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¡Tenemos ministro!

domingo, 2 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Con gran regocijo celebró el Quindío en días pasados el décimo aniversario de su inde­pendencia administrativa. Y el Gobierno le nombró, por primera vez, un ministro, acierto recaído en cabeza de uno de sus más prominentes hombres, el doctor Diego Moreno Jaramillo. Es una feliz ocurrencia. El joven departamento recibe, y no por obra de la casualidad, el honor de quedar representado en uno de los ministerios más importantes. No en vano, se piensa aquí, el Quindío aporta una valiosa contribución a la prosperidad del país con sus cosechas cafeteras.

Si es­tamos en la época de la bonanza, donde todos los términos económicos giran alrededor de la divisa inter­nacional del café, no es fortuito que una de las zonas más decisivas en la producción del grano se vea premiada con las aguas bautismales de su primer ministro. Para este recae, al propio tiempo, un nue­vo compromiso con su tierra, con la brillante oportunidad de empujarla, desde su alta inves­tidura, hacia un desarrollo mucho  más  positivo, en momentos en que la región necesita más que nunca una fuerte dosis de progreso.

El Quindío parece adquirir mayoría de edad en este décimo aniversario de su vida independiente y se encara al porvenir con plena conciencia de sus responsabilidades y tam­bién con el apremio de sus dolencias. La dependencia del quindiano al campo, siendo un aspecto afortunado, es al pro­pio tiempo un freno para el desarrollo de otras actividades.

Aquí se vive en función de café, y también bajo la esclavitud del café. Los reveses del grano, que tantos sinsabores han traí­do a los caficultores y que en el gobierno del doctor Pastrana mantuvieron prácticamente paralizada la región por espa­cio de dos años, en razón de una desaforada época de lluvias, parecen hoy olvidados ante el bombo de la bonanza. Estamos en tiempo de las vacas gordas, y ya nos olvidamos de las fla­cas.

La subsistencia de un solo producto es inconveniente. Con todo, el concepto de industria ha encontrado poco arraigo. Pero es indudable que el Quindío necesita indus­trializarse. Sitio ideal, como pocos, para crear industrias, está desaprovechando excep­cionales condiciones para impulsar un desarrollo mucho más ambicioso. La dictadura del café impone que se presenten duros recesos entre cosecha y cosecha. Es mayor el tiempo de la improductividad que del auge agrícola.

La incipiente indus­tria  –y el comercio, que ha corrido mejor suerte– soportan las inclemencias de estos inter­valos previos a la recolección de las cosechas. Tal caracterís­tica determina que se viva bajo la angustia de una economía cíclica. Cuando hay café, se presenta relativa pros­peridad. En el caso contrario, se extiende un debilitamiento general de la vida económica, que no ocurriría si paralela­mente existiera una industria fuerte, generadora de mayor estabilidad.

Llega usted, señor Ministro, a una de las posiciones claves para el desarrollo del país. Estamos en la época del for­talecimiento de la provincia. El Quindío, que lo considera uno de sus más calificados personeros, pone los ojos en usted. De ahora en adelante ha­bremos de regodearnos por tener Ministro propio. Es un sano orgullo, no solo por contar con un vocero de tan eximias virtudes, sino por apreciar que el Gobierno está correspon­diendo a los esfuerzos de la región.

Las necesidades son muchas, y usted las conoce de sobra, como que las vivió y las sufrió en su reciente Gobernación. Las penurias fiscales, las obras inconclusas, los planes a medio andar son lugares comunes en la vida de la periferia.

Si el Quindío logró su mayor milagro con la erradicación de la violencia y dio paso a la estructuración de una zona que tantas divisas le produce al país, bueno es ayudarlo a crecer. Poseemos envidia­ble situación geográfica, enorme potencial humano, moderno aeropuerto desper­diciado, universidad promisoria, pero agobiada por el déficit crónico, grandes posibilidades para el turismo, vías hacia todos los puntos cardinales, clase dirigente de empuje, y ganas de hacer más… Nos faltaba un ministro. Ahora solo se requiere una inyección de alto poder. Se lograría, entonces, el milagro completo.

El Espectador, Bogotá, 23-VII-1976.

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Comentarios:

Las múltiples ocupaciones y las ausencias del país durante el tiempo que llevo en el Ministerio, hicieron correr los días sin que le hiciera una manifestación por el noble escrito. Su optimismo, que es el mío, me comprometen grandemente con mi departamento, con sus gentes y con el país. Naturalmente, en cualquier tarea tendré que contar con el valioso consejo y la inestimable colaboración de las gentes que como usted creen y tienen confianza en los amigos. Diego Moreno Jaramillo.

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