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Abusos inexplicables

sábado, 15 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El tráfico que se desplazaba hacia el sur de la ciudad por la carrera 19 comenzó de pronto a detenerse por­que la carrera 18 había sido utilizada para una compe­tencia ciclística. En Tres Esquinas la vía estaba taponada y pocos eran los vehículos que lo­graban continuar su itinerario hacia el Valle o La Tebai­da. La carrera 19 se habilitó, de un momento a otro, para ser usada hacia el norte y hacia el sur. Era un sábado, día de intenso tráfico, y los vehículos se acumulaban más y más sobre las cuadras que ha­bían quedado paralizadas.

Todo un montaje policivo, de sirenas, motos, empleados de radio y periodistas se había movilizado, bajo la tutela de las autoridades de Circulación y Trán­sito, para que el paso de los ciclistas no fuera intercep­tado por los vehículos. Entre tanto, los buses intermunicipales, los camiones y los automóviles permanecían atascados, y así lo estuvieron por espacio de dos horas, creando un verdadero caos.

Así se juega con la paciencia de la ciudadanía. Nadie se explica por qué suceden estas cosas. Fueron las propias autoridades las que se toma­ron la ciudad sin considerar los perjuicios que ocasionaban. La vía pública es patrimonio común que debe res­petarse. Cerrar unas calles o un tramo carreteable pa­ra que pasen los ciclistas es acto intolerable.

En cambio, los empleados de Circulación y Tránsito que vigilan las esquinas y son los encargados de que los vehículos se desplacen en orden, suelen ser arbitrarios en el ejercicio de su autoridad. Muchas veces se alejan del lugar donde más se les necesita, y otras carecen de coordinación para permitir la razonable circulación. Son expertos en gritar su autoridad. Se vuelven en ocasiones olímpicos con las damas y tolerantes con los infractores.

En días pasados dos de estos empleados penetraron a una cuadra privada donde una dama esta­ba explicándole a otra el funcionamiento del carro. El vehículo ni siquiera iba rodando. A uno de estos en­copetados agentes se le ocurrió reprobar el acto por no existir permiso de enseñanza. No valieron explicaciones ni súplicas. Uno de ellos se acomodó en el puesto trasero y el otro siguió en moto custodiando al carro infractor que, como se explica, estaba detenido en un lote privado. Buscaban hacerse importantes ante las damas, y como no lo consiguieron, dejaron detenido el carro en los patios de Circulación. ¿Es esto autoridad?

La autoridad debe ejercerse con prudencia y equilibrio. Hay que mirar el bien común. Lo mismo que no es lícito permitir los abusos de los demás, tampo­co lo es abusar del público.

La Patria, Manizales, 11-I-1981.

 

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