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Por un comercio mejor

domingo, 9 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

La gente de Armenia se desplaza casi a escondidas a efectuar sus com­pras en Pereira, donde el comercio es abundante y llamativo. El comercio de Armenia protesta por la falta de solidaridad que significan esas compras furtivas, y Fenalco, la entidad que agrupa y defiende al gremio, lanza periódicas campañas invitando a los armenios a que consuman lo propio.

Esto debería ser así. Evidente muestra de apego a lo que producimos, a lo  que se da en ca­sa, es mercar en la localidad. Pero las campañas de Fenalco, muy sanas y esforzadas, no logran suficiente eco en las amas de casa, que son las que mandan, por la regla más simple y elemental del comercio, y es que el vecino, en este caso el competidor, nos lleva ventaja.

Antes que seguir lanzando pregones regionalistas, nuestro comercio organizado debe buscar fórmulas para ser competitivo. El regionalismo no se despierta o se incrementa con la prohibición. Recuérdese en el pasado, en la segregación de Risaralda del Viejo Caldas, la campaña que prohibía consumir aguardiente Cristal. Las autoridades de esa zona contrataron el aguardiente de Antioquia y creyeron que así demostraban independencia.

Pero el pueblo continuaba liban­do el trago que le gustaba. Mientras más se censuraba su consumo, más aumentaba el contrabando. En poco tiempo las autoridades, que no podían ir a contrapelo de la opinión pública, tuvieron que legalizar la circulación de los productos de la Licorera de Caldas.

Volviendo al comercio de Armenia, no significa inferioridad reconocer en el vecino un competidor más curtido.

Pero la gente también viaja a Manizales y Cali en busca de mejores precios. En las tres ciudades existe garra comercial. Esto no se dice en detrimento de Armenia, sino en defensa de sus inte­reses. Ocultando la verdad nada se gana. Si hay artículos que en la vecin­dad cuestan el 30% o el 40% menos, ¿por qué no adquirirlos allí?

El asunto es claro: las confecciones de Pereira son más baratas porque la plaza es más industrial. Essitio al que convergen ventas volumino­sas de los grandes centros produc­tores, con la consiguiente economía de costos.

La respuesta a esta desventaja sería aumentar nuestra capacidad de compra, o dicho de otra manera, volvernos más grandes. Pero los esfuerzos en este sentido son lentos y a veces inútiles. El Quindío no quiere industrializarse, o lo hace a paso de tortuga.

Existen, sin embargo, otros factores sobre los que es preciso meditar. Uno, aparentemente simple, es el del horario. El comercio de Pereira está abierto a toda hora. Si el día es especial, se establece la jornada continua. Y en días  corrientes so­lo se cierra en las horas muertas. No se entiende, en cambio, por qué los negocios de Armenia, en días ordinarios y en días extraordinarios, se cierran a las doce del día, y lo mismo un almacén de modas que una ferretería.

En Pereira el comercio es más recursivo, palabra esta con que las damas hacen diferencias. Allí hay más defensas hogareñas. Hay supermercados más económicos, y no se sabe por qué Armenia no los tiene. Comfamiliar es en Pereira la despensa de los hogares, con grandes ventajas en los precios. Aquí hay que esperar ese paso por parte de Comfenalco.

Si Pereira puede, Armenia tiene que abrir los ojos. Se diría que son distintas las circunstancias por ser Pereira plaza comercial hace mucho tiempo. Cierto. Pero no podemos dormirnos. Al comercio de Armenia se le reconoce su progresiva importancia, habiendo partido de muy poco. Ahora necesita mayor empuje para no quedarse a la zaga. Por lo pronto, es preciso encontrar las causas por las que los armenios se van en secreto a hacer sus compras a Pereira.

La Patria, Manizales, 13-VIII-1980.

 

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