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Bajo la luna negra

sábado, 8 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Con la aparición de este libro se prueba que el café, un bien pródigo en rendimientos económicos y principal soporte de nuestra riqueza nacional, también produce cultura. Y es en esta hermosa parcela quindiana, bañada de exuberancia cafetera y cuna de poetas, cuentistas, novelistas, donde se rescata una novela que andaba refundida en el polvo de los años y que hoy ve la luz gracias al empeño del Comité Departamental de Cafeteros.

Cuando el lector sepa que el libro que tiene en sus manos fue escrito por Eduardo Arias Suárez en el año de 1929, en la Guayana venezolana, y que desde en­tonces permanecía inédito, comprenderá hasta dónde la pátina del tiempo cubre de olvido la obra de los escritores.

Suerte triste la de un trabajo como este que, escrito con vehemencia y dolorido y bello sentimiento, no había logrado romper las vendas de un mutismo desconcertante.  Si la literatura es por excelencia el arte de la comunicación humana, que transmite emo­ciones y crea universos, solo alcanza su verdadero destino cuando llega al lector. Han transcurrido veintiún años desde la muerte de Arias Suárez y cincuenta desde que fue escrita su novela. Pero, en fin de cuentas, la obra no se perdió, y aquí se pone a rodar para que ya nunca se detenga.

No es razonable la indiferencia de las nuevas generaciones hacia este escritor de Armenia, uno de los mayores talentos colombianos como cuentista y novelista, ganador de concursos de poesía y autor de varios libros laureados por la crítica, de mucho vuelo en su época. Todo esto parece olvidado en los nuevos tiempos. Se trata acaso del mejor cuentista del país, género en el que más sobresalió, y cuyas producciones, vertidas a varios idiomas, dejaron de tener eco en nuestra patria.

Cuando el Comité de Cafeteros me confió la honrosa misión de asesorar la presente publicación, a mí, ferviente admirador de la calidad literaria de Eduardo Arias Suárez, sentí que la tierra quindiana, que no sabe ser ingrata, iba en busca de su hijo epónimo. El escritor regresa a su parcela, él, que nunca dejó de tener alma campesina, como lo comprobará el lector cuando se adentre en estas páginas y halle las añoranzas de quien desde el trópico salvaje clama por el solar nativo.

Al rescatar esta joya literaria hay que desear que lo mismo suceda con los demás libros de este escritor, hoy no solo agotados sino también ignorados, y que se salven sus Cuentos heteróclitos, otra obra inédita que guarda celosamente su viuda, doña Susana Muñoz de Arias.

El café y la literatura se entrelazan y se hacen grandes cuando llegan al alma del pueblo. Tal la cons­tancia que deseo transmitir en mis palabras, antes de abrir el prólogo de la obra, escrito por la pluma maestra de don Baldomero Sanín Cano. Este solo hecho acredita un acontecimiento literario. Y es mayor el suceso cuando además se publica el texto manuscrito de aquel trabajo, donde los estudiosos de la literatura hallarán, en el escrutinio de los no pocos tachones y correcciones, un espíritu inquieto que buscaba siempre la perfección idiomática.

Retrocediendo en el tiempo solemos descubrir puntales perdidos de nuestro patrimonio cultural. Lo importante, después, es clavarlos como faros inextinguibles para las futuras generaciones, como aquí se hace. La literatura es, ante todo, inteligencia y luz.

(Noticia publicada en la edición de la novela Bajo la luna negra, Editorial Quingráficas, Armenia, septiembre de 1980).

El Espectador, Magazín Dominical, Bogotá, 17-III-1980.
La Patria, Manizales, 6-VIII-1980.

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Comentarios:

El Magazín Dominical de El Espectador publicó con gran despliegue la noticia sobre el rescate de esta novela de Eduardo Arias Suárez. Dice lo siguiente en la nota de presentación de este hecho:

“En páginas centrales publicamos un auténtica primicia literaria: Se pone en estos días en circulación una obra del cuentista Eduardo Arias Suárez que permaneció inédita 50 años: Bajo la luna negra se titula la novela. El libro, publicado con el patrocinio del Comité de Cafeteros del Quindío, trae un prólogo de don Baldomero Sanín Cano, lo cual es suficiente razón para entender que se trata de un trabajo valioso. Tanto el original de la novela del escritor de Armenia, como el manuscrito del prólogo, se tuvieron inexplicablemente guardados durante medio siglo y solo ahora, como lo anota Gustavo Páez Escobar en la presentación que hace de ellos, pudo imprimirse. Arias Suárez es considerado por los estudiosos de nuestra narrativa como uno de los más exquisitos autores colombianos, pero su obra no ha contado con la debida divulgación. Reproducimos, entonces, el prólogo de Baldomero Sanín Cano, un corto escrito que sitúa la novela como una obra ‘original, llena del sentido de la vida en el trópico y abundantísima en bellos paisajes del espíritu y de al tierra, reales e imaginarios”.

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Comentario del poeta Óscar Echeverri Mejía al recibir la novela, que le obsequió el Comité de Cafeteros del Quindío en un viaje a Armenia:

“Eduardo Arias Suárez es uno de los mejores cuentistas colombianos, injustamente olvidado, autor de otro libro –publicado en París– titulado Cuentos espirituales. Recuerdo que en uno de mis viajes a la hacienda El Diamante, del inolvidable León Suárez y de mi tía Elvira Mejía, su esposa, leí por vez primera –hace muchos años– ese libro de Arias Suárez, el cual dejó en mi alma un recuerdo imborrable. Siempre que veo el nombre del exquisito escritor quindiano lo asocio a esos años lejanos de mi adolescencia”. Óscar Echeverri Mejía, Occidente, Cali, 23-XII-1980.

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