Inicio > Panorama nacional > La guillotina existe

La guillotina existe

martes, 11 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

¿Necesita guillotina la sociedad moderna? Parece que sí. Cuando en días pasados leímos en la prensa que serían ajusticiados en ella Jean-Luc Riviere y Mohammed Chara como asesinos de una señora de 35 años y una niña de 8, sentimos que resurgía la Francia de los Luises y las revoluciones.

Este temible aparato, que en unas ocasiones se empleó para hacer justicia y en otras para tomar vengan­za, sacudió la vida francesa hace 200 años. No hay du­da de que se cometieron muchas injusticias. Pero tam­bién se corrigieron muchos abusos. Si la pena de muerte se encuentra hoy abolida en la mayoría de los países por prestarse a represalias y equivocaciones, sería de­seable para no pocos casos atroces que sacuden la con­ciencia pública y corrompen la sociedad.

Cuando vemos que las mafias mantienen en jaque al pueblo antioqueño y al país entero y sacrifican sin escrúpulo a jueces y honrados ciudadanos, en abierto reto del atropello y la degradación contra el orden y la ley, quisiéramos trasladar a nuestro país a ese verdugo moralizador.

Unas bandas de facinerosos que parecen amasadas con instintos cavernarios tratan de destruir lo bueno que tenemos, en manifiesto y al propio tiempo logra­do propósito de socavar los cimientos del Estado. Lo hacen en las más diversas y horrendas manifestaciones de sevicia y provocación, sin que la ley consiga preser­var la moral.

Si a los asesinos de Francia los pasaron por la guillo­tina por crímenes horrendos,  ¿qué decir de los asesinatos que en Colombia se ejecutan a sangre fría y con aviesas intenciones? Hoy es el juez que cae acribillado en cumplimiento de sus deberes. Mañana será el hombre de empresa, o el funcionario del Estado, o el humilde labriego, a quienes es preciso eliminar para sembrar confusión e implantar la anarquía.

La guillotina cometió errores. También a nombre de la justicia suceden muchos desaciertos. Pero la sociedad necesita a veces escarmientos para cambiar de rumbo. En Francia la guillotina trabajaba todas las horas del día, implacablemente. El pueblo huía de ella como de un monstruo. Cortaba cabezas como en un proceso industrial. Era, en alguna forma, un sistema higiénico.

Marat, el sanguinario, quería guillotinar a 250.000 personas más, ya en el colmo de la obsesión. Para que eso no sucediera, lo guillotinaron a él. Luis XVI fue condenado a muerte por abusos del poder, y lo siguió gran parte de la nobleza y el alto clero. María Antonieta, símbolo universal de la liviandad, la intriga y la corrupción, pagó con su cabeza los desatinos de su reinado. Grandes y chicos rindieron su vida ante el bárbaro potro del suplicio.

En Colombia tendríamos que inventarnos nuestra propia guillotina. Hay que depurar las costumbres y detener el desenfreno. Primero habría que limpiar la concupiscencia de los políticos y de los funcionarios públicos que pervierten la moral del país. Dicen que en Pereira hay ahora tranquilidad porque unos comandos fantasmas se encargaron de aplicar su propia justicia.

La Patria, Manizales, 6-XI-1980.

 

Comentarios cerrados.