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El Espectador y Boyacá

lunes, 31 de octubre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

No me fue posible atender la gen­til invitación que me formuló Carlos Eduardo Vargas Rubiano al acto donde se concedió en la ciudad de Tunja, el pasado 23 de mayo, la Or­den de la Libertad al periódico El Espectador.

Justo reconoci­miento del pueblo boyacense, re­presentado por el gobierno seccional, a la trayectoria del gran diario que desde lejanas épocas se halla  vinculado, cada vez con mayor di­fusión, a la vida del departamento.

Recibieron la distinción Luis Gabriel Cano y José Salgar, presidente de la junta directiva y codirector del rotativo, las mismas personas que, como lo recuerda Vargas Rubiano en crónica aparecida en la edición centenaria, fueron quienes se interesaron, hace 40 años, por destacar en el diario los sucesos regionales. Esa comunión perma­nente con una tierra fecunda en he­chos históricos, en paisajes e inte­lectuales, muchos de ellos periodistas brillantes en las mismas páginas de El Espectador, ha permitido que crezca allí la admiración por los Canos. Lo cual, como es obvio, se manifiesta en mayor divulgación del periódico por los pueblos de la co­marca.

La familia Cano ha mantenido deferente actitud hacia Boyacá. Luis Gabriel y Guillermo Cano, enamo­rados del paisaje y la hospitalidad de una de las parcelas más bellas de Colombia, alternaron con José Salgar y Carlos Eduardo Vargas Rubiano sus visitas a la tierra pródiga.

Eran los tiempos en que se vendían 20 ejemplares de El Espectador en la ciudad de Tunja, y un número in­ferior en Duitama y Sogamoso. De entonces a hoy, como lo saben muy bien los boyacenses, las ventas —o el mercadeo, para decirlo en término de moda— se han remontado a las alturas. Sería interesante, a propó­sito, saber cuál es hoy el número de ejemplares que todos los días le dan la vuelta al territorio boyacense.

Por las páginas del diario han pa­sado periodistas boyacenses de re­nombre nacional, como Armando Solano, Luis Elías Rodríguez, Carlos Eduardo Vargas Rubiano, José Vi­cente Combariza —José Mar—, Eduardo Caballero Calderón, Héctor Muñoz, Próspero Morales Pradilla, Jorge Ferro Mancera. A esta lista agrega Carlosé mi modesto nombre: tal vez mi única virtud sea la perseverancia por 16 años embo­rronando cuartillas, y por eso no me sustraigo de esta carrera de identi­dad con la comarca nativa.

Hay otras personas que le dan honor a Boyacá en esta disciplina del espíritu. Puede decirse que todo es­critor colombiano tuvo alguna vez acceso al periódico de los Cano. Bien en el diario o en el Magazín Domi­nical. Bajo dicha consideración, la lista puede ampliarse con estos nombres que me saltan a la memoria: Eduardo Torres Quintero, Laura Victoria, Fernando Soto Aparicio, Vicente Landínez Castro, Gabriel Camargo Pérez…

Es preciso aplaudir la medida de la Gobernación de Boyacá al conceder la Orden de la Libertad al diario centenario, ejemplo de la prensa independiente del continente. Este acto destaca los servicios que el ro­tativo le ha prestado a la región boyacense y exalta la memoria de Guillermo Cano, asesinado por su ética periodística y sus denodadas batallas contra la corrupción. Boyacá corresponde así a quienes bien le sir­ven.

El Espectador, Bogotá, 1-VI-1987.

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