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La voz del lector

domingo, 30 de octubre de 2011

Salpicón

Por: Gustavo Páez Escobar

Carta de Colcultura: «Con res­pecto a la nota publicada por usted en el diario El Espectador, en la cual expresa su deseo de ver reimpresa la poesía de Laura Victoria, deseo comunicarle que solicitamos al co­mité editorial del Instituto la eva­luación de dicho trabajo y que su concepto fue negativo”. Catalina Arrubla, jefe División de Publica­ciones«.

Los comités de mampara son úti­les para muchas disculpas. Si esto sucede con la poetisa famosa que le da honor a Colombia, qué no ocurrirá con el común de los escritores.

El Espectador, Bogotá, 5-VI-1986.

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Roberto Medina, de Sogamoso, desea que le amplíe el significado de Salpicón, columna que él en­cuentra «variada, agradable y crí­tica». Para el amable lector copio algunos de los enunciados con que este rincón periodístico se inició el día 15 de diciembre de 1983:

«Hay varias definiciones de la pa­labra salpicón: fiambre de carne con sal, vinagre y cebolla. O bebida fría de jugo de frutas. O algo dividido en partículas. O la acción de rociar, de esparcir en gotas. Todas estas características caben en el propósito de la columna que hoy nace en las páginas de El Espectador. Sal­picón aspira a ser un espacio ameno, ágil, cernidor de noticias, rociado de sal y pimienta, donde se le tomará el pulso a la vida valiéndose del menudo suceso cotidiano y procurando hacer de lo ordinario una fuente de inspi­ración. Será también recinto de crítica social, sensible a las des­proporciones del medio ambiente y respetuoso, sobraría decirlo, de la honra ajena».

De Pereira escribe Daniel Arbeláez: «Me emocionó profundamente su artículo sobre Germán Pardo García. Lo felicito sinceramente. Cámbiele el nombre a su columna».

E, E., 12-VI-1986.

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Recibo de Méjico la siguiente conmovedora manifestación:

«Hasta el caos de sombras y de horror que ha sido mi existencia, llega el sorpren­dente mensaje de luz arrobadora que usted me envía, y siento como si por un instante yo hubiese ascendido a un Tabor de claridad, que me inviste las sienes de inmerecida gloria, a tiempo que permite ver las heridas de mis pies y de mis manos, que súbitamente dejan de sangrar y derraman sola­mente esmeraldas y zafiros. Tiene usted poderosa grandeza de alma para ver lo que está sumergido en mí bajo capas geológicas que  acumularon sobre mi alma y mi co­razón un derrumbe de amargura. ¡Cuánta generosidad en usted, qué diluvio de estrellas fugaces salidas de sus manos heroicas, proyectadas hacia mí en increíble huracán de metáforas! Decirle ¡gracias! sería empequeñecer una acción como la suya, que me coloca delante de otro yo mismo que tal vez pude ser. Germán Pardo García».

E. E., 26-VI-1986

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El poeta Germán Flórez Franco me escribe:

«Complacido leí su po­pular columna dentro de la cual habla de la incineración. Porque soy soli­dario con sus planteamientos sobre los usureros de la muerte me per­mito adjuntarle el libro Escombros del olvido, en uno de cuyos apartes se encuentra el poema Que me incine­ren”.  Copio una parte de dicho poema: «Con perdón negociantes, plañideras y curas, / perdón todos aquellos que venden sepulturas, / entierros, ataúdes, responsos y co­ronas. / Aquellos traficantes del dolor y la muerte; / a mí que no me entierren, / a mí no me sepulten/ ¡a mí que me incineren!”.

Horacio Gómez Aristizábal me honra, en el libro que antes comenté, con el siguiente juicio: «Su crítica es generosa y animada, sin nada que recuerde la lección de anatomía, o, lo que es lo mismo, no sacrifica a la víctima para estudiar su cadáver, como acontece con ciertos críticos de sangre fría».

(Horacio: aunque no soy penalista, algo he aprendido del abogado-escritor humanista).

E. E., 20-X-1986. 

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He recibido dos cartas que tienen que ver con hechos po­sitivos del país comentados en esta columna:

1 – «Es grato saber que la tarea que adelantamos en Carvajal S. A. para colaborar con el progreso nacional es tomada por voces autorizadas como la suya, como ejemplo para el sector empresarial colombiano. Le agradezco su mención a los libros institucionales, los cuales espe­ramos poder seguir publicando en el futuro con el propósito de des­tacar labores culturales e históricas de nuestra nacionalidad. Adolfo Carvajal Quelquejeu, presidente de Carvajal S.A.»

2 – «Nosotros, como partícipes y espectadores directos de aquel escenario tranquilo, magnífico y hermoso, que usted bien describe, felicitamos su artículo y agrade­cemos la deferencia que nos hace con sus palabras, al referirse a la hotelería de una ciudad estupenda como Pasto. Nuestro objetivo como administradores del Hotel Agualongo ha sido brindar tranquilidad y comodidad a quienes nos dan el gusto de ofrecerles nuestros ser­vicios. Ramiro Salas, gerente de Administración Hotelera Integral Colombiana».

E. E., 10-V-1988.

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