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Palizas en la literatura

domingo, 16 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Produce enojada hilaridad el espectáculo de dos escrito­res, atrincherado cada cual en su columna periodística, que en las últimas semanas han descendido a la ofensa personal con poca consideración para con el público lector. Cuando hay pasión, como acontece con este par de literatos, se pierde el interés por lo que se escribe. Cada uno de ellos, con denuestos inconcebibles, quiere, en síntesis, proclamarse mejor escritor que el otro.

Mientras el uno, con arrogan­te actitud, descalifica a los letrados del Quindío y se autoelogia como una de las figuras cimeras del país (¿quién se lo estaba preguntando?), el otro, que nunca se ha resignado a los términos medios y que también se supone en igual nicho, se viene lanza en ristre contra quien pretende des­conocerle su sitial en las letras.

Es una lucha estéril y pueril que nadie entien­de. ¿Le hará esto bien a la literatura o por lo menos con­seguirá dilucidar la posición encontrada de los dos energú­menos? ¿Que el uno es mejor literato que el otro? ¿Y esto a quién le interesa? Es bien sabido que los celos en la li­teratura corroen y destruyen. Y bien claro está que, tratán­dose de un pugilato personal, el par de rivales se deja ob­cecar por la envidia. Cada uno recela de la eventual preben­da de su vecino, porque además son colindantes en un espacio periodístico.

A falta de mayor entretención se han dedicado a destruir­se mutuamente. Y pretenden que esto tiene interés para los sufridos lectores. Son semanas enteras propinándose garrote, como si la literatura no tuviera nobles propósitos. A verdaderos trancazos defienden sus posiciones, sin ceder un milímetro y sobre todo creyéndose, cada cual, el dueño de la verdad.

La literatura no se merece estos arrebatos. Los conflictos personales deben ventilarse por fuera de las columnas que los directores de los periódicos ceden  para tratar asuntos de interés común. El público pide respeto. Que el uno sea mejor escritor que el otro y acaso el non plus ultra de la literatura regional no lo determinará, por cierto, un punto de vista egoísta, sino el gusto del público. Jugar al narcisismo no le hace bien al hombre. Las preferen­cias de la gente son ajenas a la soberbia del individuo.

En este enfrentamiento salta a la vista el sentido parro­quial con que se busca destrabar una reyerta entre dos hom­bres de letras, cada uno olímpico en su propia consideración. Tiran palos de ciego y aspiran a quedar intactos. Para que cada uno permanezca contento, lo mejor sería que continúe sintiéndose lo mejor de la literatura, sin dar explicacio­nes. Si las da, se presta a que no se le crea, ya que no hay nada tan antipático y negativo como hablar en loa propia.

La literatura, lo sostendré hasta el cansancio, es un semillero de envidias y rivalidades. Y la envidia es el mayor pecado de la humanidad.

El Quindiano, Armenia, 23-V-1981.

 

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