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El poeta de la ruana

lunes, 17 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Luis Carlos González murió en su ambiente. Se fue cantando bambucos. Hizo de su vida una canción y así en­tendió la parábola del montañero, que sin música en el alma no logrará desa­fiar los arcanos de la muerte.

Este vate popular, que tan bien supo interpretar los amores, las angustias y las costumbres de su gente, pasó por su pro­vincia como un viento fresco. En cada corazón enamorado depositaba las nostalgias de su tiple bohemio, y en las fatigas del labrador derramaba las esperanzas de los amaneceres tran­quilos.

Un día tendió su ruana por los ca­minos de su tierra y enlazó a toda Co­lombia:

La capa del viejo hidalgo

se rompe para ser ruana

y cuatro rayas confunden

el castillo y la cabaña.

Es fundadora de pueblos

con el tiple y con el hacha,

y con el perro andariego

que se tragó las montañas.

Poesía auténtica la suya, le bro­taba como manantial de sus mon­tañas, que lo mismo en Pereira, en Armenia o Manizales —siempre por los caminos del Antiguo Caldas— le corría alma adentro como un eco de la patria. Maestro por excelencia de la canción criolla, enalteció los valores de su raza y se volvió el mejor trovador familiar de la comarca.

En su inspiración la aldea logra su más lúcida categoría, y por ese pueblo que él vio crecer a golpes de hacha y de bambucos –Pereira, la querendona, trasnochadora y morena– desfilan las virtudes y las pasiones, los sudores y los deseos de una casta de soñadores y valientes.

La policromía de su parcela es el himno constante de su alma musical:

Por los caminos caldenses

llegaron las esperanzas

de caucanos y vallunos,

de tolimenses y paisas

que clavaron en Colombia

a golpes de tiple y hacha,

una mariposa verde

que les sirviera de mapa….

Luis Carlos González no ha muerto. Se quedó hecho un bambuco. Es ya para siempre sangre de la montaña. En cada fonda del Antiguo Caldas, eco de las fondas antioqueñas, seguirá resonando su voz atiplada junto a la ruana, el carriel y el machete. Cumplió el destino de cantor de su región. Cantor de Colombia entera.

Es posible que la emoción de recibir el libro El poeta de la ruana, de Héctor Ocampo Marín, y ver trasladado su nombre a la sala cultural del Banco de la República en su cuna pereirana –honores desproporcionados para su modestia ancestral– le hubieran des­templado alguna cuerda sentimental. Sus amarras volaron como mariposas montañeras, que ya no las detiene el viento. «Sin Luis Carlos González a Pereira le faltaría la campana mayor», dice Ocampo Marín.

Y sereno se fue con las luces del atardecer:

 Porque ya nada me falta

de nada y todo soy dueño,

y porque aprendí en jornadas

de amor, esperanza y tiempo

que la vida sólo es vida

cuando envejecen los sueños,

¡bendigo la soledad

que me acompaña, ya viejo!

El Espectador, Bogotá, 10-IX-1985.

 

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