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El puño literario

domingo, 2 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El incidente que acaba de protagonizar Mario Vargas Llosa al propinar un puño en la cara a Gabriel García Márquez, sin motivo aparente, pertenece a las excentricidades con que el escritor peruano busca acrecentar su notoriedad en el mundo literario. El acto, repugnante por sí solo, ad­quiere mayor mediocridad en razón de los personajes, quie así parecen poner fin, con contor­nos de escena barata, a una larga amistad.

Quizá, con el correr de los días, los dos controvertidos actores de la picaresca literaria terminen dándose abrazos como si nada hubiera sucedido. A tales alturas hay puños que son como cosquillas. Pero queda, por lo pronto, registrado el bochornoso episodio en tierra mejicana, donde la influencia del cine criollo pinta gallos y superhombres —pero no a lo Nietzsche—, resolviendo los trances a trompada limpia. Bien librado debe sentirse, en cierta forma, nuestro compatriota al no haber sufrido mayores averías, si a su con­trincante el contagio de charros perdonavidas debió insuflarle aires pendencieros.

Quitándole lo que pueda tener de comicidad —llamémosla así— la arremetida de quien, a mansalva y sobre seguro, embistió contra su amigo que se quedó con el abrazo exten­dido, habría que pensar que, más que puño cualquiera, es un garrotazo, en plena cabeza, al boom latinoamericano.

Y esto de suponer que la co­fradía de escritores se deteriorará en razón del incidente, puede ser equivocado. Hay aparatos publicitarios que se estimulan al amparo de esta clase de extravagancias, y no es ligero pensar que las editoriales comenzaron ya a tramar es­trategias para capitalizar el despropósito entre estos pro­ductores de divisas. Se dice que el boom —¡y vaya palabra más advenediza y antipática!— es invento de los editores para vender las obras del circulo de privilegia­dos que se adueñaron de la fama, sin boleta de entrada para el resto.

Por más respetables que pudieran ser los motivos de Vargas Llosa para desenroscar su enojo, habría que ver, ante todo, una finalidad publicitaria. En terrenos similares, la vedette sostiene su vigencia a como dé lugar, un día promoviendo fenomenal escándalo amoroso, al día siguiente liándose a puños con las autoridades o con la con­trincante, y el de más allá ingiriendo tres frascos de píldoras mortales, que a la hora de la verdad no resultan siquiera laxantes. ¡Pero tales son los resortes de la propagan­da!

García Márquez, personaje del mundo, que tiene de genio lo que tiene de «mamagallista», se reirá a estas horas de su me­jilla entumecida y de su ojo morado. No ignora que los colombianos también pegan duro, pero se contiene. Él no contesta las bravuconadas a puños. No nació para el pugilismo. Su fuerza no está en las muñecas sino en el cerebro.

Terminó con tres generaciones de Buendías y también sabe destrozar patriarcas, que es su manera de tumbar ídolos. Quizá le llegó tema para su próximo libro. Libro con fondo de charros, de gallos, de pistolas girando en el aire. Y hasta le perdonaríamos de nue­vo la puntuación si nos cuenta si la ira de su adversario es una payasada, un acceso de celos o un «deicidio».

El Espectador, Bogotá, 20-II-1976.

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Comentarios sobre el famoso puño, 31 años después (la enemistad entre el par de escritores se volvió irreconciliable y nunca más volvieron a hablarse) :

Por el amor de una mujer

La imagen de García Márquez con el ojo morado que mostró el martes el diario mexicano La Jornada fue la última escena de una historia que se inició en Barcelo­na 30 años atrás, cuando Vargas Llosa y su mujer viajaron en barco a Lima. Dicen que en alta mar, el escritor peruano se prendó de una pasajera y, al llegar al Perú, Patricia, su mujer, le pidió el divorcio. Luego se devolvió a España a pasar su amar­gura con Gabo y Mercedes Barcha. Pasado el tiempo, los Vargas Llosa se reconci­liaron, y Patricia, más por darle celos a su marido que por otra razón, le insinuó que Gabo la había consolado con alguna petición de más. Cuando García Márquez llegó a Ciudad de México para quedarse del todo, Vargas Llosa lo recibió en pleno aeropuerto Benito Juárez con el puñetazo más famoso de la literatura. El Espectador, Bogotá, 11-III-2007.

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Ojo «colombino»

Con motivo de los homenajes realizados a Gabriel García Márquez por sus aniversarios salió a relucir la verdad sobre la histórica pelea entre el Nobel y Mario Vargas Llosa. El periódico mexicano La Jornada publicó por primera vez, hace pocos días, una foto de Gabo con el ojo morado, que fue tomada en 1976. El fotógrafo, Rodrigo Moya, cuenta que el escritor fue hasta su casa un día después de la agresión para que quedara un testimonio gráfico del golpe. Por su parte, la revista Diners reveló el origen de la disputa. Vargas Llosa le pegó a Gabo cuando, supuestamente, se enteró de que éste le habría aconsejado a Patricia, la esposa del escritor peruano, que se separara de él porque se había volado para Estocolmo con una azafata. Revista Semana, No. 1297, Bogotá, marzo 12 a 19 de 2007.

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En 2010, Vargas Llosa obtuvo el Premio Nóbel de Literatura.

 

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