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La policía en moto

lunes, 10 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Soy un crítico de la moto como elemento perturbador y destructor, que por lo general lo es, pero no como medio de trabajo y de utilidad. Hemos presenciado dolorosos dramas hogareños y continuamos, con todo, asediados por esta invasión satánica que obstruye el tránsito, invade la ciudad de ruidos, expone la vida de quienes se movilizan en ellas y también de quienes viajan a pie o en carro, y crea permanente zozobra en la comunidad.

Un adolescente exigió a sus padres que le compraran moto como condición para seguir estudiando. Ellos, muy complacientes, terminaron regalándosela a pesar de que la detestaban. El muchacho se encuentra hoy con las piernas rotas después de haber superado las contusiones cerebrales, y con un año de incapacidad. Es decir, no hay moto ni estudios.

En el vértigo de la vida moderna, que también es un signo de esquizofrenia, la juventud se enardece con la velocidad y el ruido. Por eso, vuela por nuestras calles desafiando el peligro y atentando contra la seguridad y el sosiego de las personas. A las motos les quitan el silenciador para que produzcan mayor ruido, o sea, mayor sensación de vértigo. Diríase que con perturbar las calles quieren mostrar superioridad. Además, olvidan el ruido del exosto, porque las autoridades no exigen sanidad ambiental.

La moto, como medio útil, merece respeto. Sirve para movilizarse al trabajo y también para la recrea­ción. Sin embargo, en ambos casos se desvirtúa esa finalidad cuando al ocupante le da por devorar distancias, y mu­chas veces,con toda la familia a bordo. No es inusual el cuadro del padre de familia acompañado de su mujer y de tres hijos pequeños culebreando por entre los vehículos, o sea, jugando con la muerte.

La policía del Quindío acaba de adquirir veinte motos para patrullar la ciudad. Es buen anuncio, y aquí entra de nuevo el pequeño vehículo como elemen­to útil. La delincuencia, que también anda en moto, y que como en Pereira y Medellín asesina por el aire, ten­drá aquí mayor control en lo sucesivo. Está bien que la policía cuente con un medio rápido de desplazamiento, si en sus manos está la seguridad ciu­dadana. Pero primero tendrá que aprender a usarlo con prudencia y pericia.

Estos modernos aparatos donados por el gobernador Silvio Ceballos Restrepo y equipados con sistemas téc­nicos, representan una garantía para todos los ciudadanos. Ojalá, además, se contrarreste el abuso de las motos particulares.

Medellín y Bucaramanga, ciudades que ya cuentan con este programa, han tenido completo éxito. Armenia será la tercera capital que por este medio entra a reprimir el avance del hampa. La noticia que en tal sentido suministra el Comando de la Policía significa una preocu­pación que aplaudimos, en bien de la seguridad pública.

La Patria, Manizales, 3-IX-1980.

Un adolescente exigió a sus padres que le compraran moto como condición para seguir estudiando. Ellos, muy complacientes, terminaron regalándosela a pesar de que la detestaban. El muchacho se encuentra hoy con las piernas rotas después de haber superado las contusiones cerebrales, y con un año de incapacidad. Es decir, no hay moto ni estudios.

En el vértigo

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de la vida moderna, que también es un signo de esquizofrenia, la juventud se enardece con la velocidad y el ruido. Por eso, vuela por nuestras calles desafiando el peligro y atentando contra la seguridad y el sosiego de las personas. A las motos les quitan el silenciador para que produzcan mayor ruido, o sea, mayor sensación de vértigo. Diríase que con perturbar las calles quieren mostrar superioridad. Además, olvidan el ruido del exosto, porque las autoridades no exigen sanidad ambiental.

La moto, como medio útil, merece respeto. Sirve para movilizarse al trabajo y también para la recrea­ción. Sin embargo, en ambos casos se desvirtúa esa finalidad cuando al ocupante le da por devorar distancias, y mu­chas veces,con toda la familia a bordo. No es inusual el cuadro del padre de familia acompañado de su mujer y de tres hijos pequeños culebreando por entre los vehículos, o sea, jugando con la muerte.

La policía del Quindío acaba de adquirir veinte motos para patrullar la ciudad. Es un buen anuncio, y aquí entra de nuevo el pequeño vehículo como elemen­to útil. La delincuencia, que también anda en moto, y que como en Pereira y Medellín asesina por el aire, ten­drá aquí mayor control en lo sucesivo. Está bien que la policía cuente con un medio rápido de desplazamiento, si en sus manos está la seguridad ciu­dadana. Pero primero tendrá que aprender a usarlo con prudencia y pericia.

Estos modernos aparatos donados por el gobernador Silvio Ceballos Restrepo y equipados con sistemas téc­nicos, representan una garantía para todos los ciudadanos. Ojalá, además, se contrarreste el abuso de las motos particulares.

Medellín y Bucaramanga, las dos ciudades que ya cuentan con este programa, han tenido completo éxito. Armenia será la tercera capital que por este medio entra a reprimir el avance del hampa. La noticia que en tal sentido suministra el Comando de la Policía significa una preocu­pación que aplaudimos, en bien de la seguridad pública.

La Patria, Manizales, 3-IX-1980.

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