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Verdades dolorosas

lunes, 3 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Es importante insistir en los males que aquejan a nuestra urbe capitalina, como una contribución al desarrollo de este conglomerado sometido a duras dificultades en razón de no pocas circunstancias que frenan hasta los mejores optimismos, como el de nuestro distinguido burgomaestre y cordial amigo, el doctor Alberto Gómez Mejía.

Bien merece destacarse la labor tesonera que el señor Alcalde cumple al frente de los destinos municipales. No resulta, por cierto, nada cómoda su posición cuando tiene que encarar agudos defectos de la administración, agravados por la crítica estrechez presupuestal, la inoperancia o lentitud de los sistemas de recaudación, la desidia de la burocracia improductiva, la falta de mayor conciencia pública tanto de los políticos como de la ciudadanía en general y, en síntesis, el abandono de una maquinaria obsoleta.

Los mecanismos de la Alcaldía se resienten de graves fallas para que puedan ser eficaces. Los sistemas contables no solo registran atrasos considerables, que son crónicos, sino que no corresponden a técnicas modernas que hagan confiable su desempeño. Terreno que se presta para cometer abusos y actos delictuosos contra los bienes públicos.

Los empleados no poseen la capacitación suficiente y tampoco la paciencia y la vocación necesarias para que su papel de servidores de la comunidad signifique algo más que ocupar una casilla del presupuesto y contestar a lista al tutor político.

Dentro de este panorama de deficiencias y limitaciones suele fracasar el mejor empeño. La gestión pública no puede cumplir programas de envergadura si no cuenta con razonables recursos económicos, amplio respaldo de las fuerzas políticas y ciudadanas y un engranaje administrativo de alta eficacia.

Bien hace el señor Alcalde en recordar que el municipio ha perdido su eficacia, y no solo el de Armenia, sino el municipio colombiano. Pero no por eso debemos cruzarnos de brazos ante los problemas. Nuestra ciudad, todos los días más populosa, no puede resignarse a la suerte de los engranajes trabados. Es necesario destrabarlos. Los males trascienden, como es natural, a los servicios públicos y tienden a convertirse en reales amenazas para el futuro cuando no se remedian a tiempo.

Las verdades dolorosas que pesan sobre el momento actual reclaman ingentes esfuerzos para buscar la transformación que se espera. Nos duelen las adversidades de Armenia. Por eso, desde esta columna se han venido y se seguirán señalando los infortunios públicos, como una manera de ser constructivos, así los enfoques resulten amargos en ocasiones.

El señor Alcalde, refiriéndose a comentario de semanas pasadas, precisa importantes planteamientos que hacen pensar en toda una situación compleja que no lo deja avanzar como lo desea. Encuentra inexactos algunos de los puntos de vista anotados por el columnista, aunque no los especifica.

Lo importante, de todas maneras, es tomar conciencia de que Armenia necesita el concurso de todos para salir de los apuros actuales. Nadie podrá negar que la ciudad atraviesa por enormes escollos.

Satanás, Armenia, 13-VIII-1977.

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