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Fomento a la cultura

domingo, 16 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Le expresaba yo en días pasados mi admiración al gober­nador Silvio Ceballos Restrepo por su interés en estimular las expresiones artísticas de la ciudad. Lo vimos, como le consta a toda la ciudadanía, participando con decisión en los actos culturales que se programaron en las recientes festividades de Armenia. En uno de los parques se consagró en bronce, para el recuerdo de las futuras generaciones,el hermoso soneto de Carmelina Soto, soneto de amor a la ciudad, que ya nunca se borrará del corazón de los armenios. El gobernador no fue un invitado más, como por lo general ocurre en estos actos oficiales, sino que se escuchó allí su voz emocionada que pregonaba las calidades poéticas de la grandiosa poetisa a quien muchos, en su propia tierra, no conocen.

Estimular el arte debería ser la primera regla del gobernante. Nuestra parcela quindiana, de tan fértiles suelos cafeteros, es también pródiga en escritores y poetas. Este producto natural suelen subestimarlo los mandatarios porque no rinde divisas. Ellos gastan muchas veces su tiempo en bagatelas y en obras estériles; se enredan en los menudos pleitos de la burocracia y en el afán partidista, y cuando hacen algo que vale la pena, buscan que su nombre quede impreso como una referencia histórica. Muy pocos se preocupan por la cultura.

Hacer cultura es algo más que levantar estatuas y de­jar primeras piedras. Hay que sentir la cultura. No po­drá aspirarse a conquistar esa categoría cuando se vive ausente de las manifestaciones del espíritu. Uno de los primeros requisitos es el de la lectura. Acaso todo el secreto del aprendizaje y la asimilación nace de la lec­tura constante. No todo gobernante se preocupa por mantenerse en contacto con los libros, disci­plina que por otra parte no puede improvisarse.

Silvio Ceballos Restrepo, que ha sido lector in­quieto, faceta que es poco conocida, ha demostrado que tiene vínculos espirituales con la cultura. Así se expli­can su afán yparticipación en los actos culturales de las festividades de Armenia. No es él de los que mandan delegados a tales eventossu , sino que concurre en persona y se deja oír.

La gente lo identifica con el político corriente, porque su vida ha sido política. Pocos saben que su presencia en los programas comentados no fue protocolaria, sino sentida. Estimuló el concurso de cuento, premió a varios escritores de la ciudad, fundió en bronce el soneto imperecedero, impulsó la terminación del Monumento al Esfuerzo que se había dejado inconclusa por las eternas carreras de la gestión oficial. Le faltó tiempo para otras iniciativas de esta índole.

A punto de concluir su mandato, es justo este reconoci­miento. Ojalá vengan más gobernadores que con­sideren la cultura como una responsabilidad y no  como un accesorio incómodo.

La Patria, Manizales, 15-I-1981.

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