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La ausencia presidencial

domingo, 16 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Entramos a la etapa final del actual gobierno de la nación y el Quindío ha estado excluido de las giras presidenciales. Diríase que es un departamento minoritario no sólo por su extensión territo­rial sino por el poco interés que despierta en las altas esferas del gobierno. Valdría la pena que recapacitaran nuestros polí­ticos sobre si la culpa es de ellos por no haber logrado conquistar las simpatías hacia una región que, si escasa en kilómetros, es influ­yente en su cuota económica a la prosperidad del país.

Para decirlo de manera fran­ca, ponemos la plata pero no ob­tenemos la utilidad. En otros si­tios, menos representativos y más audaces, existe mayor «imán» para la atención del pre­sidente, sus ministros y altos fun­cionarios del Estado. Vemos con frecuencia los desplazamientos que éstos realizan hacia diferen­tes lugares, y observamos que tales giras dejan bene­ficios regionales. El Presi­dente nunca viaja con los bolsillos vacíos.

Es preciso ha­cer notar una vez más el despro­pósito cometido en pasada oca­sión cuando, ya programada la visita presidencial, se intercepta­ron menudos enredos políticos que hicieron suspender aquella gira. Varios políticos se unieron para pedirle al doctor Turbay que aplazara su viaje porque el clima de conviven­cia no era el más propicio para re­cibirlo.

Aplazar un programa significa casi lo mismo que cance­larlo. Sin contar el acto de descor­tesía hacia el Presidente, aquella intervención era, cuando menos, una inconsecuencia. Pri­mero se le había invitado y ahora se le pedía que no viniera….

Y el Presidente no vino. Es posible que tampoco lo haga en el resto de su mandato. Si la situación se analiza con el necesa­rio escrutinio, habrá que concluir que el doctor Turbay quedó indispuesto con el Quindío. Ojalá ha­ya hechos posteriores que se en­carguen de desmentir esta supo­sición que no puede ser más lógi­ca.

Recuérdese que en el suceso de marras no sólo se le solicitó que dejara de visitarnos, sino ade­más se le pidió la cabeza del Gobernador. Pero el Presiden­te, que ante todo es político profesional, debió de calcular que se trataba de arrebatos pa­rroquiales, de esos que levantan demasiado polvo y no dejan ningún provecho.

La Patria, Manizales, 8-III-1981.

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