido la tendencia que se traía. En el año 2000, Colombia tendrá, según los vaticinadores, 37 millones de habitantes. Ha­bremos aumentado diez o doce millones, y para hablar con mejores referencias diremos que dentro de 20 años la población habrá crecido un cuarenta o un cuarenta y cinco por ciento.

¿Los habitantes de este país glorioso tendrán, o tendremos, para entonces, salud, educación y techo? Pre­guntemos más concretamente si vivirán, o viviremos, sin tantas angustias, sin tantas amenazas, sin tantas estrecheces….

Dicen que el índice de supervivencia llega hoy a 65 años. Así, los cuarentones podemos aspirar a vivir en un país irrespirable. También se vaticina, y ojalá los cálculos se equivoquen, que nos aproximamos a un Estado de jubilados y ancia­nos desprotegidos. Aquí habrá que gritar: ¡horror!

La mujer viene mermando, gracias a las campa­ñas de paternidad responsable (y aquí se demuestra que las mujeres se vuelven a veces hombres) el índice de fertilidad. En 1968 tenían en promedio siete hijos; hoy, tres y medio. Ese medio dejémoslo que lo muela la conciencia. La mujer, al liberarse y volverse medio hombre, se ha venido incorporando al trabajo, pero no con sentido de independencia y machismo, sino por necesidad. Los hogares son hoy muy duros de costear.

Según las estadísticas, que a veces sirven para algo, hoy somos más pobres que hace diez años por la pérdi­da del valor adquisitivo de nuestro desmirriado bille­te.

Algunos quieren resolver esta clase de di­lemas acudiendo al aborto, y por lo general al aborto que se practica por comadronas irresponsables, y con él ni siquiera consiguen un mejor estado económico. Y, lo que es más grave, les quedará turbia la con­ciencia para toda la vida.

La Patria, Manizales, 1-X-1980.

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