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Libros boyacenses

lunes, 31 de octubre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

La Academia Boyacense de Historia, a la que me honro en pertenecer, cumple ponderable labor en la divulgación de los escritores regionales. A mis manos ha llegado la última remesa de libros publicados por la entidad:

*La madre del Castillo, por Max Gómez Vergara. La ilustre visionaria de Tunja, cuya vida recoleta trans­currió en compenetración espiritual, está catalogada como la más notable mística de la literatura colombiana. Y es la pluma de Max Gómez Vergara la que nos permite, en afortunada síntesis, comprender la obra de la singular religiosa.

*Vida y hazaña del caudillo Juan José Neira, por Julio Barón Ortega. Una visión sobre la carrera militar de este patriota boyacense que luchó al lado de Bolívar por la independencia de Colombia.

*Semblanzas y ensayos, por Eduardo Mendoza Varela. Este escritor boyacense, recientemente fallecido, abogado, académico, diplomático, periodista y poeta, deja obra perdurable. Aquí está su departamento reviviendo varias de sus prosas magistrales.

*Escritos selectos, por Antonio María Amézquita, sacerdote, prosista y poeta, muerto en 1883. Pocas personas recuerdan hoy sus escritos. La Academia Boyacense rescata del olvido varias de sus páginas memo­rables.

*Congresos de Panamá y Tacubaya, por Pedro A. Zubieta Alarcón, abogado, diplomático, historiador, académico y periodista, muerto en 1934. Con Calíbán dirigió en Tunja el periódico La Linterna y sobresalió como  investi­gador de la vida diplomática de Co­lombia. Entre sus varias obras sobresale ésta que pone de nuevo en circulación la Academia Boyacense, publicada por primera vez en 1921.

*Lunela, cuento infantil de Fer­nando Soto Aparicio, autor de vasta producción que lo coloca como uno de nuestros eximios escri­tores. Sobre Lunela se dice que «es un relato fantástico. En él caben igualmente la filosofía y la poesía, en una especie de paralelismo que transforma la historia en algo comunicante y tangible, que se lee y se vive interiormente».

*Rosa de agua y La ciudad sumer­gida, dos de los libros sobresalientes de la poesía de Jorge Rojas, el primer impulsor del piedracielismo y uno de sus maestros. Bardo que trasciende los límites patrios por su expresión lírica, pura, fluida, rebosante de metáforas, y por ser cantor pe­renne y denso del recuerdo, la nos­talgia, el amor, la ansiedad, la sole­dad, la mujer. Dejó honda huella como fundador de Colcultura, en cuya administración tuvo difusión el libro económico y fun­damental, como tal vez nunca volverá a suceder.

*Bolívar joven. Al cumplir la ciudad de Chiquinquirá 400 años de fundada se inauguró en su plaza principal la estatua bautizada con el nombre de Bolívar joven, del artista chiquinquireño César Augusto García Páez. En el libro en comentario se rinde homenaje a la libertad mediante la recopilación de escritos selectos de varios autores.

A esta cosecha de libros, de re­ciente edición, se suman los si­guientes que fueron publicados en años anteriores: La provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada, por Germán Colmenares; José Eusebio Otálora, por Rosa María Otálora de Corsi; Juan José Reyes Patria, por Ramón C. Correa; Don Juan de Castellanos, por Enrique Medina Flórez; Basilio Vicente de Oviedo, por Luis Augusto Cuervo.

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Boyacá es territorio de fecundas realizaciones intelectuales. La plé­yade de sus escritores y poetas, tanto del pasado como del presente, le da realce a esta tierra culta. En Boyacá hay afán artístico como puede notarse por esta muestra.  Sinceras felicitaciones merecen el presidente de la Academia, Javier Ocampo López –caldense naturalizado en Boyacá– y los miembros del comité de publicaciones: Vicente Landínez Castro, Jorge Palacios Preciado, Enrique Medina Flórez, Myriam Báez Osorio y Norberto Ramos Ballesteros.

El Espectador, Bogotá, 8-XII-1986.

 

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