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El cheque, un esquema moral

domingo, 9 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

Sonará raro que el cheque represente un símbolo moral. El cheque es figura muy característica de la vida contemporánea. Aquel papel que en los tiempos pretéritos era algo sagrado, es hoy, con el deterioro de la moral, un triste personaje que ha perdido su categoría porque la propia sociedad que ha debido resguardarlo se encargó de pisotearlo.

El cheque ya no es portador de confianza. Linda los terrenos del Código Penal y se ufana de ser indolente. En el mejor de los casos resulta una expectativa, y dista mucho de ser un documento serio. Girar cheques sin respaldo de fondos, lo que en los tiempos memorables de las sanas costumbres hubiera sido un acto infamante, es ahora la regla general. La gente le perdió el miedo a la amenaza de cárcel por girar en descubierto, ya que las leyes no se cumplen, o se burlan habilidosamente. Hay abogados para todo, hasta para impedir que quienes abusan de una chequera reciban castigo. En este enredo de las interpretaciones (y el cheque se equipara en muchos casos a la letra de cambio), se convierte en un papel sin seriedad, cuando no en un real peligro comercial.

Mientras tanto, el país se asfixia en­tre toneladas de “cheques chimbos». Estos circulan en todas las direcciones, sin respeto hacia la sociedad y como afrenta para la vida mer­cantil. En el fondo es una radiogra­fía ensombrecida de este país que permitió el desgaste de la decencia.

La tolerancia bancaria, que es cómpli­ce necesario para este atentado con­tra la confianza pública, dejó también de controlar la situación. Se les da en­trada a giradores reconocidos como irresponsables y se olvida de restrin­gir la entrega de chequera a quienes no la merecen.

La competencia en el sector bancario ha relajado las costumbres hasta obnubilar la razón, como si lo impor­tante fuera albergar clientela, sin escrutar sus condiciones morales. Las «vacas sagradas» que pa­san de banco a banco repitiendo en el de turno sus manías incorregibles, están dañando al país.

¿Cómo aspirar entonces a que se depure el ambiente? Los comerciantes, que dicen ser los más afectados con los “cheques chimbos», son los que más abusan de esa manía. El cheque posdatado, que años atrás fue reprimido con energía y con manifiesto beneficio general, es hoy en día práctica corriente. El comercian­te (aunque no todo comerciante, por­que también los hay organizados y previsivos) respalda la compra de sus mercancías con el consabido cheque en el aire, para llamarlo de otra manera; y espera poder atenderlo dentro del plazo convenido, aunque por lo general lo incumple. Asediado de cheques que ha expedido sin la necesaria precau­ción, no alcanza a cubrirlos, y como los negocios andan mal, que esperen los acreedores… Las devoluciones que hacen los bancos darían cuerpo para levantar el monumento más gigan­tesco de la inmoralidad pública.

Todos protestan por el deterioro del cheque (jueces, bancos, público), pero el mal se deja avan­zar. Es un cáncer que invadió a Co­lombia y que nadie se propone ex­terminar. ¿Cuándo se encontrarán, al fin, sistemas efectivos de depuración? Nos acostum­bramos a jugar a la inmoralidad, y lo hacemos con desfachatez. El país está retratado en el cheque y parece no darse cuenta de que debe cambiar de modales.

La Patria, Manizales, 14-VIII-1980.

 

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