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La literatura quindiana

martes, 11 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

La Dirección de Cultura del Quindío realizó en mayo de este año el primer encuentro de escritores quindianos. No hay duda de que tuvo éxito, quitándo­le algunos lunares de organización.

Muchos trabajadores de las letras quindianas, resi­dentes o no en la ciudad, y exhibicionistas o no de la cultura, ya que de todo hay en estos predios, contestaron a lista y durante tres días estrecharon los lazos de la camaradería, presentaron algunas inquietudes y se comprometieron en planes que irían en beneficio del gremio. Se designó una junta y se dejó en sus manos la orientación de los programas que se habían trazado.

Por omisiones explicables, aunque no comprensi­bles, quedaron por puertas varios escritores a quienes no se les extendió tarjeta de invitación. Entre ellos, Bernardo Ramírez Granada, Haydé Londoño de Jaramillo y Alirio Gallego Valencia. Sien­do personas importantes y trajinadas en la cultura regional, resulta extraña esa omisión, y franca­mente lamentable.

Uno de los organizadores me explicó que por no haber publicado nin­gún libro no eran considerados escritores. Yo sigo creyendo, con mucho respeto para quienes no comparten mi punto de vista, que son más escri­tores que muchos de los asistentes al acto.

Un libro es circunstancial. La calidad del escritor va por otro lado. Recuérdese que Luis Tejada, posi­blemente el mejor cronista del país, sólo escribió notas periodísticas, pasadas más tarde a un libro. Tejada, desde antes de esa publicación, ya era gran escritor por medio de sus notas de prensa.

De todas maneras, el encuentro quindiano tuvo una feliz realización. Por compromisos ya adquiridos no pude asistir a él, pero me informé de sus pormenores.

Alguien en forma osada e ingenua se presentó al re­cinto a enjuiciar la literatura quindiana y dijo que ésta no existía. Exhibió títulos del exterior y actuó con aire doctoral y pedante. Nadie lo cono­cía. Él, según luego se vio, tampoco conocía la calidad literaria del Quindío.

No había oído hablar de Eduardo Arias Suárez, ni de Baudilio Montoya, ni de Antonio Cardona Jaramillo, ni de Jaime Buitrago Cardona, ni de tantas otras figu­ras ya fallecidas que le dieron y le dan realce a la lite­ratura colombiana.

Cuando supo que Carmelina Soto es una de las glorias del país en el campo de la poesía, y que Euclides Jaramillo Arango es una autoridad en el folclor y reconocido cuentista y novelista, y que Humberto Jaramillo Ángel lleva cincuenta años ca­balgando con buen pulso por los caminos literarios de España, enmudeció. Es posible que con mejor aseso­ría conozca hoy la pléyade de escritores vivos y muertos que son patrimonio de la región.

La literatura quindiana es un hecho cierto. Falta, sin embargo, presencia en el país del escritor quindiano. Hay cierto sentido lugareño, de círculo estrecho, que frena el vuelo. En otras partes se nota mayor impulso, a veces con menos calidad. Aquí ni siquiera se ha logra­do conformar una asociación de escritores. Ese fue uno de los propósitos del pasado encuentro.

Se ignoran los resultados que haya obtenido en su gestión la junta nombrada. Ojalá no resulte cierta la in­formación de que no se ha reunido por primera vez. Así, el encuentro no pasaría de ser una reu­nión social. Hacer cultura es labor ardua y desa­gradecida. No todos, por cierto, poseen esa capacidad. Se necesitan vocación de lucha, desprendimiento y nobleza.

Ya se sabe que en la literatura abundan los celos, las envidias y las falsas posturas. Esto limita mucho la labor en equipo. Creo yo más en el esfuerzo aislado, silencioso y perseverante. Consigue más el trabajador marginado, pero laborioso, que el arrogante personaje que en lugar de construir vive en plan de crítica y disociación. Todo sea dicho con el respeto y el aprecio que me merecen los colegas escritores de mi tierra adoptiva.

La Patria, Manizales, 11-X-1980.

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