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Archivo para domingo, 30 de octubre de 2011

América india

domingo, 30 de octubre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

A Guillermo Tenorio, el indígena que habló ante el Papa Juan Pablo II a nombre de las tribus de los guambianos y los paeces, se le pre­tendió interrumpir, o sea, censurarle la libertad de expresión, por un sa­cerdote de la diócesis de Popayán que así ignoró las altas calidades de in­teligencia de quien vino a nuestro país a escuchar e identificar los clamores del pueblo.

El representante de los indígenas iba a denunciar, y luego lo hizo por mediación del propio Pontífice, el asesinato de los padres Pedro León Rodríguez y Álvaro Ulcué Chocué, abanderados de la causa de estas tribus marginadas que re­presentan, para los terratenientes y ciertos intereses políticos, un estorbo social. Es extraño que sea un miembro de la Iglesia el que trate de silenciar un hecho que ni siquiera el propio prelado de Roma ignora, dentro del lenguaje universal de muertes violentas y destierros de obispos y sacerdotes.

Pero Guillermo Tenorio pudo ha­blar y su discurso fue más elocuente como consecuencia de la propia in­terrupción. Sus palabras, transmi­tidas al mundo entero, lograron la audiencia necesaria para dejar gra­bada la idea de que América sigue siendo territorio sojuzgado por los poderosos y donde el indígena que los libertadores buscaron redimir permanece ignorado y explotado.

«Cumplimos –dice Tenorio– quinientos años de una historia hecha en el silencio del dolor, del desprecio, de la marginación y el martirio des­conocidos, porque es martirio de indio (…) La música, el canto y la mirada de cada indígena llevan la huella de la tristeza por el despojo de la madre tierra, por la no compren­sión de la organización comunitaria, por la negación de la propia lengua, por el desprecio de la medicina tra­dicional…”

En la bella geografía del Cauca, hoy dominada por las fuerzas revol­tosas y donde los pesados terrate­nientes desconocen los derechos de las comunidades indígenas, el re­presentante de éstas mejor se hizo sentir. El viaje del Papa a Popayán fue previsto con la intención de llevar a los desheredados por el pasado terremoto el consuelo cristiano que tanto necesitan, y propiciar el clima de paz que tanto el Cauca como Co­lombia entera reclaman como requisito fundamental para la vida digna.

Deja hondas reflexiones este mensaje de los indígenas. Han llegado hasta el jerarca de la Iglesia con pies encallecidos y miradas mustias a decirle cuánto les duele que se les trate con crueldad y se les nieguen mínimas condiciones de subsistencia.

Hablan por ellos y en representación de las futuras generaciones, de Colombia y de toda América, donde proliferan las clases humildes explotadas, para recordar que son humanos y por consiguiente requieren de drogas, de alimentos, de vivienda, de educación; y piden que les sea respetada su propia cultura y se les permita el uso de la palabra, del que quiso privárseles en esta magna ocasión.

Les entristece y les enfurece que maten a sus sacerdotes y a sus líderes. Claman por la paz y la jus­ticia como elementos indispensables para el desarrollo de los pueblos. Y anhelan, tal vez entre líneas, una Iglesia de más avanzada, más mo­derna, más comprensible y también más comprensiva de sus dolores.

«En el corazón de la gleba –dice Armando Solano– es donde hay que buscar el sentido de la patria». Este escritor boyacense, grande entre los grandes de Colombia, nunca negó sus raíces criollas y fue el mayor cantor de la raza indígena. También Gui­llermo Tenorio cantó en Popayán a la América india, joven y bella, según sus palabras, entre la inclemencia de cinco siglos de esclavitud que han transcurrido desde que los conquis­tadores le dieron al continente la presunta libertad que vino a mitigar el Papa. La juventud y la belleza se opacan, en este caso, cuando Amé­rica no ha sido aún libertada.

El Espectador, Bogotá, 21-VII-1986.

 

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Usureros de la muerte

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Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Desde hace varios años se abre campo la idea de la cremación de cadáveres como fórmula indicada para la sociedad actual. Ya hoy no se debaten asuntos religiosos o es­crúpulos de conciencia para admitir la incineración de los cuerpos como proceso práctico, higiénico y conveniente al bolsillo. Pero las autoridades, con sus insólitas tar­danzas, han desoído este clamor que se escucha en el país.

La funeraria representa uno de los mayores y más siniestros sistemas de explotación humana. Morirse es en nuestro país un hecho económico de penoso ma­nejo. En sana economía debería haber una reducción de gastos por la persona que desaparece y nunca un aumento. La muerte, como nadie lo ignora, es una de las cargas más gravosas que perturban la tranqui­lidad hogareña y para la cual pocos se encuentran preparados.

La vanidad social contribuye a hacer oneroso este acto de por sí simple. Es aquí donde hacen su aparición los usureros de la muerte, que colocan a precios increíbles esa serie de artículos y servicios que se aceptan en los momentos de mayor confusión y representan, para la mayoría de los afligidos parientes, todo un calvario económico que no se sabe cómo se recorrerá.

¿Cuánto vale morirse en Colom­bia? Existen, desde luego, tarifas diversas, pero todas son especula­tivas. Si el muerto es pobre, de todas maneras no habrá recursos para el modesto funeral. Y si es rico, la pompa se pagará con la generosidad que no se discute en estas vueltas de la arrogancia y el orgullo social. El alquiler de la sala de velación no va en proporción al es­pacio, a la calidad de los muebles ni al confort que se dispensa, sino a la importancia del cliente.

La tierra más costosa del mundo es la de los llamados jardines de la paz —con todos los variantes títulos que se han inventado—, y es inconcebible que la vanidad social haya establecido di­versas categorías, con las consi­guientes tarifas, en este territorio que no reconoce nombradías. El doctor Miguel Lleras Pizarro, muerto ilustre, dejó para los tiempos actuales la siguiente sabia lección, dispuesta en su última vo­luntad:

«1°-  Mi cuerpo debe ser entre­gado a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional para ayudar al estudio de sus alumnos, después de que se practique la autopsia.

«2°- Si es necesario satisfacer la necesidad social de la vanidad oficial o familiar, que se hagan exe­quias simbólicas sin gastar plata en féretro, obviamente vacío, y que no haya ‘velorio’, ni simbólico, porque no quiero de visitantes a personas que estarán contentas con el falle­cimiento».

El horno crematorio, estable­cimiento patentado en la mayoría de países, es la respuesta lógica para los abusos que aquí se viven. No sólo responde a un sistema técnico sino que contribuye a hacer menos lú­gubre la escena final del hombre. En Colombia, sin embargo, donde es la usura la que en verdad está paten­tada, el programa se ha resentido de lentitud y habría que sospechar, con fundados temores, en que hay peces gordos empeñados en no dejar avanzar la idea.

En Armenia, el Concejo aprobó desde el año de 1980 el horno crematorio, pero aún no funciona. En Bogotá vemos muy bien diseñado el lugar, con avisos llama­tivos y cierta propaganda que halaga las esperanzas de la gente, pero las obras caminan a paso de tortuga. A la artista Betty Rolando, que en días pasados falleció en esta ciudad, tu­vieron que cremarla en Medellín para ser transportada a la Argentina.

El horno crematorio, que ya no tiene censura ni por parte de la Iglesia ni por parte de la conciencia, permanece apagado porque otros intereses, los de la usura, no lo dejan prender. Las autoridades, que deberían controlar este abuso que en forma drástica castiga la economía de los hogares, permanecen indiferen­tes. Al horno crematorio, como se ve, le falta candela. Y es preciso avivarla.

El Espectador, Bogotá, 28-VII-1986.

* * *

Comentario:

Complacido leí su popular columna dentro de la cual habla de la incineración. Porque soy solidario con sus planteamientos sobre los Usureros de la muerte me per­mito adjuntarle el libro Escombros del olvido en uno de cuyos apartes se encuentra el poema Que me incineren. Germán Flórez Franco, Bogotá.

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Libros de la Universidad Nacional

domingo, 30 de octubre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

No había tenido yo conocimiento de otra gama bibliográfica tan di­versa y especializada como la que ahora, bajo la rectoría del doctor Marco Palacios, le entrega al país la Universidad Nacional. Es una serie de 24 títulos, todos reveladores de gran inquietud intelectual.

Cumple así nuestra Alma Máter con lo que debe ser su vocación de semi­llero de ideas, aplastando los des­bordes estudiantiles de la piedra y la asonada. Este hecho merece aplauso. Sobre los doce últimos te­mas de la colección, que mucho agradezco al rector benemérito, ofrezco estos breves enfoques:

*Arte y arquitectura en Santander, por Alberto Corradine, arquitecto e historiador. Minuciosa  investigación por los pueblos de Santan­der, que ahora se recoge, con el apoyo fotográfico, para resaltar el patrimonio artístico y arquitectónico de las viejas construcciones.

*Hechos y crítica política, por Mario Latorre, importante politólogo. Nueva contribución para el aná­lisis de la evolución social de los úl­timos tiempos y la comprensión de los conflictos que nos afectan.

*Cafeteros y cafetales del Líbano, por María C. Errazuriz, geógrafa de la Universidad de Toulouse e inves­tigadora de la cuestión cafetera co­lombiana. Estudio crítico sobre la incidencia del grano en el desarrollo del país, y no sólo desde el punto de vista agrícola, sino como generador de convulsiones sociales y motor de progreso. Se cuestionan, de paso, muchas políticas oficiales.

*Colonización, coca y guerrilla, trabajo conjunto de los profesores Fernando Cubides, Jaime Eduardo Jaramillo y Leonidas Mora sobre el fenómeno de la violencia colombiana que se alimenta con el cultivo de la coca. Los autores  incursionan por la selva del Caquetá y presentan tesis para la rehabilitación de las zonas afectadas por los conflictos que le dan título al ensayo.

*Oligarcas, campesinos y política en Colombia, por Keith Christie, gra­duado en cuestiones latinoamerica­nas y con vasta percepción sobre nuestros conflictos agrícolas. El propósito de este ensayo, que toma como modelo la región del Viejo Caldas, es «mostrar la evolución de las fuerzas sociales durante el borrascoso período de la violencia».

*La medicina en la cultura muisca, por Roberto de Zubiría, autori­dad en el campo médico. Su libro es contribución valiosa al es­tudio de la paleomedicina americana y se detiene en la cultura muisca con revelaciones sobre su avance en in­tervenciones médicas y quirúrgicas.

*La vida es, por Nicolás Suescún, poeta y cuentista. Avanza, con este nuevo poemario, en su ruta de ob­servador de mundos y sobre la vida dice que «es azar palpable en hueso y carne escasa, curtida y lacerada».

*Sobre lo clásico en la arquitectura, por Juan Carlos Pérgolis. Una ver­sión sobre la transmisión, a través de los tiempos, del concepto de arqui­tectura como paradigma de la cultura humana.

*Escritos y escritores británicos, por Howard Rochester. Una serie de artículos y ensayos sobre algunos de los escritores más brillantes que ha dado al mundo la Gran Bretaña.

*Mis asuntos, por Mario Rivero, conocido poeta nadaísta y fundador de la revista Golpe de dados. De co­sas triviales logra armar temas ori­ginales y útiles para curar el tedio.

*El cometa Halley, por Jorge Arias de Greiff. Una cartilla so­bre este personaje del espacio que ha retornado con precisión asombrosa, posiblemente el más llamativo de los cometas.

*El desarrollo filosófico del joven Marx, por Georg Lukacs (traducción de Gerda Westendorf de Núñez y Ramón Pérez Mantilla). Este ensayo apareció por primera vez en 1945 y representa un aporte de extraordi­nario valor para el estudio de la evolución intelectual de Marx.

El Espectador, Bogotá, 30-VI-1986.

Un banquero cabal

domingo, 30 de octubre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Luis Alfonso Orjuela Rojas ha coronado en el Banco Popular una eficiente, abnegada, pulcra y brillante carrera. Ahora se retira de la empresa des­pués de 32 años de ser­vicios y deja con su ejemplo motivo suficiente para que se exalte el significado de estas vidas silenciosas y productivas que saben hacer del trabajo la justificación de cada día.

El hombre sólo es importante en la medida en que sea justo, honorable y laborioso, condiciones que no pueden andar separadas cuando se trata de entregar a los descendientes una obra que realmente valga la pena. Este banquero demostró que con virtud, constancia y sacrificio puede llegarse muy lejos y escribir para los mediocres y los pusilánimes la pa­rábola del trabajo rendidor y grati­ficante.

Iniciado en sencillos oficios, en los tiempos en que sin demasiados oropeles académicos se conseguía hacer una carrera laboral comen­zando desde la base, fue ascendiendo, escala por escala, en los rigores de aquella banca ortodoxa y formadora, tan desdibujada en nuestros días, hasta conquistar destacadas posi­ciones. La empresa era su propia universidad porque de ella extraía conocimientos y en ella practicaba las reglas necesarias para su continua superación. Se hizo profesional de la banca con los títulos de su esfuerzo y su capacidad, las mejores herra­mientas del éxito.

Después de ocupar importantes niveles administrativos, en todos los cuales sobresalió por su entusiasmo y el vigor de sus realizaciones, se retira ahora como gerente de zona en la capital del país. Enfrentado a la banca moderna de los sistemas y los computadores, entendió el reto y no se quedó marginado. Con su natural instinto para no dejarse ganar la partida, se metió en la época. Aprendiendo de los computadores lo que ellos tienen de bueno, él, por su parte, les trasladó su vasta expe­riencia y les dio lecciones de urba­nidad y refinamiento ético. Ambos ganaron, y mucho más ganó la em­presa al mezclar la experiencia con la tecnología. Esto, en términos bancarios, se denomina canje.

¿Por qué Salpicón escoge el caso de Luis Alfonso como molde de esta nota? Aparte de tratarse del amigo personal y el compañero de jornadas laborales, digno de admiración y aprecio, su supervivencia en los tiempos actuales de metamorfosis social y ética, de transformación empresarial y rompimiento de la banca antigua, demuestra que por encima de la máquina estará siempre el hombre. Si la máquina trata de desplazarlo, corresponde al hombre capaz probarle que él es su creador y por tanto su operador.

Pedro Bossio de la Espriella, ge­rente de Sistemas del Banco Popular, define al computador como un idiota veloz. Con esto sugiere que es el hombre el que le da cuerda y lo pone a funcionar. Y mientras mejor sepa manejarlo, más le rinde. Luis Alfonso Orjuela, que hizo transición entre dos bancas (la antigua, con sus reglas tradicionales, y la nueva, con sus miedosas revoluciones), y por tanto vivió una época de choques y des­conciertos, aprendió a darles cuerda a las dos. Y ganada la batalla, se aleja fortalecido por sus valerosas ejecu­ciones.

El Espectador, Bogotá, 26-VI-1986.

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Rincón del libro (1)

domingo, 30 de octubre de 2011 Comments off

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

El espantapájaros solidario

Con este cuento infantil del médico y escritor Miguel Ángel Pérez Ordóñez se funda en Bucaramanga el Fondo Editorial Tertulia Tres Esquinas. Pérez Ordóñez dirige con Luis Ál­varo Mejía Argüello el suplemento literario de Vanguardia Liberal, y con varios intelectuales promueve un especial clima de cultura regional. Dice el personaje del cuento: «Amigo, entiendo que la libertad es para los hombres de corazón grande como lo es para nosotros, los pájaros, que cantamos alegres entre los ár­boles».

El Espectador, Bogotá, 2-VI-1986.

Jesucristo Chacal

Hernando García Mejía, poeta, cuentista y periodista, sale con su noveno libro. Con esta fábula contribuye a que el sentido de la paz se imponga sobre los chacales que están arrasando a Colombia. Y dice: «Todas las cosas bellas hay que ganarlas con sangre y sufrimiento. La espina de la rosa que nos punza no hace menos bello su milagro de aroma y poesía, ni menos excitante el deseo de cogerla y dis­frutarla» (Ediciones La flor y la centella, Medellín).

E. E., 6-VI-1986.

Huellas en la Historia

Con este título ha publicado su primer libro Alirio Gallego Valencia, destacada figura de la inteligencia quindiana. Libro que se había hecho esperar, ya que su autor, escritor y periodista de vieja figuración en las letras de su departamento, ha sidodenodado promotor de la cultura, la historia, la docencia y las bellas artes del Quindío.

Huellas en la Historia es un repaso sucinto, a la par que ameno y diserto, de los hechos históricos y culturales de la hermosa comarca quindiana, con algunas incursiones por los pueblos vecinos. Alirio, como pre­sidente que es de la Asociación de Escritores del Quindío y miembro de la Academia de Historia, se halla no sólo comprometido con el desarrollo espiritual de la región sino que ha sido testigo de sus hechos más so­bresalientes, en lo social y en lo ar­tístico. Su obra es un valioso aporte a la bibliografía de su tierra, y como tal se recibe con beneplácito.

E. E., 17-XI-1986.

Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada 

Por Lucas Fernández de Piedrahíta. La firma Carvajal, tan vinculada a la vida del país, regala este hermoso libro a la ciudad de Cali en los 450 años de fundación de la pujante metrópoli. Obra escrita en Madrid en 1685 y publicada, con la autorización le Carlos II, en 1688, el año de la muerte del autor, que era oriundo de la ciudad de Santa Fe. El libro pertenece a la Biblioteca Nacional de Colombia, de donde Carvajal hizo su reproducción facsimilar y elaboró, con este primer tomo de la obra, su llamado libro institucional de 1986. Admirable esta realización artística que rescata uno le los textos más valiosos de nuestra historia y refrenda la calidad y el patriotismo de la empresa caleña.

Estudios críticos

Por Otto Mo­rales Benítez. Valiosos ensayos que se editan por segunda vez con nuevos capítulos. Hijos de quien con mente reflexiva se inicia en el análisis de la literatura y de los hechos sociales, la mayoría de estos temas, que vieron la luz en 1948, conservan hoy plena vigencia y representan guías signi­ficativas para el literato y el soció­logo. (Plaza y Janés).

Suenan timbres

Por Luis Vidales. Es su obra cumbre, publicada por primera vez en 1926, que lo acredita como poeta de avanzada social. Obra polémica, ardiente, sonora, encierra un mundo de protesta y rebeldía, a la vez que de ternura y lirismo. (Plaza y Janés).

 Hacia el abismo

Por César Pérez Pinzón. Joven autor que busca, en esta novela inicial, ahondar en las cavernas del hombre como ser de pasiones, de odios y ansiedades, y que lucha por derrotar sus miserias mediante la exploración de sus propios abismos. (Plaza y Janés).

Irene

Por Jorge Eliécer Pardo. Con apenas 36 años de vida, ya tiene obra representativa. Con esta novela de amor, que se escribe en medio del desamor de una sociedad violenta, clama por la armonía del planeta que se nos está desarmando entre rudezas y atrocidades. (Plaza y Janés).

Contrapuntos del poder y de la fama

Por Luis Guillermo Giraldo Hurtado, senador caldense. Quienes sólo conocíamos al autor como polí­tico, productor de votos y de polé­micas regionales, su libro causa asombro. En densas in­cursiones por la vida y la obra de destacados protagonistas mundiales, el ensayista, que se revela como estudioso de la ciencia política, es experto en hallar facetas con­trovertidas en quienes, en las cum­bres del mando y de la ponderación, han escrito para la historia grandes capítulos sobre el arte de gobernar.

Los orines de don Federico

Por Euclides Jaramillo Arango. Es el libro número 14 del famoso escritor quindiano, que se une a su cátedra sobre el folclor regional y rescata, en su pluma amena y erudita, páginas magistrales de humor y filosofía popular.

Mi mundo interior

Por Jesús Arango Cano. Otro autor quindiano, que registra abundante biblio­grafía alrededor de las culturas aborígenes. Ahora, ya en el sosiego de sus dioses, escribe para sus nietos este mensaje poético —su primera incursión en este género—, salido de sus meditaciones otoñales.

Juanita Campanas

Cuentos de Rafael Mojica García, de Ediciones Tercer Mundo. El autor, oriundo de Soatá, mi pueblo, es el rector de la Universidad del Meta. En este su primer libro se aprecia habilidad para crear ficciones de tipo social, escritas con lenguaje ameno e intención moralizante.

E. E., 19-I-1987.

Carlos Calderón Reyes

Mi colega de la Academia Boyacense de Historia y paisana de Soatá, licenciada Myriam Báez Osorio, acaba de publicar con el patrocinio de la Beneficencia de Boyacá y la Casa de la Cultura de Soatá, un ensayo biográfico sobre Carlos Calderón Reyes. El transcurso del tiempo suele oscurecer la memoria de las nuevas generaciones y por eso re­sulta bienvenido este enfoque que vuelve sobre una importante figura de mitad del siglo pasado, que se destacó como abogado y político y dejó además varias obras sobre his­toria y otros temas, hoy olvidadas. Calderón Reyes era oriundo de Soatá; doble motivo de satisfacción para Myriam y este columnista.

E. E., 1-VI-1987.

Palabras cruzadas

De Jorge Marel (Multigráficas, Sincelejo). Manifiesta Ramiro de la Espriella que el mar, para Jorge Marel, no es una presencia sino un rito interior. En efecto, este poeta lleva en el alma el oleaje marino como canto perenne que lo incita y lo abisma. Vibra al unísono con el clamor de los océanos y hace de la poesía –poesía hermosa y limpia como las olas– su oración co­tidiana. «Poeta: / Que el mar cante siempre / tu epitafio, / y que el viento / lo propague por la tierra…»

El sacerdote casado

De Vi­cente Jiménez (Editorial Cos­mos, Medellín). El tema del ce­libato eclesiástico, tratado en este libro con autoridad y al­tura, presenta serios motivos de reflexión. «Esta ley (la del celi­bato) —dice el autor— además de ser anticristiana, es antina­tural, y nada hay más acorde con las leyes de la naturaleza que la doctrina de Jesucristo».

Las deserciones eclesiásticas obedecen en gran parte, según su misma opinión, a la obligatoriedad del celibato, el que debería ser voluntario, y así ganaría la Iglesia en vocaciones y lograría con los sacerdotes casados mayor autoridad y verdaderos modelos ante el mundo civil. No seres reprimi­dos e inestables emocionalmente, al vivir limitados dentro de su naturaleza humana.

Cultivando el silencio

De Nelson Ocampo Osuna (Edi­ciones Mundo Nuevo, Bogotá). Después de Los pasos perdidos, editado en 1972, sale este segundo libro de poemas. En el intervalo de 16 años la poesía de Ocampo Osuna ha tomado otros rumbos. Hay mayor madurez. Mayor afir­mación poética. El poeta dialoga con los hechos coti­dianos —lo mismo en los cam­pos del amor que de la soledad o la muerte—, y se hunde en re­flexivos silencios. «Perdido en­tre la sombra / tomo la ausen­cia / y la vierto gota a gota / en mi vaso perdido / de los tiem­pos…»

Poemas de la ausencia y la presencia

De Alberto Londoño Álvarez (Biblioteca de Escrito­res Caldenses). Profesor, en­sayista, musicólogo y poeta quindiano, residente en Manizales. Sobre la música, su pa­sión, ha escrito varios libros que le han hecho ganar elogios. Ahora se va por los ríos del amor, con alma ondulante: «Cuando el amor, hecho in­cendio y torrente, / se detiene a jugar en tu alma, / esa es la música…» Las imágenes poé­ticas de Londoño Álvarez son tersas, transparentes, melo­diosas.

Marguerite Yourcenar o la profundidad

De José Chalarca (Biblioteca de Escritores Cal­denses). El cuentista manizaleño, autor de obra ponderada por la crítica, divaga ahora, como ensayista, en el significado de Yourcenar como escritora de la profundidad. El amor profundo, el hombre profundo, el tiempo profundo, tales los enfoques que hace Chalarca alrededor de la obra de esta buceadora por las corrientes del espíritu griego.

Anuario de San Andrés y Providencia

Bajo la dirección de José Hooker, la Oficina de Planeación de la Intendencia ha publicado un acopio de impor­tantes datos que permiten una visión sobre el pasado y las proyecciones del lejano terri­torio. Se trata de valioso aporte para forjar el futuro tu­rístico de nuestras hermosas islas caribes.

Sergio Camargo, El Bayardo colombiano

Por Gabriel Ca­margo Pérez (Biblioteca de la Academia Boyacense de His­toria). Obra galardonada por el Instituto Colombiano de Cul­tura en 1971. El ilustre histo­riador boyacense presenta en este denso ensayo, muy bien documentado, el análisis sobre la personalidad del general Sergio Camargo y la época del Radicalismo, en­marcada en el siglo pasado dentro de grandes polémicas, y de la que arrancan el desarro­llo y el pensamiento políticos de nuestra nacionalidad.

E. E., 29-IV-1988.

La heredad y el exilio

Por Fernando  Mejía Mejía (Editorial Fondo Cultural Cafetero). Hace un año, el 27 de abril 1987, falleció en la ciudad de Manizales este gran poeta que en versos estremecidos le cantó a la amargura, el amor, el olvido y la muerte. La muerte, siempre traicionera, lo sorprendió en el mejor momento de su producción.

Había publicado los siguientes títulos: La inicial estación, Cantando en la ceniza, Los días sagitales, Elegía sin tiempo y Perfiles y nostalgias, reveladores de recónditas pesadumbres. Su vida interior ardió siempre en función de poesía. Caminaba de soslayo por las calles de Manizales con esa discreción y esa timidez de las almas que huyen de lo prosaico y lo caduco para refugiarse en lo imperecedero. Fue un ser solitario y así pudo realizar su obra perdurable, que trasciende los lindes patrios, recogida en esta antología (por él mismo preparada) que acaba lanzarse como homenaje póstumo a su memoria.

Fe, mito y folclor de las romerías boyacenses

Por Eutimio Reyes Manosalva (Editorial ABC, Bogotá). Pedagogo, his­toriador y periodista, es un in­quieto buceador por las tradi­ciones y los valores de su tierra. Autor de una monografía de Cerinza, su pueblo, y de otros libros sobre lugares y mitos boyacenses. Ahora, con paciencia y escrutinio que resultan admirables, desen­traña la historia de las romerías de la comarca, tan rica en fe religiosa como en mitos y dio­ses.

Boyacá es el departamento que cuenta con más lugares de veneración, con más Vírgenes y santuarios, y todos giran alre­dedor del folclor, del senti­miento, de la creencia. Libro valioso éste de Reyes Manosalva, que logra el inventario de estos sitios y leyendas tan pe­gados al alma boyacense.

Mensajes y recuerdos

Por el sacerdote jesuita José Luis Correa. Es uno de esos libros de circulación cerrada, escrito para celebrar los cincuenta años de sacerdocio del autor, que cumplen un objetivo encomiable: dejar un mensaje de confraternidad entre los fami­liares y compañeros de religión. Se trata de un testimonio de fe cristiana, refrendado por nu­merosos argumentos que hacen pensar en la certeza de un apostolado inequívoco.

San Juan de Pasto, siglo XVI

Por Emiliano Díaz del Castillo (Editorial Nomos, Bo­gotá). Hermosa edición patro­cinada por la Federación Na­cional de Cafeteros en home­naje a la ciudad de Pasto en sus 450 años de vida. El autor entra a terciar en la polémica sobre quién fue el fundador de Pasto y en qué fecha se llevó a cabo su fundación.

La mujer, ese ser superior

Por Pedro Cadena Copete (Ediciones Italgraf, Bogotá). El autor, que ha incursionado en una decena de libros sobre temas históricos, sociales y políticos, logra aquí sor­prendente victoria: el triunfo de la feminidad sobre el machismo. Los públicos femeninos, sobre todo, agotaron las dos primeras ediciones; y ahora se prepara la tercera.

Es obra de gran originalidad. ¿Irreverente? ¿Temeraria? ¿Valiente? Para intrigar a los futuros lectores —y halagar a las lectoras—, veamos la dedi­catoria con que Cadena Copete —exconsejero presidencial de Belisario Betancur— endulza el oído de sus admi­radoras: «Para ti, mujer, que me diste tu calor, tu dolor, tu dul­zura, el ansia de vivir, el des­precio a los hipócritas, el respeto a los humildes. A ti, mujer, obra de los dioses y de los de­monios, divino altar donde ofició mi boca el canto de la vida, que estás sentada en una estrella mirándome soñar».

E. E., 16-VI-1988.

Espejo de máscaras.

El poeta y ensayista Harold Alvarado Tenorio exhibe, a sus 43 años, una creciente carrera de éxitos. Doctor en Filosofía y Le­tras de la Universidad Complutense de Madrid, ha ejercido la cátedra de literatura latinoamericana en Nueva York y ahora la desempeña en nuestra Universidad Nacional.

Con doce libros publicados entre poesía y ensayo, tradu­cido a varios idiomas y confe­rencista por di­versos países, su carrera intelectual es notable. Ahora circula en edición de la Universidad Nacional una antología de sus primeros cinco libros de poemas, titulada Espejo de máscaras.

Poesía de desasosiego, de inconformidad, con ella Alvarado Tenorio capta la realidad de nuestro mundo moderno tan lleno de desesperanzas. Y exclama: “Ninguna otra cosa eres, poesía, / que la  más alta cima donde el loco, / los mortales, todos los desheredados de la suerte / y la fortuna /encuentran cobijo”.

E. E., 24-VIII-1988.

Los sobrevivientes del olvido

Cuentos de Óscar Londoño Pineda (Tercer Mundo Editores). Su segundo libro de cuentos; en 1975 apareció el titulado Los pasos  de Egor, que mereció buena crítica literaria. Londoño Pineda, actual magistrado del Tribunal Administrativo del Valle y profesor universitario, es silencioso fabricante de cuentos y tiene entre sus maestros a Chéjov, de quien ha aprendido el arte de profundizar en las intimidades del individuo para urdir los dramas del amor y el dolor, de la rebeldía y la libertad, de las frustraciones y las esperanzas, y se vale, al igual que los cuentistas rusos y franceses, de situaciones comunes para crear, en síntesis admirables, escenas intensas y desenlaces sorpre­sivos que hacen pensar.

Soledad y orfandad del hombre moderno en la poesía huilense

Por Jorge Guebelly (publicación de la Universidad Surcolombiana, Neiva). El profesor Guebelly acomete la labor, digna de aplauso, de re­coger la poesía huilense, que ha andado dispersa y no ha suscitado la reflexión necesaria, y demuestra que la tierra opita cuenta con expre­sivas voces líricas que se ignoran por falta de divulgación y estímulo.

Poetas del Huila

De la Co­lección de Autores Huilenses. Otro empeño loable para des­tacar a cuatro autores: Yezid Morales, Julio César Medina, Joaquín Peña Gutiérrez y Gustavo Fernando Facundo, muerto en 1982, cuando apenas contaba 26 años de edad. Además de arquitecto y pintor, Gustavo Fernando dejó obra valedera en los tres cam­pos y, al igual que Andrés Caicedo, su precoz vocación artís­tica ha escrito una leyenda en su tierra.

Los colores de la fama

Novela de Fernando Ayala Poveda (Ediciones Tierra de Fuego, Bogotá). Es su séptima novela. Producidas todas en corto tiempo, ya que se inició en este género en 1983. El autor busca ahora rescatar los valores que se esconden en el mundo del balompié, donde los héroes del fútbol muestran sólo su rostro físico y mantienen ocultas sus luchas y tristezas, sus soledades y triunfos cotidianos. El libro es una crónica sobre el balón y la vida, y como tal destaca la embriaguez del triunfo y la cara opuesta de la derrota.

Vibraciones del alma y

Los sonetos de las definiciones

Del poeta ecuatoriano Henry Kronfle (Talleres de Deimos, Méjico). Ambos libros tienen prólogo de  Germán Pardo García, y en uno de ellos expresa: “Todo aquel que se aproximare a estas mágicas leyendas del poeta del sur, hallará un misterio divino y hu­mano imposible de tener otra definición que no sea ésta: «poesía desde las angustiadas sienes hasta los alados pies».

Henry Kronfle, a la par que diplo­mático y hombre de letras, so­bresale en los escenarios cultos de América por su perseverante y vigorosa labor lírica, imbuida de ritmos emotivos, de miras idealistas, de profundos enfo­ques filosóficos. Son admirables sus sonetos, género en que se ha especializado, y en ellos el poeta ajusta los vocablos y las ideas hasta conseguir acabados perfectos. Ambos libros, que traje de regalo de mi reciente viaje a Méjico, son para de­gustarlos morosamente y con placidez, como los vinos añejos. En soneto ejemplar, así de­fine Kronfle el amor mercenario de la prostituta: “Aunque muestres placer, son cristalinas / tus pupilas que esconden fing­miento; / y en las noches que arañas el sustento / hay brillo de moneda en tus retinas”.

E. E., 8-XI-1988

Señales de nuestro tiempo

Con  este  título publica su sexto libro el periodista boyacense, residente en Cali, Héctor Moreno. Es él maestro de profesión, que se inició como peón de tintas y lingotes, cuando esa era la marca de prueba del antiguo periodismo, para luego pasar a reportero de varios diarios bogotanos y más tarde a columnista y redactor de importantes periódicos de provincia,  como  La Patria, Occidente, El País y El Pueblo.

Héctor Moreno es uno de los periodistas de mayor bagaje intelectual del país. Sus crónicas, de aguda penetración en los hombres y su época, atestiguan la marcha del tiempo bajo la vigilante y discreta observación del crítico y del humanista. En este nuevo libro publicado por la Secretaría de Educación de Cali, se pone de manifiesto la destreza de quien ha hecho de su profesión una cátedra de cultura y creación.

E. E., 4-VIII-1988.