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La inestabilidad municipal

jueves, 20 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Uno de los principales problemas que afronta la ciu­dad de Armenia y en general el municipio colombiano, cuyo mayor defecto es el de la improvisación, consiste en la poca estabilidad de sus funcionarios. ¿Qué obra podrá cumplir un alcalde en un año de gestión? Se ha­bla de un año, pero muchas veces el período es inferior. El actual Alcalde, por ejemplo, lleva apenas cuatro meses y ya se encuentra en plan de retirada porque el Gobernador renunciará en enero para no inhabilitarse políticamente.

No se entiende con qué criterio se nombraron unos cuantos gobernadores, parlamentarios en ejercicio, si de antemano se sabía que necesitaban retirarse a los pocos meses para no perder sus escaños en el Senado o en la Cámara. Pocos gobernadores lle­gan a los dos años de labor, unos por fricciones con los directorios, otros por ineficacia personal o por simple desgaste. Con el relevo de un gobernador viene el cambio de la nómina directiva del departamento. Así se van desmoronando los programas más ambiciosos de trabajo, si es que en realidad alguien llega con ese propósito a la vida pú­blica, sabiendo que la brevedad del tiempo no le permi­tirá desarrollar mayores iniciativas.

En el caso de Armenia, acosada de dificultades por todas partes, es obvio que no exista planeación si los al­caldes, de mucho tiempo atrás, apenas consiguen defenderse, y mal, de las intrigas de los políticos. Si en dos años y medio que lleva el actual Gobierno de la nación ya hemos tenido tres alcaldes, habrá que aceptar por simple lógica que somos un pueblo mal tratado.

Se necesita que se piense más en función del servicio público. Un alcalde de Armenia resulta un simple accesorio de las circunstancias, sin facilidades para trabajar. Si fuera de la cortedad de su mandato, la mayor parte del tiempo debe dedicarla a solucionar menudos enredos de la burocracia, no vemos cómo podrá responder a los apremios de una urbe necesitada de grandes so­luciones.

Hay que buscar mayor estabilidad. Y pedirles a los políticos que dejen trabajar a los alcaldes. El exceso de trabajo que se ve sobre el escritorio de cualquiera de nuestros alcaldes no significa exceso de programas. Es la burocracia disfrazada de papeles y enredos. El alcalde no logra respirar en un ambiente congestionado de intrigas y menos tendrá mente reposada e independiente para estructurar la ciudad que necesitamos.

Lo ideal es que haya un alcalde con autoridad y tiem­po para forjar una ciudad distinta. Un alcalde sin agen­da de trabajo serio no es ninguna garantía. La ciudad se deteriora porque no hay funcionarios de largo alcance. Dentro de esas condiciones, menos habrá proyección ni hechos de verdadero significado social.

La Patria, Manizales, 7-XII-1980.

 

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