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La prensa amiga

lunes, 17 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Rodrigo Gómez Jaramillo, nuevo gobernador del Quindío, detesta, se­gún sus palabras, la prensa amiga. Es la declaración del político antes de entrar a ejercer el mando, hecha ante el Colegio Nacional de Periodis­tas del Quindío,   con la que notifica el deseo de ser vigilado para desempeñar una labor más eficiente. A los funcionarios del Estado no les conviene, en efecto,  la adhesión in­condicional de los medios de comu­nicación y les resulta provechoso, por el contrario, que exista por parte de estos independencia crítica expre­sada con altura, para que la admi­nistración pública no se desvíe.

La lisonja, algo muy distinto al estímulo, es el peor aliado de los gobernantes. La cortina de los adu­ladores, conformada casi siempre por los amigos y colaboradores más cercanos, no permite que el eco de la opinión pública se deje sentir, en su exacto lenguaje, en el recinto de los altos despachos. Esta práctica tan cultivada por quienes se benefician del favor del príncipe o aspiran a prebendas del Estado se presta para el engaño de los mandatarios y, lo que es peor, para la prolongación de errores que no se rectifican por falta de conocimiento.

Quien más propenso está a cometer errores es quien más poder regenta, por lo mismo que éste, al desbordarse, suele convertirse en instrumento contra los débiles y en ventaja para los amigos o quienes aparentan serlo. El mejor amigo es el que nos dice la verdad. Pero este es oficio arriesgado y pocas veces agradecido, porque a la gente no le gusta que le señalen sus fallas. A la humanidad le encanta la ponde­ración, no importa que ésta sea men­tirosa. Nacen de aquí los peores descalabros del país, que es la víctima principal del exceso de elogios en la administración pública.

Por eso, el nuevo gobernador del Quindío, elemento cívico y político bien intencionado, antes de entrar a contaminarse con la atmósfera da­ñina del incienso, pide a los periodistas que critiquen sus actos. Los invita a ser censores y no con­formistas. Ha tocado el principal resorte del periodismo, que consiste en su función vigilante de la moral pública. La prensa no puede colabo­rar con los intereses de la sociedad si se parcializa o se entrega al mandata­rio de turno.

El periodista no debe ignorar cuá­les son los males que ocasiona el poder, ni cuáles las necesidades y angustias de los ciudadanos. Duela lo que duela, la verdad hay que decirla. Más gana el país con la  prensa combativa y combatida que con periódicos sumisos y oportunistas. Hay que saber decir no y caminar contra la corriente. El periodismo es oficio de hombres libres; y sólo en la rebeldía se conserva la dignidad, pregonaba José Umaña Bernal.

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Rodrigo Gómez Jaramillo conoce muy bien la prensa de su provincia y por eso  pide que no lo ensalce. No quiere adhesiones de compadre, sino verdades de crítico. Busca sinceridad y rechaza el sahumerio. Entonces, por favor, señores periodistas del Quindío: respondan al llamado y demuestren que su presencia es más colaboradora cantando la verdad. La publicidad pagada va por otra parte. Ese por lo menos es el propósito de la Gobernación quindiana que se inicia. Es una lección para todo el país.

El Espectador, Bogotá, 22-VIII-1984.

 

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