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Cigarrillo y muerte

jueves, 11 de noviembre de 2010

Por: Gustavo Páez Escobar

La noticia es macabra: en un bar del centro de Bogotá, un muchacho de 19 años, que no quiso atender la prohibición de fumar dentro de los establecimientos públicos, atacó a cuchillo al mesero y luego asesinó al administrador.

Este 3 de diciembre entró en vigencia la ley que prohíbe el cigarrillo en bares, discotecas, tabernas, restaurantes y en general en establecimientos públicos y en espacios cerrados. Dispone dicha norma que los negocios dedicados al expendio de bebidas alcohólicas deben velar por su cumplimiento, so pena de fuertes sanciones, que comprenden elevadas multas e inclusive el cierre del negocio.

El mesero y el administrador del bar cumplieron al pie de la letra el mandato de la ley: en la primera instancia, le manifestaron al cliente que no estaba permitido fumar, y en la segunda, le notificaron que en vista de su negativa a aceptar la prohibición del cigarrillo, no le venderían más licor. Pero estaban tratando con un  energúmeno, no solo embrutecido por el consumo alcohólico, sino armado de una puñaleta, con la que los atacó a muerte.

En este terrible suceso se conjugan varias circunstancias, todas de extrema gravedad, que revelan el grado de descomposición social que se vive en el país. Entrar a los sitios de diversión nocturna con armas de fuego o con armas blancas se ha vuelto un caso corriente. Esta conducta, a pesar de ser violatoria de la ley, queda impune, porque las autoridades no darían abasto para practicar requisas en los 3.000 bares y discotecas legales que existen en Bogotá.

Lo que hay que resaltar en este caso es la actitud general, sobre todo en la gente joven, de infringir la ley y retar a la autoridad. Un arma se saca hoy por cualquier cosa. Asimismo, se mata por cualquier motivo. Está a la vista el caso de este muchacho, casi un niño, que debía de sentirse superhéroe por cargar una puñaleta para agredir y matar. Esto lo aprende la juventud en las películas de violencia que se exhiben en la televisión y en las noticias que se leen en la prensa amarillista, medios que parecen especializados en enaltecer los hechos de sangre como si se tratara de acciones heroicas. El machismo virulento se apoderó del país.

El morbo de la delincuencia se incrusta en la personalidad, en sectores de fácil propensión delictiva, desde los primeros años. Cuando el niño llega a la adolescencia y no ha tenido patrones de comportamiento y de orientación moral, será presa fácil de esos ambientes sórdidos de complacencia con el vicio y el delito, que se incuban con facilidad en los estados de miseria y en los bajos fondos de los centros urbanos. Y también en las capas superiores.

La neurosis bogotana se pone una vez más de manifiesto en este cruento capítulo de horror vivido en la lobreguez de un sitio de parranda. Estas explosiones de violencia y salvajismo, más propias de la selva que de la vida civilizada, nos sitúan en la tremenda realidad de un “país de cafres”, bautizado así por el maestro Echandía. Violar la ley, vociferar, insultar, agredir y matar, se ha vuelto moneda corriente en nuestro estado social y sobre todo en ciertos estratos de las bajas esferas.

Mal comienzo tiene la sana reglamentación que busca controlar el abuso del cigarrillo con medidas eficaces como las que se han puesto en marcha. Ojalá este precedente sangriento no se convierta en óbice para que los establecimientos públicos cumplan con la responsabilidad que les fija la norma. Por encima de amenazas y temores, debe primar la salud del pueblo.

Y ojalá los fumadores empedernidos entiendan que deben ponerle freno a su vicio atroz. El tabaquismo es uno de los hábitos más funestos que existen contra el bienestar humano, de los propios fumadores y de sus familias. Esta rutina perniciosa origina 16 tipos de cáncer, sobre todo del pulmón, que pueden evitarse con un remedio adoptado a tiempo. De lo contrario, el cementerio está lleno de fumadores que no escucharon la invitación que se le hizo al asesino del bar bogotano.

Eje 21, Manizales, 14 de diciembre de 2008.
El Espectador, Bogotá, 15 de diciembre de 2008.

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Comentarios:

Me impactó tu página Cigarrillo y muerte: es terrible que estemos llegando a esos límites de intolerancia y maldad. Esperanza Jaramillo García, Armenia.

Abrigo la esperanza de que, al menos, dos de los cuatro miembros de mi familia que fuman más que ocho presos juntos dejen el letal vicio del cigarrillo, después de leer tu excelente artículo que acabo de reenviarles. Orlando Cadavid Correa, Medellín.

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