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Aviones sospechosos

lunes, 10 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El Gobernador se impresionó con la noticia de que en el aeropuerto estaba situada una avioneta a su nombre. Creyó que se trataba de una broma, pero luego se convenció de que el obsequio era real. Un hijo de Armenia, residente por fuera de nuestras fronteras, regresaba a la ciudad haciéndose sentir. Y como era multimillonario, podía  hacer regalos costosos. Hubo los naturales escrúpulos del Gobernador, pero vencidos éstos y hecha la consulta al alto Gobierno, se aceptó el presente.

El extraño personaje llegó más tarde a la ciudad, su nativa Armenia, a la que se proponía servir. Bien pronto se conocieron planes ambiciosos suyos, como la construcción de un complejo habitacional para la clase media. Su nombre se pronunciaba de boca en boca, unas veces con sorpresa y otras con reservas, que es casi lo mismo. En los alrededores fueron creciendo las fincas que adquiría a buenos precios, y por los espacios comenzaron a volar lujosas aeronaves.

Otro día llevó potentes maquinarias para iniciar la construcción de un agradable paraje de recreación. Invitó a los periodistas para que fueran testigos de su ánimo emprendedor y les hizo entrega de un cheque bien redondeado como contribución generosa para el gremio que se sostiene entre estrecheces.

Nadie protestó y todos se hicieron retratar alrededor de la bandeja con que ellos co­rrespondían a su benefactor.

Días después caía en nuestro aeropuerto un avión extraño, desviado de ruta. Traía matrícula extranjera y no se ha dado clara explicación  sobre su aterrizaje.

El avión y sus pilotos quedaron retenidos por violación de normas aéreas. Requisado el apa­rato por algún vigilante solitario, ya que a las seis y media no hay vida en el aeropuerto, no se encontró ningún cargamento ilegal. Si lo traía, de todas maneras no apareció. Abun­dan, desde luego, las conjeturas. Y es que la ciudad comienza a ver cosas extrañas.

El Quindío no estaba acostumbrado a obse­quios de tal magnitud. Parece como si permane­ciera indeciso, pues no ha hecho uso de él. En el caso del segundo avión, el Gobernador le impu­so una multa de $ 7 millones por infringir reglas del tránsito aéreo: la única irre­gularidad aparente, si es que el abogado defensor no prueba lo contrario.

En la calle se aplaude la medida del gobernador Ceballos Restrepo, no sólo por la multa en sí, sino por su declaración de que el gobierno seccional no permitirá que el aeropuerto se convierta en escala para tráfico de estupefacientes u otras actividades ilícitas.

La ciudadanía, que en tan corto tiempo se ha encontrado con hechos insólitos, está asustada y asocia circunstancias. Cuando oye el ruido de los aviones que cru­zan el aire, cree que algo anormal está sucedien­do. Y repite, con el bobo del cuento, que «de esto tan bueno no dan tanto».

La Patria, Manizales, 17-IX-1980.

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