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El lector boyacense

martes, 11 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El lector colombiano, obra de difícil localización en las bibliotecas, fue inspirada por el poeta tunjano José Joaquín Ortiz en los finales del siglo XIX y en ella aprendieron a leer los escolares de comienzos del siglo actual. Fue un inteligente esfuerzo para que la ju­ventud se compenetrara con los valo­res más representativos de la litera­tura colombiana y aprendiera a querer la tierra y familiarizarse con las tradiciones, el paisaje, la cultura y las creencias de la patria.

Casi cien años después nace una obra similar y acaso de superior aliento, si los tiempos contemporáne­os, muy distintos a los del vate tunja­no, giran hacia lo frívolo y se han venido desentendiendo de las disci­plinas del espíritu. Hoy las gene­raciones ya no leen y poco se preocu­pan por la investigación y menos por incursionar en los tratados que es­tructuran la personalidad y enseñan a ser cultos. El profesional, que sale de los claustros universitarios con vacíos de formación, es un rele­gado cultural que rodará por los caminos ligeros del mundo superfi­cial. Carecerá de tiempo y vocación para repasar un libro. Los clásicos, imprescindibles antes como rectores de la mente, son ahora seres extraños y anacrónicos que no mere­cen ser estudiados.

Así van creciendo los escolares, los bachilleres y los doctores. Con el cerebro estéril se enfrentarán a los conflictos que vive la huma­nidad en esta época de choque y confusión, y como son inhábiles, cre­arán mayor caos.

Al salir ahora El lector bo­yacense, obra gigante no sólo por los diez mil volúmenes que lanzará hacia todos los establecimientos educativos de Boyacá, sino por su profundo contenido didáctico, se nota de inmediato el afán de sus promotores por asegurar mejores rumbos para las nuevas generaciones. Es, además, un ejemplo para toda Colombia.

En dos tomos extensos y selectos se recoge el pensamiento de los escritores y poetas de Boyacá, tanto de los tiempos antiguos como de los presen­tes, y bajo una acertada dirección se encarrilan los temas y se forma rico acopio literario para quienes quieran asimilar la esencia de esta región culta. El lector despreve­nido encontrará motivos amplios de orientación, y el avanzado tendrá a la mano, depurada y diversa, una antología del mejor gusto y la más escogida calidad. En sus páginas está el espíritu de la comarca pensante y creadora. Boyacá es tierra fértil para la inteligencia y representa un derro­tero espiritual para el país. En sus campos se han amasado las grandes gestas de la independencia y de ellos ha brotado nuestra raza de duros cimien­tos.

El educador hallará en estas páginas el semillero que le fortalecerá sus propias convic­ciones y acentuará en los escolares esa área cultural que es preciso defender como el mejor tesoro de la tierra. Será texto obligado en escuelas y co­legios, y también en los predios uni­versitarios, para que la gente se iden­tifique con la región y sus hombres de letras. Leyendo sus páginas, la mente tomará altura.

Esta obra ha sido posible gracias al empeño de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, el alma máter de los boyacenses, bajo la rectoría del doctor Juan B. Pérez Rubiano, y con la valiosísima eje­cución de dos elementos impondera­bles en el panorama cultural del de­partamento: Vicente Landínez Castro y Javier Ocampo López, el uno boyacense raizal y el otro por adopción, y batalladores los dos en las justas de la inteligencia. El lector boyacense proyecta el sentido de la vida para que la gente no se conforme con vegetar sino que se inquiete por pensar.

La Patria, Manizales, 15-XI-1980.
El Espectador, Bogotá, 9-XII-1980.

 

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