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Folclor y tradición

sábado, 15 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Con este nombre acaba de aparecer el segundo disco de Carlos Botero Herrera, prensado por la firma Sonolux, de Medellín, y dedicado, como el anterior, a la tierra quindiana, donde su autor se desempeña con éxito en la empresa privada. Habíamos extrañado su ausencia de las expresiones artísticas, en las que ha tenido evidente suerte al lograr que varias de ellas se queden pegadas a la tierra y, más aún, que sus aires recorran otras latitudes, como sucedió en pasada excursión de nuestra música por diferentes países del mundo.

Carlos Botero Herrera es afortunado intérprete del alma popular y ha venido fomentando su inspiración en los entreactos de sus actividades empresariales. La poesía es para él una aliada que cultiva desde bien joven. Hemos estado pendientes de su segundo libro, proyecto que ha dilatado y que pronto, como lo promete, será realidad.

El poeta, como el escritor y en general el artista, no debe esperar mecenas. La cultura es la ac­tividad más solitaria y menos protegida. Y a la que menos apoyo le dispensan las entidades oficiales. El creador, que es el único  que sabe llegar con autenticidad al pueblo, es un ser un marginado que toca de puerta en puerta esperando que el Gobierno o la empresa particular apoyen sus obras.  Publicar un libro o prensar un disco representa enorme esfuerzo económico, imposible para muchos, y por eso el país está lleno de obras inéditas.

Esta nota con la que saludamos la aparición de Folclor y tradición sirve también para reclamarle al amigo la demora de su segundo libro de poesía. El primero, Mares de fuego, que tuvo comentarios favorables, está ya distanciado.

Tenemos ahora su disco navideño, fresco como los amaneceres quindianos. Son doce canciones melodio­sas y sentimentales que entran a enriquecer nuestro folclor y que ya comienzan a regarse por la tierra como un hálito inspirado. Botero Herrera, que les canta a los ojos risueños de la chapolera o a las manos endurecidas del labriego, se va por los surcos del café susurrando en los oídos del campo la voz cadenciosa que hará más amable la recolección de la cosecha. Campesinita quindiana es un himno campesino que se paladea entre copa y copa, al borde de cualquier tienda de ve­reda, y que con Sangre de café anima el alma de los campos.

No hagas llorar a un niño, la nueva canción que en mi concepto es la más inspirada de su segunda ronda, llega en este diciembre como sentido homenaje a este pequeño testigo de los sudores rurales y se vuelve un pedido a los padres, formulado con apremio y súplica, para que no cortemos la paz del mundo representada en el alma tierna del niño.

Se descontinúa así el silencio musical y poético del amigo Carlos Botero Herrera, que ha de sentirse estimulado para proseguir su itinerario por el folclor y la tradición del pueblo quindiano.

La Patria, Manizales, 7-I-1981.

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