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Consultorio sentimental

domingo, 16 de octubre de 2011

Humor a la quindiana

Por: Gustavo Páez Escobar

Marzo 5.

Querida DIM: He leído muchas his­torias en su columna y ninguna se parece a la mía. Estoy en una verda­dera encrucijada. Ayúdeme, respe­tada señora, porque creo morirme.

Comenzaré contándole que el em­barazo todavía no se me nota. Ya son tres meses de sufrimiento, durante los cuales he logrado ocultar los vestigios de mi falta… Ni mi propio jefe, el padre de mi pecado, se ha dado cuenta. Cuando se lo diga, el pobre va a quedar horrorizado porque él mismo no lo recuerda.

Aquella noche estaba medio enloquecido con eso que llaman lagu­na, y cuando despertó… ya había sucedido. Dentro de quince días será su matrimonio. Él no tiene ni sospecha de que la embarró conmigo, y yo siento hoy un mortal remordi­miento. ¿Se lo digo o no se lo digo? Lo peor es que lo quiero. ¡Lo quiero, señora, y no quisiera perderlo! Con­tésteme, por favor, para tomar una resolución firme. De su respuesta de­pende mi vida. Quien mucho la admira. Flor Marchita.

*

Marzo 14.

Su caso sirve para muchas ingenuas secretarias que se dejan sugestionar por el jefe. Usted ya dio un paso que es irremediable. Omite decirme en su carta si su jefe le ha demostrado cariño serio. Me atrevo a pensar que lo suyo es una aventura. Háblele de todas maneras. Cuéntele que espera un hijo suyo, y por su reacción se dará cuenta si es responsable y rompe su compromiso. Caso  bastante remoto, porque la experiencia demuestra que la secretaria es un entretenimiento para los jefes ligeros; una golosina que se saborea y después se desprecia. Si él fuera verdadero hombre, se casaría con usted. Pero no se haga ilusiones.

A propósito: ¿qué prueba le presen­tara para que él acepte su desliz? Usted misma dice que él se hallaba en estado de “laguna». De todas maneras, piénselo bien antes de provocar un escándalo. Le deseo mucha suerte. DIM.

*

Julio 19.

Querida DIM: Fue como usted lo supuso. El muy cínico me midió de pies a cabeza y me dijo con voz arrogante que mentía. Sus ojos recorrieron más de una vez mi estómago, pero como todavía no se me notaba nada… Lloré ante su desconsideración y ni aun así se enterneció. Dijo que estaba formándole una comedia para atraparlo. Lo mejor fue haberlo olvidado.

Un compañero, enterado de mi drama, me propuso hacerse cargo de la criatura si me iba a vivir con él. Y lo hice. Ahora soy feliz. Pero no hay felicidad completa. Su esposa nos está haciendo la vida imposible. Dentro de dos meses nacerá mi hijo y tendrá padre, según supongo, pero a veces me parece que mi compañero va a dejarme, pues se ha conseguido otro lío extraconyugal y ya no querrá admitir como hijo suyo a quien no lo es.

Mi desgracia actual es que me estoy enamorando de un vecino. Y como también me promete hacerse cargo de la cria­tura si me voy a vivir con él, estoy otra vez en una encrucijada. Sólo faltan dos meses para el na­cimiento y parece que lo mejor sería irme con el segundo, o más exacta­mente con el tercer hombre de mi vida, para asegurarle a la criatura un apellido. ¿Qué opina usted? Su devota, Flor Marchita.

*

Agosto 8.

Le aconsejo que se atempere, por Dios. Todavía no ha nacido el hijo y ya tiene tres padres. De este modo, queridas lectoras, es como la mujer se prostituye poco a poco casi sin darse cuenta. Usted, Flor Marchita (¡cómo es de acertado el seudóni­mo!) está a borde del abismo. Si se va con el tercer hombre, lo más seguro es que mañana lo hará con otro, y con otro, y con otro más… ¡Y todos casa­dos! ¡Siente la cabeza!, es mi consejo. DIM.

*

Octubre 28.

Respetada DIM: Dicen que los hombres no acudimos a su columna, pero no hay tal. La leemos tal vez más que las mujeres. Resulta que me casé hace siete meses y ya el matrimonio está destruido. Soy jefe de oficina y tuve una bonita secretaria con quien, según ella, cometí un desliz en una noche de copas. De ese desliz nació una criatura y hoy me duele no haberla reconocido, y más aún, no haberme casado con la madre cuando podía hacerlo. Ella me lo pidió a tiempo.

En fin, son historias pasadas… Mi mujer resultó coqueta, gastadora y veleido­sa, además de fría e insípida. Hoy la tengo repudiada. Mi antigua secreta­ria, más bella que nunca, ha corrido con mala suerte. Ha pasado de mano en mano, pero al fin y al cabo me siento responsable de sus desventuras. Quiero proponerle que venga nuevamente de secretaria e incluso darle mi apellido a la criatura. ¡Asunto de conciencia, señora! Para eso tendría que proponerle unión libre, y hasta matrimonio civil si me cercioro de su lealtad. ¿Qué opina usted, buena señora? Idiota arrepentido.

*

Febrero 14.

Querida DIM: Estoy nuevamente de secretaria de mi antiguo jefe y ahora soy su concubina. Todavía no ha reconocido a mi hijo en la notaría, pero dice que lo hará si le soy fiel. Y hasta me ofrece matrimonio en Panamá, Ecuador o Venezuela. ¡La locura…! Sin embargo, estoy confusa porque me estoy enamorando del jefe de contabilidad, un gallinazo lo más de chévere que tiene conmigo galanteos como ningún hombre los ha tenido…

El Espectador, Bogotá, 18-V-1981.

 

 

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