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Respuesta a un anónimo

martes, 4 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

A quien se firma como «Clase obrera» en carta que he recibido sobre mi artículo Los desvalijadores, quiero dar respuesta pública por considerar de interés los temas que defiende mi oculto corresponsal. Trata él de justificar la pillería urbana, esa que recorre las calles en persecución de las plumillas del automóvil o el bolso de la dama, con el argumento de que en esta sociedad asfixiada por la crítica situación económica ­se justifica el delito ante la falta de facilidades para subsistir.

Tal apreciación es debatible, aunque respetable. El gamín, en efecto, es consecuencia de hondos problemas sociales, uno de los cuales es la desintegración hogareña, pero no siempre se roba por hambre sino por hábito. Si alguien roba porque físicamente no encuentra otro camino para vivir, la sociedad es, sin duda, responsable de este lastre público. La sociedad en este caso es el Gobierno.

Habría que averiguar si los rateros que pululan en Armenia y en el país entero lo hacen todos por necesidad o por holgazanería. Yo le preguntaría a mi lector si los muchachos entre ocho y doce años que van de puerta en puerta pidiendo sobras de comidas, y a quienes vemos en exuberante estado físico, no serán los delincuentes del mañana que hoy recorren los caminos de la ociosidad y nada hacen por conseguir trabajo.

En las cosechas cafeteras hay trabajo abundante. Vimos en la pasada que los dueños de finca pagaban magníficos jornales y eran explotados por las legiones de trashumantes que cayeron sobre el Quindío. Como ironía, la mano de obra en la fincas no sale de la misma región sino en mínima parte. ¿No es más razonable que los vagos de la ciudad se incorporen a las cuadrillas de trabajadores rurales en lugar de seguir haciendo de las suyas al amparo de la impunidad?

Respeto el juicio que hace mi corresponsal sobre la explotación de las clases privilegiadas a costa del pueblo. Habla él de los negocios turbios, los serruchos, los peculados, la corrupción en las altas esferas y hasta menciona el nombre de dos personajes de Armenia que disfrutan de libertad y para quienes parece que no existiera la cárcel. Plantea en su escrito un serio interrogante que traslado a los lectores: ¿Ya se olvidaron de los negocios de Valorización denunciados por la prensa en el edificio más caro del mundo?

Agrego por mi cuenta que quien delinca debe ser castigado. La cárcel, desde luego, no es solo para los del pueblo sino también, y sobre todo, para los de arriba. Quienes se enriquecen en las altas posiciones y cometen toda clase de inmoralidades, son los principales corruptores de la sociedad. Pero también merecen castigo el robo callejero y los excesos del pueblo que muchas veces tratan de disfrazarse con el ropaje de movimientos sociales.

Para que la sociedad sea más justa debemos propender por la moralidad pública, por el empleo suficiente, por la erradicación de tugurios, por la protección del niño y del anciano, por remediar el hambre y combatir a los explotadores de esa misma sociedad, grandes y pequeños.

El Espectador, Bogotá, 6-X-1977.
Satanás, Armenia, 8-X-1977.

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