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Frente a una urbanización

lunes, 10 de octubre de 2011

Por: Gustavo Páez Escobar

El Instituto de Crédito Territorial iniciará pronto la urbanización La Adiela. Serán  seiscientas viviendas para gente pobre, por el sistema de autoconstrucción. La sola noticia ha provocado en Armenia una movilización masiva para conseguir de Catastro la boleta donde se certifique que el peticionario no posee finca raíz.

Durante varios días las oficinas de Catastro se vieron asaltadas por multitudes de ilusionados aspirantes que desde tempranas horas del día  comenzaban a llegar al sitio. Las filas crecían conforme avanzaban las horas, y se replegaban alrededor de la cuadra como si su propósito fuera acorralar una esperanza de vida.

El problema fue ganando tales proporciones que más tarde tuvo que intervenir la policía para controlar desórdenes callejeros. Nadie quería ceder un milímetro en el turno tan duramente defendido. El comercio vecino, lo mismo que una corporación de ahorro y vivienda, quedaron bloqueados.

El agolpamiento de solicitantes de la simple boleta suscitaba verdaderas dificultades de orden público. Se pagaba dinero, inclusive, por cuidar el puesto desde las primeras luces del alba. Según se alargaban las colas, crecía la impaciencia. En todas las miradas se notaba extraña mansedumbre que en el fondo contenía indignación. Era una protesta callada y un impresionante testimonio social.

Vendrá después el reparto de las solicitudes. Volverá la afluencia de gente, ya con la certifica­ción de que no se posee finca raíz, como si esto no se llevara dibujado en la cara. Alguien que conoce estas cosas me dice que para las seiscientas viviendas se presentarán, por lo menos, diez mil solicitudes….

Son seiscientas expectativas. Diez mil jefes de hogar (alrededor de sesenta mil personas) soñarán en adelante con la utopía: vivienda propia. Y además, vivienda económica, porque esta costará menos de $ 20.000.

Son casas inhabitables. El barrio tendrá que trabajar duro a fin de volverlas aptas para cubrir las necesidades mínimas. Esto no importará, con tal de tener techo. Habrá alcantarillado, agua, luz y de pronto calles asfaltadas. ¡Todo por menos de $ 20.000!

Ese es el costo de una bicicleta. Por eso la gente se apretujó frente a Catastro, y no con caras risueñas, sino amargadas.

Estamos ante un problema dantesco. Si para seiscientas viviendas de estas condiciones se moviliza toda una población en esta ciudad, ¿qué pasa en Colombia? Estas caravanas de «destechados» que tocan días enteros ante una oficina para que les certifique su insolvencia económica está demostrando a las claras el mal reparto de la riqueza. La Adiela, más que una urbanización, es un grito social.

La Patria, Manizales, 8-X-1980.

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