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Revolución del agua potable

sábado, 15 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El líquido elemental que fluye por los tubos del acueducto, de tan diversos usos benéficos, también puede ser mortal. Con la común definición de que es agua potable, la gente supone que puede beberla sin complicaciones. Pero lo cierto es que pocas aguas en el país son realmente puras. El adulto, que tiene  mayores defensas orgánicas, está menos propenso a las enfermedades y aun así padece no pocos trastornos por el consumo de aguas contaminadas. La gastroenteritis es para la población infantil enfermedad de cuidado, a veces mortal, y se recibe por lo general de las aguas impuras.

En un sitio del país donde el señor Presidente de la República inauguró hace poco un acueducto, lanzó la consigna del agua potable como una de las mayores conquistas comunitarias. Muy distinto, por cierto, es tener acueducto, como el que existe en Armenia desde vieja data, que contar con la seguridad de poder beber una sustancia procesada higiénicamente.

El doctor David Bersh, viceministro que fue de Salud Pública, y una autoridad respetable en higiene ambiental hoy al servicio del Comité Departamental de Cafeteros, lanzó hace poco su voz de alerta por el alto grado de contaminación de las aguas que corren por el acueducto y llegan a los hogares con apariencia inofensiva. Son aguas que por no estar tratadas con los debidos sistemas de purificación presentan serios peligros para la salud.

De tiempo atrás venimos escuchando la noti­cia de que la planta de purificación no ofrece, por anti­cuada, garantías para el buen tratamiento del agua. A veces escasea el cloro, por dejarse agotar. En esa planta deberían morir todas las bacterias para que los hogares estuvieran aislados de contagios. Por épocas, lo que sale por las to­mas del acueducto es una materia turbia y barrosa.

La revolución del agua potable no ha llegado a nues­tra ciudad. Parece que no hay quien la adelante. Es un programa más que está por realizarse. Uno de los prin­cipales encargos que reciben las autoridades es el de cuidar de la salud de la comunidad, y ese es, sin duda, uno de sus primordiales compromisos. La salud pública requiere de personas con capacidad y vocación para mantener derrotadas las epidemias y prevenir los con­tagios comunes que amenazan a cualquier sitio. El solo hecho de que un barrio central se haya convertido en basurero público indica que no existe preocupación para alejar al hombre de los peligros.

Así se van deteriorando las garantías mínimas que exige nuestra ciudad. Para adelantar programas efica­ces se necesitan equipos, los que no se adquieren  por falta de recursos, pero sobre todo porque se gasta el tiempo en afanes menores. Se necesitan equipos y pre­supuestos, pero primero hay que contar con hombres decididos a no dejarnos perecer entre enfermedades y sofocos de toda índole.

La Patria, Manizales, 10-XII-1980.

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