Inicio > Poesía > De las elementales cosas del ayer

De las elementales cosas del ayer

sábado, 8 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Uno de esos correos que producen regocijo me trajo el hermoso libro poético de Armando Morales Benítez.

Armando, Omar y Otto, los tres Morales Benítez que le dan lustre a la literatura colombiana, constituyen envidiable hermandad de abogados brillantes y escritores convencidos. Escribir, ante todo, debe ser un acto de convicción. Difícilmente se llegará lejos en los caminos de las letras si no hay fe. Los pasos siguientes, la disciplina, el sacrificio, la tenacidad, son eslabones necesarios  para coronar metas, pero de nada valdrían sin la firmeza espiritual.

Estas tres carreras literarias se han desarrollado practicando desde la niñez el esquivo don de escribir. En los escaños de las aulas escolares quedaron rastros  de sus primeras inquie­tudes. Otto, desde muy joven, ya indagaba por autores y hacía los primeros pinos en periódicos y revistas, como presagio de futuras proyecciones. Omar, creador de personajes, fabricaba en secre­to sus tramas, hasta llegar a estructurar relatos de sentida intención social. Armando jugaba a las metáforas ensayando métricas y conquistando el favor de los dio­ses.

Este exigente campo de la poesía amorosa por él cultivado le da hoy el título de poeta romántico. Mientras otros incurren, por falta de maestría, en los vicios de la expresión cursi con que pretende cantarse al amor, Armando decanta su lírica de noble sentimiento y límpida en­tonación. Trabaja su estro con rigor literario para crear la imagen tierna, que debe salir del alma y no del sim­ple afán versificador sin profundidad, y castiga los gustos pro­saicos remontando alturas y ennobleciendo la vida.

Ser poeta amoroso, y Arman­do Morales Benítez lo es por excelencia, es destino seve­ro. Si la poesía es la síntesis de la literatura, la poesía amorosa se convierte en el estrecho filtro de la emoción auténtica. De ahí al ridículo sólo hay un paso. El amor es la esencia de la vida. Hasta el odio es consecuencia del amor. El amor inspira to­dos los actos y nada se sustrae a su influjo, porque es la fibra más sensible del ser humano.

Para ser poeta del amor se debe amar intensa­mente. Jugar a las metáforas, buscar el color de lo sublime, traducir en be­lla manifestación la nobleza del sentimiento, requiere un talentoso buceo por las intimi­dades del hombre. El gusto es­tético sólo se logra cuando el poeta purifica su propia inspira­ción para luego llegar al alma de los demás.

De las elementales cosas del ayer es un libro escrito con amor y que le canta a la mujer, el máximo símbolo del amor. La emoción de este poeta que supo rendirle culto a la mujer vibra como entre vaporosos univer­sos donde la realidad se vuelve encantada y la alegoría irradia la sensibilidad del alma.

La Patria, Manizales, 14-IX-1979.

 

Categories: Poesía Tags:
Comentarios cerrados.