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La Historia contra la pared

martes, 4 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El doctor Juan Zuleta Ferrer, director de El Colombiano, periodista por temperamento y formación, recorre la historia contemporánea del país en los vibrantes editoriales escritos a lo largo de los últimos cuarenta y ocho años. La Biblioteca Pú­blica Piloto de Medellín, bajo acertada y altruista gestión de Alejandro González, ha que­rido enaltecer la trayectoria de uno de los periodistas más bri­llantes de Colombia al recoger en libro los editoriales con que este hombre de ideas y fieros combates viene partici­pando en el juego de la demo­cracia.

La Historia contra la pared, título del libro que define el carácter del autor, expresa los alcances de un periodismo independiente y constructivo, que diferente a tantos estilos que se consumen por el arrebato de las pasiones o la ausencia de bagaje intelec­tual, se mete en la propia Histo­ria para enjuiciarla y buscarle grandeza. Zuleta Ferrer, cen­sor implacable de todos los go­biernos, oficio duro y enal­tecedor que muy pocos saben ejercer, ha fustigado con su pluma acerada los actos públi­cos que se apartan de la moral y no satisfacen las necesidades de la comunidad.

Y ha sido, so­bre todo, defensor incansa­ble de la soberanía de Antioquia, a la que todos los días quiere más grande, sin impor­tarle las asperezas de la lucha ni las dimensiones del enemigo, y siempre con la lanza en ristre para atacar el centralismo del país y propugnar el vigor de la provincia.

Condición muy especial de Zuleta Ferrer ha sido su vi­goroso regionalismo, pero no el ciego egoísmo que tiene fre­nadas a muchas ciudades, sino el sano afán de superación que estimula el amor a la tierra natal. Como lo expresa el doctor Carlos Lle­ras Restrepo en el prólogo del libro, “Juan Zuleta ama a Antioquia porque siente y cree que esa es la mejor manera de amar a Colombia».

Fue Lleras Restrepo uno de los blancos que encontró Zuleta para lanzar sus dardos contra la descentra­lización de poderes y que lo llevó a escribir uno de sus más célebres editoriales, El espíritu de los diez mil rostros, definida así por Zuleta la activi­dad del expresidente en el Pa­lacio de Bogotá, asimilando la leyenda oriental sobre Confucio. Le hace a Lleras un homenaje que destaca la vigilancia del estadista sobre la acciden­tada vida colombiana, y protesta por tanta concentración de funciones que no permiten al gobernante abar­car la totalidad de los problemas.

No se equivocó Zuleta Fe­rrer en la comparación, como que nueve años después de es­crito el editorial, este espíritu de los diez mil rostros llegó has­ta Medellín a testimoniar su admiración al periodista grande de la Montaña. El doctor Lleras Restrepo, temible en la lucha, lo mismo que generoso en el reconocimiento, exalta la impor­tancia de su adversario de otras épocas y admira su tem­ple, su claridad de pensamiento, su aporte al progreso de Antioquia y, sobre todo, la dignidad de su persona y el significado de sus causas. Medita Lleras en la omnipresencia presidencial y lleva a Antioquia tesis nove­dosas sobre el descentralismo o «federalismo moderno» y so­bre la redistribución de fuerzas políticas –sin crear nuevos partidos–, temas de actua­lidad que habrán de ser moti­vo de reflexión para las clases dirigentes del país.

La vida del doctor Juan Zule­ta Ferrer da para muchos comentarios que se ven limita­dos por la brevedad de esta no­ta. Como periodista de tiempo completo, sin vacilaciones y con la fe encendida en sus creencias, su voz se ha hecho sentir en el panorama de la nación. Distante del sectarismo, ha cumplido jornadas vehemen­tes de auténtica democracia. Al hombre de convicciones hay que respetarlo.

La prensa colombiana se siente orgullosa con un órgano de la valía de El Colombiano. Es la biblia de los antioqueños. Sus páginas han sido honradas por plu­mas muy prestantes. Un Otto Morales Benítez o un Belisario Betancur, militantes en parti­dos contrarios pero hermana­dos en el tiempo, en el tempe­ramento y en sus afanes patrióti­cos, y ambos presidenciales pa­ra bien de Antioquia y de Co­lombia, son algunos de los hombres notables que han pa­sado por los registros de El Colombiano.

La Historia queda frente a la pared al repasar los escritos del periodista que ha sabido pulsar el alma colombiana. El periodista, testigo de la Historia, debe ser también crítico de su tiempo y no conformarse con el papel de simple informador. Además de criticar los sucesos reproba­bles, el periodista debe ayudar a escribir la Historia de los pueblos.

La Patria, Manizales, 19-VIII-1978.

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